Maes, a veces uno anda scrolleando por redes sociales y se topa con esas noticias que, diay, le bajan a uno el piso de un solo. Uno espera ver memes, el último despiche en la Asamblea o el resultado de la Liga, pero de pronto, ¡pum! Una de esas varas que de verdad pegan. Eso fue lo que pasó este fin de semana cuando el Hospital San Rafael de Alajuela comunicó, con toda la formalidad del mundo, el fallecimiento del doctor Luis Naranjo Jiménez. Y vieras que la reacción de la gente fue algo que me dejó pensando un buen rato.
La vara es que no eran los típicos mensajes de "Q.E.P.D." y ya. Para nada. Los comentarios en el post del hospital eran un torrente de gratitud genuina, de historias personales que pintaban el retrato de un profesional excepcional. Gente contando cómo el doctor Naranjo los había atendido, no como un número más en la fila de la Caja, sino como personas. Uno leía varas como "él me llevaba el control de mi columna y me dijo que todo iba a estar bien" o "atendió a mi esposo y se preocupó por su salud". Esas son las cosas que marcan la diferencia. No es solo el brete de recetar algo; es el detalle, la amabilidad, esa humanidad que a veces parece perdida. A sus 54 años, este mae dejó un vacío que se mide en la cantidad de gente que hoy dice, con el corazón en la mano, que era un doctor a cachete.
Y es que seamos honestos, en un sistema de salud que a veces nos saca canas verdes, encontrar un profesional que combine conocimiento con empatía es como pegarse la lotería. El mae no solo era "buena gente", era un especialista en ortopedia que la gente respetaba por su capacidad. En buen tico, el doctor Naranjo era un carga. Sabía su vara, pero nunca dejó que el título se le subiera a la cabeza. Los pacientes lo recuerdan por esa "amabilidad que lo caracterizaba", una frase que se repite una y otra vez. Eso, maes, no se aprende en la universidad. Eso se trae de la casa, se cultiva con los años y es, al final del día, lo que te convierte en un ser humano memorable y no solo en un buen empleado.
El impacto fue tan grande que trascendió las paredes del hospital. Hasta un centro diurno para adultos mayores, donde al parecer trabaja un familiar suyo, sacó un comunicado lamentando la pérdida. Es un efecto dominó de cariño, una prueba de que cuando alguien hace bien su brete y lo hace con el corazón, la huella que deja es inmensa. Y aunque, por respeto a la familia, no han trascendido las causas de su muerte, la verdad es que en este punto eso pasa a un segundo plano. Lo que queda flotando en el aire de Alajuela no es el chisme de qué le pasó, sino el recuerdo de lo que hizo por cientos, quizás miles de personas durante su carrera.
Esta noticia me deja una reflexión un poco agridulce. Por un lado, qué tristeza más grande que una persona así se vaya tan joven. Qué sal por su familia y por todos los pacientes que ya no contarán con él. Pero por otro lado, qué nivel ver el cariño que sembró. Nos recuerda que, incluso en los sistemas más grandes y a veces impersonales, una sola persona puede ser un faro. Nos obliga a preguntarnos por el legado que estamos construyendo en nuestros propios bretes, sea cual sea. Diay, maes, todo esto me deja pensando... ¿Se han topado ustedes con un doctor o profesional de la salud así, que de verdad les haya cambiado la vida para bien? ¿Creen que todavía quedan muchos como el doctor Naranjo en la Caja? Cuenten sus historias.
La vara es que no eran los típicos mensajes de "Q.E.P.D." y ya. Para nada. Los comentarios en el post del hospital eran un torrente de gratitud genuina, de historias personales que pintaban el retrato de un profesional excepcional. Gente contando cómo el doctor Naranjo los había atendido, no como un número más en la fila de la Caja, sino como personas. Uno leía varas como "él me llevaba el control de mi columna y me dijo que todo iba a estar bien" o "atendió a mi esposo y se preocupó por su salud". Esas son las cosas que marcan la diferencia. No es solo el brete de recetar algo; es el detalle, la amabilidad, esa humanidad que a veces parece perdida. A sus 54 años, este mae dejó un vacío que se mide en la cantidad de gente que hoy dice, con el corazón en la mano, que era un doctor a cachete.
Y es que seamos honestos, en un sistema de salud que a veces nos saca canas verdes, encontrar un profesional que combine conocimiento con empatía es como pegarse la lotería. El mae no solo era "buena gente", era un especialista en ortopedia que la gente respetaba por su capacidad. En buen tico, el doctor Naranjo era un carga. Sabía su vara, pero nunca dejó que el título se le subiera a la cabeza. Los pacientes lo recuerdan por esa "amabilidad que lo caracterizaba", una frase que se repite una y otra vez. Eso, maes, no se aprende en la universidad. Eso se trae de la casa, se cultiva con los años y es, al final del día, lo que te convierte en un ser humano memorable y no solo en un buen empleado.
El impacto fue tan grande que trascendió las paredes del hospital. Hasta un centro diurno para adultos mayores, donde al parecer trabaja un familiar suyo, sacó un comunicado lamentando la pérdida. Es un efecto dominó de cariño, una prueba de que cuando alguien hace bien su brete y lo hace con el corazón, la huella que deja es inmensa. Y aunque, por respeto a la familia, no han trascendido las causas de su muerte, la verdad es que en este punto eso pasa a un segundo plano. Lo que queda flotando en el aire de Alajuela no es el chisme de qué le pasó, sino el recuerdo de lo que hizo por cientos, quizás miles de personas durante su carrera.
Esta noticia me deja una reflexión un poco agridulce. Por un lado, qué tristeza más grande que una persona así se vaya tan joven. Qué sal por su familia y por todos los pacientes que ya no contarán con él. Pero por otro lado, qué nivel ver el cariño que sembró. Nos recuerda que, incluso en los sistemas más grandes y a veces impersonales, una sola persona puede ser un faro. Nos obliga a preguntarnos por el legado que estamos construyendo en nuestros propios bretes, sea cual sea. Diay, maes, todo esto me deja pensando... ¿Se han topado ustedes con un doctor o profesional de la salud así, que de verdad les haya cambiado la vida para bien? ¿Creen que todavía quedan muchos como el doctor Naranjo en la Caja? Cuenten sus historias.