Maes, no sé si ya vieron la nota que sacó CRHoy sobre los nombres más particulares de nuestra querida Costa Rica, pero les juro que casi escupo el café de la risa... y después de la congoja. La vara es que uno lee "Mister Rambo", "Hyundai" o "Wisin Yandel" en una lista del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) y la primera reacción es soltar una carcajada. Es inevitable. Uno se imagina la escena: el tata, todo orgulloso, diciéndole a la registradora en el hospital: "Apúntemelo ahí, se va a llamar James Bond". ¡Hay que tener carácter!
Y es que, seamos honestos, la creatividad del tico no tiene límites y el registro de nombres es la prueba reina. Tenés desde los que le rinden tributo a la farándula (las 21 Shakiras y los 14 Marc Anthony seguro montan un fiestón), pasando por los fiebres del fútbol (¡un Messi contra 73 Neymars!) hasta los que de fijo vieron demasiadas películas de acción en los 80, como el tata de MacGyver. Es un zoológico de cultura pop que camina entre nosotros. Uno podría pensar, "¡qué nivel de originalidad!", pero diay, la línea entre ser original y, con todo respeto, jalarse una torta con el futuro de un güila, es peligrosamente delgada.
Porque la risa se congela cuando uno deja de ver la lista y le pone cara a la estadística. Ahí es donde entra la historia de Estrinfelojoc Segura. Maes, ¡qué despiche para ese compa! El nombre, que ya de por sí es un trabalenguas, es la versión "españolizada" de "Stringfellow Hawke", el prota de una serie ochentera. Y el resultado fue el que todos nos imaginamos: una vida entera de bullying. Que te apoden "Alka Seltzer Extreme" o que cada vez que te presentes la gente piense que es un chiste y te pida la cédula, no puede ser fácil. El mae, que ahora es enfermero, confiesa que la vara lo deprimía y que todavía hoy le reclama a sus tatas. Y con toda la razón del mundo.
Acá es donde la cosa se pone seria y uno voltea a ver al TSE. Según la Oficial Mayor Civil, ellas prácticamente solo anotan lo que la mamá diga. A lo mucho, si ven que un nombre es para problemas, le hacen una "sugerencia" a la mamá, en plan: "¿Usted no cree que a su chiquito lo van a vacilar?". Pero al final, la decisión es de los tatas. Y uno entiende el principio de libertad, claro que sí. Pero, ¿dónde queda la responsabilidad? ¿Es justo que un impulso de creatividad de dos adultos marque a un niño de por vida? Me parece que el sistema actual es un "lávese las manos" glorificado, dejando que el güila pague los platos rotos de la originalidad ajena.
Al final, esta vara de los nombres es un espejo de lo que somos: creativos, a veces medio improvisados y con un sentido del humor que a ratos peca de inocente. Celebramos la chispa de llamar a alguien "Thor" o "Blanca Nieves", pero nos hacemos los locos con el bullying que eso puede generar. La historia de Estrinfelojoc, que hoy se hace llamar "Estrin" o "Tito" en su brete para simplificarse la vida, debería ponernos a pensar a todos. Es el recordatorio de que un nombre no es solo una palabra en la cédula, es una etiqueta social que te puede abrir o cerrar puertas y, más importante aún, que puede construir o destruir tu autoestima.
Así que, maes, les dejo la pregunta picando en el área: ¿Hasta dónde llega el derecho de un tata a ser "original" y dónde empieza el derecho de un güila a tener una vida sin que su nombre sea el inicio de un chiste? ¿Debería el TSE meter más la cuchara y poner límites, o que cada familia se la juegue y que gane el más fuerte? ¡Los leo!
Y es que, seamos honestos, la creatividad del tico no tiene límites y el registro de nombres es la prueba reina. Tenés desde los que le rinden tributo a la farándula (las 21 Shakiras y los 14 Marc Anthony seguro montan un fiestón), pasando por los fiebres del fútbol (¡un Messi contra 73 Neymars!) hasta los que de fijo vieron demasiadas películas de acción en los 80, como el tata de MacGyver. Es un zoológico de cultura pop que camina entre nosotros. Uno podría pensar, "¡qué nivel de originalidad!", pero diay, la línea entre ser original y, con todo respeto, jalarse una torta con el futuro de un güila, es peligrosamente delgada.
Porque la risa se congela cuando uno deja de ver la lista y le pone cara a la estadística. Ahí es donde entra la historia de Estrinfelojoc Segura. Maes, ¡qué despiche para ese compa! El nombre, que ya de por sí es un trabalenguas, es la versión "españolizada" de "Stringfellow Hawke", el prota de una serie ochentera. Y el resultado fue el que todos nos imaginamos: una vida entera de bullying. Que te apoden "Alka Seltzer Extreme" o que cada vez que te presentes la gente piense que es un chiste y te pida la cédula, no puede ser fácil. El mae, que ahora es enfermero, confiesa que la vara lo deprimía y que todavía hoy le reclama a sus tatas. Y con toda la razón del mundo.
Acá es donde la cosa se pone seria y uno voltea a ver al TSE. Según la Oficial Mayor Civil, ellas prácticamente solo anotan lo que la mamá diga. A lo mucho, si ven que un nombre es para problemas, le hacen una "sugerencia" a la mamá, en plan: "¿Usted no cree que a su chiquito lo van a vacilar?". Pero al final, la decisión es de los tatas. Y uno entiende el principio de libertad, claro que sí. Pero, ¿dónde queda la responsabilidad? ¿Es justo que un impulso de creatividad de dos adultos marque a un niño de por vida? Me parece que el sistema actual es un "lávese las manos" glorificado, dejando que el güila pague los platos rotos de la originalidad ajena.
Al final, esta vara de los nombres es un espejo de lo que somos: creativos, a veces medio improvisados y con un sentido del humor que a ratos peca de inocente. Celebramos la chispa de llamar a alguien "Thor" o "Blanca Nieves", pero nos hacemos los locos con el bullying que eso puede generar. La historia de Estrinfelojoc, que hoy se hace llamar "Estrin" o "Tito" en su brete para simplificarse la vida, debería ponernos a pensar a todos. Es el recordatorio de que un nombre no es solo una palabra en la cédula, es una etiqueta social que te puede abrir o cerrar puertas y, más importante aún, que puede construir o destruir tu autoestima.
Así que, maes, les dejo la pregunta picando en el área: ¿Hasta dónde llega el derecho de un tata a ser "original" y dónde empieza el derecho de un güila a tener una vida sin que su nombre sea el inicio de un chiste? ¿Debería el TSE meter más la cuchara y poner límites, o que cada familia se la juegue y que gane el más fuerte? ¡Los leo!