Maes, agárrense porque el chisme corporativo de hoy está nivel Hollywood, con todo y drama. Resulta que el gigante de alimentos Nestlé, los dueños de Nespresso, KitKat y prácticamente la mitad de lo que uno encuentra en el súper, acaba de pegarle una patada a su director general, un francés llamado Laurent Freixe. ¿La razón? El mae se jaló una torta monumental: tenía una relación amorosa con una subalterna directa y nunca lo reportó. ¡Así como lo oyen! La propia empresa salió a decir que eso es una violación gravísima a su código de conducta y que, por lo tanto, adiós muy buenas.
La vara es que esto no fue un simple rumor de pasillo. Nestlé se tomó el asunto en serio y montó toda una investigación interna, con el consejo de administración y hasta asesores externos metiendo la cuchara. Al final, la conclusión fue unánime: el enredo estaba afectando las reglas del juego a lo más alto de la cúpula y comprometía la transparencia que se supone que deben tener. Freixe, que dicho sea de paso, apenas llevaba unos meses en el puesto desde que lo nombraron en septiembre, diay, ni tiempo le dio de calentar la silla. El pobre no duró ni lo que un confite en la puerta de una escuela antes de que le dieran el sobre azul.
Claro, el show tiene que continuar y la maquinaria de Nestlé no para. De una vez anunciaron al reemplazo: un mae llamado Philipp Navratil, que antes era el jefe de Nespresso, así que por lo menos conoce bien uno de los chunches más rentables de la compañía. Este nuevo director ya asumió el control desde enero, en lo que ha sido una de las transiciones de poder más abruptas y polémicas en la historia reciente de la multinacional. Esto demuestra que en esos niveles de brete, un error personal puede hacer que todo un plan estratégico se vaya al traste en un abrir y cerrar de ojos.
Y aquí es donde la torta se pone más grande, porque esto no le pudo pasar a Nestlé en un peor momento. La compañía ya venía arrastrando la cobija con varias broncas. Por un lado, la cosa está ruda para todo el mundo con la economía global medio frenada; por otro, las ventas en un mercado tan clave como China se les desplomaron. Y para ponerle la cereza a este queque de problemas, hace poco les estalló otro escándalo en Europa por usar filtros prohibidos en sus aguas minerales. O sea, están más salados que un pretzl, y ahora le suman este despiche de liderazgo. ¡Qué sal!
Al final del día, esta vara va más allá del chisme de oficina. Es un recordatorio de que en el mundo corporativo, las reglas de gobernanza y la ética profesional no son un juego, o al menos, no deberían serlo. Demuestra que ni al mandamás de un monstruo como Nestlé se le perdona una así, sobre todo cuando la empresa necesita proyectar estabilidad y confianza. La caída de Freixe es una lección carísima sobre cómo una decisión personal puede generar un tsunami que salpica a miles de empleados y accionistas en todo el mundo.
Diay, maes, ahora les pregunto a ustedes: ¿Les parece que una empresa tiene derecho a meterse en la vida personal de sus empleados, aunque sea el CEO? ¿O creen que cuando se acepta un 'brete' de ese calibre, uno firma un cheque en blanco con su privacidad? ¡Abro debate en el foro!
La vara es que esto no fue un simple rumor de pasillo. Nestlé se tomó el asunto en serio y montó toda una investigación interna, con el consejo de administración y hasta asesores externos metiendo la cuchara. Al final, la conclusión fue unánime: el enredo estaba afectando las reglas del juego a lo más alto de la cúpula y comprometía la transparencia que se supone que deben tener. Freixe, que dicho sea de paso, apenas llevaba unos meses en el puesto desde que lo nombraron en septiembre, diay, ni tiempo le dio de calentar la silla. El pobre no duró ni lo que un confite en la puerta de una escuela antes de que le dieran el sobre azul.
Claro, el show tiene que continuar y la maquinaria de Nestlé no para. De una vez anunciaron al reemplazo: un mae llamado Philipp Navratil, que antes era el jefe de Nespresso, así que por lo menos conoce bien uno de los chunches más rentables de la compañía. Este nuevo director ya asumió el control desde enero, en lo que ha sido una de las transiciones de poder más abruptas y polémicas en la historia reciente de la multinacional. Esto demuestra que en esos niveles de brete, un error personal puede hacer que todo un plan estratégico se vaya al traste en un abrir y cerrar de ojos.
Y aquí es donde la torta se pone más grande, porque esto no le pudo pasar a Nestlé en un peor momento. La compañía ya venía arrastrando la cobija con varias broncas. Por un lado, la cosa está ruda para todo el mundo con la economía global medio frenada; por otro, las ventas en un mercado tan clave como China se les desplomaron. Y para ponerle la cereza a este queque de problemas, hace poco les estalló otro escándalo en Europa por usar filtros prohibidos en sus aguas minerales. O sea, están más salados que un pretzl, y ahora le suman este despiche de liderazgo. ¡Qué sal!
Al final del día, esta vara va más allá del chisme de oficina. Es un recordatorio de que en el mundo corporativo, las reglas de gobernanza y la ética profesional no son un juego, o al menos, no deberían serlo. Demuestra que ni al mandamás de un monstruo como Nestlé se le perdona una así, sobre todo cuando la empresa necesita proyectar estabilidad y confianza. La caída de Freixe es una lección carísima sobre cómo una decisión personal puede generar un tsunami que salpica a miles de empleados y accionistas en todo el mundo.
Diay, maes, ahora les pregunto a ustedes: ¿Les parece que una empresa tiene derecho a meterse en la vida personal de sus empleados, aunque sea el CEO? ¿O creen que cuando se acepta un 'brete' de ese calibre, uno firma un cheque en blanco con su privacidad? ¡Abro debate en el foro!