Mae, hay días en que uno se levanta y piensa que las cosas van a caminar, y otros en los que un baldazo de realidad te recuerda que estamos en Costa Rica. Hoy fue uno de esos. Resulta que el ministro de Comercio Exterior, Manuel Tovar, se levantó sin pelos en la lengua y básicamente dijo lo que muchos pensamos en voz baja: le tiene “poca fe” a que los diputados de esta Asamblea Legislativa saquen la tarea con dos proyectos que, según él, urgen más que el aguacero en Guanacaste.
El primer tema que tiene a Tovar con el pelo parado es la famosa ley de jornadas 4-3. Mientras el mundo se mueve y las empresas buscan cómo competir para no quedarse atrás (más con la novela de los aranceles que nos recetó Estados Unidos), aquí todavía estamos en un puro dime que te diré. Tovar criticó que haya gente en Cuesta de Moras pensando en quitarle la vía rápida al proyecto para “discutirlo más”. Su reacción fue épica y, al chile, cargada de razón: “Yo no sé en qué mundo viven los señores diputados”. Para él, frenar esa vara en medio de la incertidumbre global es un completo despiche para la economía y para la gente que busca brete.
Pero ahí no para la cosa. El segundo round es con el proyecto para modernizar el sistema eléctrico. Tovar lo puso clarísimo: ya no es suficiente con inflar el pecho diciendo que producimos energía limpia. ¡Qué chiva!, sí, pero si esa energía es carísima no nos sirve de nada para atraer inversión. Este proyecto busca meterle competencia al asunto, permitir más participación privada y, en teoría, bajar los costos para todos. El problema es que es un tema complejo, con muchos intereses, y parece que la voluntad para que avance se puede ir al traste si no se ponen las pilas. Y claro, con el panorama mundial tan enredado, no estamos para darnos esos lujos.
Lo más duro fue escucharlo casi que resignado. Después de explicar por qué estas dos leyes son vitales para que el país no se quede viendo para el ciprés, soltó la frase que resume todo el sentimiento: “Yo le guardo poca fe a esta Asamblea Legislativa”. ¡Plum! Directo y sin anestesia. Es la crónica de un pesimismo anunciado. Mientras afuera el mundo cambia a mil por hora y nos caen aranceles diferenciados (un 15% para nosotros, ¡qué sal!), aquí adentro seguimos en el mismo ciclo de parálisis legislativa. Básicamente, lo que Tovar da a entender es que el país está medio salado si depende del ritmo actual del Congreso.
Diay, al final del día, uno no sabe si reír o llorar. Por un lado, se agradece la sinceridad de un jerarca que no anda con rodeos. Por otro, deprime confirmar que la percepción de que nuestros políticos viven en una burbuja no es solo cosa de uno. La frustración del ministro es la de miles de ticos que ven cómo las oportunidades se nos escurren entre los dedos por la lentitud y la politiquería. Ahora la pregunta del millón queda picando en el aire para todos nosotros en este foro.
Maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Es Tovar un carga tintas que le tira muy duro a la Asamblea o tiene toda la razón del mundo y los diputados de verdad “no se enteran de lo que está pasando”? ¿Estamos condenados a este ritmo o hay alguna esperanza? ¡Los leo!
El primer tema que tiene a Tovar con el pelo parado es la famosa ley de jornadas 4-3. Mientras el mundo se mueve y las empresas buscan cómo competir para no quedarse atrás (más con la novela de los aranceles que nos recetó Estados Unidos), aquí todavía estamos en un puro dime que te diré. Tovar criticó que haya gente en Cuesta de Moras pensando en quitarle la vía rápida al proyecto para “discutirlo más”. Su reacción fue épica y, al chile, cargada de razón: “Yo no sé en qué mundo viven los señores diputados”. Para él, frenar esa vara en medio de la incertidumbre global es un completo despiche para la economía y para la gente que busca brete.
Pero ahí no para la cosa. El segundo round es con el proyecto para modernizar el sistema eléctrico. Tovar lo puso clarísimo: ya no es suficiente con inflar el pecho diciendo que producimos energía limpia. ¡Qué chiva!, sí, pero si esa energía es carísima no nos sirve de nada para atraer inversión. Este proyecto busca meterle competencia al asunto, permitir más participación privada y, en teoría, bajar los costos para todos. El problema es que es un tema complejo, con muchos intereses, y parece que la voluntad para que avance se puede ir al traste si no se ponen las pilas. Y claro, con el panorama mundial tan enredado, no estamos para darnos esos lujos.
Lo más duro fue escucharlo casi que resignado. Después de explicar por qué estas dos leyes son vitales para que el país no se quede viendo para el ciprés, soltó la frase que resume todo el sentimiento: “Yo le guardo poca fe a esta Asamblea Legislativa”. ¡Plum! Directo y sin anestesia. Es la crónica de un pesimismo anunciado. Mientras afuera el mundo cambia a mil por hora y nos caen aranceles diferenciados (un 15% para nosotros, ¡qué sal!), aquí adentro seguimos en el mismo ciclo de parálisis legislativa. Básicamente, lo que Tovar da a entender es que el país está medio salado si depende del ritmo actual del Congreso.
Diay, al final del día, uno no sabe si reír o llorar. Por un lado, se agradece la sinceridad de un jerarca que no anda con rodeos. Por otro, deprime confirmar que la percepción de que nuestros políticos viven en una burbuja no es solo cosa de uno. La frustración del ministro es la de miles de ticos que ven cómo las oportunidades se nos escurren entre los dedos por la lentitud y la politiquería. Ahora la pregunta del millón queda picando en el aire para todos nosotros en este foro.
Maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Es Tovar un carga tintas que le tira muy duro a la Asamblea o tiene toda la razón del mundo y los diputados de verdad “no se enteran de lo que está pasando”? ¿Estamos condenados a este ritmo o hay alguna esperanza? ¡Los leo!