¡Ay, Dios mío, qué historia nos llegó! Resulta que el famoso Mauricio Hoyos, el biólogo que le dedica la vida a estudiar tiburones en el Coco, sufrió una mordidaza que ni les cuento. El mae este es pura máquina, pero la cosa se puso fea hace unos meses. Al principio nadie decía nada, puro misterio, y ahora, ¡bum!, sale a la luz toda la vaina con una entrevista para la BBC.
Para ponerlos al día, Mauricio Hoyos es un ícono en el mundito de la biología marina, uno de esos tipos que saben más de tiburones que nadie. Llevaba como treinta años metiéndose al agua con estas criaturas, investigándolas, protegiéndolas… y resulta que uno decide darle una muestra de cariño, pa' recibirla a mordidas. El ataque pasó el 27 de septiembre en pleno Parque Nacional Isla del Coco, un lugar paradisíaco donde estos depredadores abundan.
Ahora sí, entrémonos en detalles porque la cosa es impresionante. Según cuenta Hoyos, el tiburón simplemente apareció de la nada, le pegó una presión con los dientes que te quedabas congelao', y él, con reflejos de gato, apenas alcanzó a bajar la cabeza para protegerse la garganta. “Apenas tuve tiempo de agachar la cabeza y cubrirme la yugular”, dice en la entrevista. Imagínense la bronca, la adrenalina, el susto... ¡Qué sal!
El resultado de ese encontronazo directo es una cicatriz monumental en la cara, una ‘marca de batalla’, como él cariñosamente la llama. Lo curioso es que no hay ni rastro de rencor en el tipo. De hecho, bromea diciendo que parece que tiene unas branquias ahí. “La llamo una marca de batalla”, dijo riéndose. ¡Este mae tiene sentido del humor hasta pa’ la desgracia!
Pero lo más chocante de todo no es la cicatriz, sino la explicación de Hoyos sobre por qué sigue vivo. Él dice que el tiburón le perdonó la vida. Sí, así como lo leo. Según su análisis, no se trató de un ataque agresivo, sino de una reacción defensiva. Probablemente el tiburón se sintió acorralado o amenazado y simplemente actuó por instinto. ¡Imagínate! Un tiburón tomando decisiones racionales, o bueno, casi…
Y para demostrar que no se espantó con la cosita, Hoyos ya está planeando su regreso al agua. Menos de dos meses después del mordisco, va a volver a bucear. ¡Qué carga! Porque aunque la cicatriz quede ahí como recuerdo, la pasión por el mar es más grande. Está programado para este jueves, 14 de noviembre, y ya está preparándose para reencontrarse con sus amigos acuáticos. Se nota que el brete del biólogo es estar en el agua, no importa qué pase.
Esta historia nos recuerda varias cosas. Primero, que la naturaleza es impredecible y a veces, bruta. Segundo, que debemos respetar a estos animales y entender que ellos también tienen derecho a defenderse. Y tercero, que Mauricio Hoyos es un mae valiente y comprometido con la conservación marina. El mae este es un ejemplo de perseverancia y amor por lo que hace. ¡Qué tuanis!
Después de escuchar toda esta historia, me pregunto: ¿Creemos que es posible que un animal salvaje, como un tiburón, pueda tomar una decisión racional y 'perdonarle' la vida a un humano? ¿O creen que esto es pura interpretación del biólogo, influenciado por su cercanía con estos animales?
Para ponerlos al día, Mauricio Hoyos es un ícono en el mundito de la biología marina, uno de esos tipos que saben más de tiburones que nadie. Llevaba como treinta años metiéndose al agua con estas criaturas, investigándolas, protegiéndolas… y resulta que uno decide darle una muestra de cariño, pa' recibirla a mordidas. El ataque pasó el 27 de septiembre en pleno Parque Nacional Isla del Coco, un lugar paradisíaco donde estos depredadores abundan.
Ahora sí, entrémonos en detalles porque la cosa es impresionante. Según cuenta Hoyos, el tiburón simplemente apareció de la nada, le pegó una presión con los dientes que te quedabas congelao', y él, con reflejos de gato, apenas alcanzó a bajar la cabeza para protegerse la garganta. “Apenas tuve tiempo de agachar la cabeza y cubrirme la yugular”, dice en la entrevista. Imagínense la bronca, la adrenalina, el susto... ¡Qué sal!
El resultado de ese encontronazo directo es una cicatriz monumental en la cara, una ‘marca de batalla’, como él cariñosamente la llama. Lo curioso es que no hay ni rastro de rencor en el tipo. De hecho, bromea diciendo que parece que tiene unas branquias ahí. “La llamo una marca de batalla”, dijo riéndose. ¡Este mae tiene sentido del humor hasta pa’ la desgracia!
Pero lo más chocante de todo no es la cicatriz, sino la explicación de Hoyos sobre por qué sigue vivo. Él dice que el tiburón le perdonó la vida. Sí, así como lo leo. Según su análisis, no se trató de un ataque agresivo, sino de una reacción defensiva. Probablemente el tiburón se sintió acorralado o amenazado y simplemente actuó por instinto. ¡Imagínate! Un tiburón tomando decisiones racionales, o bueno, casi…
Y para demostrar que no se espantó con la cosita, Hoyos ya está planeando su regreso al agua. Menos de dos meses después del mordisco, va a volver a bucear. ¡Qué carga! Porque aunque la cicatriz quede ahí como recuerdo, la pasión por el mar es más grande. Está programado para este jueves, 14 de noviembre, y ya está preparándose para reencontrarse con sus amigos acuáticos. Se nota que el brete del biólogo es estar en el agua, no importa qué pase.
Esta historia nos recuerda varias cosas. Primero, que la naturaleza es impredecible y a veces, bruta. Segundo, que debemos respetar a estos animales y entender que ellos también tienen derecho a defenderse. Y tercero, que Mauricio Hoyos es un mae valiente y comprometido con la conservación marina. El mae este es un ejemplo de perseverancia y amor por lo que hace. ¡Qué tuanis!
Después de escuchar toda esta historia, me pregunto: ¿Creemos que es posible que un animal salvaje, como un tiburón, pueda tomar una decisión racional y 'perdonarle' la vida a un humano? ¿O creen que esto es pura interpretación del biólogo, influenciado por su cercanía con estos animales?
