Miren, pues, mi gente. Parece mentira, pero diciembre ya llegó y con él la espiral de comilonas, aglomeraciones y excusas para descuidarnos un poquito. Pero la Dra. Jeannette Zúñiga, la profe de Nutrición de UCIMED, nos está sacudiendo el árbol con un llamado bien claro: no esperemos a enero para ponernos las pilas con la salud, ¡empecemos ahora mismo!
Y no hablo de ir corriendo al gimnasio a matarnos con ejercicios extremos, ni de pasar hambre para “compensar” todos esos churros navideños. Lo que propone la doctora es algo mucho más sensato y, digámoslo así, más a nuestra onda tica: un recuento nutritivo. ¿En píe qué significa eso?
Básico, chunches: dedicarnos unos minutos a reflexionar sobre cómo hemos tratado nuestro cuerpo este año. No es una confesión ante el espejo buscando defectos, ¡para nada! Sino una oportunidad de celebrar nuestros logros y identificar esas varas donde podemos mejorar. Como dice la doctora, no le demos aguinaldos de estrés a nuestros órganos internos.
El diagnóstico empieza con preguntas sencillas, pero bien poderosas. ¿Nos hemos hidratado lo suficiente, mae? ¿Cuántas veces al día nos hemos tomado agua, aparte de la gaseosa o el refresquito? ¿Hemos hecho algún tipo de actividad física, aunque sea movernos por la casa? ¿Hemos incluido frutas y verduras en nuestra dieta diaria? Estas cositas parecen chiquitas, pero sumadas hacen una diferencia enorme.
También es importante analizar si estamos comiendo con conciencia o simplemente guiados por el antojo. ¿Estamos devorando comida frente al celular o la tele? ¿Estamos saltándonos comidas porque ‘no tenemos tiempo’? Todas estas son señales de alerta que debemos tener en cuenta. La nutricionista también hace énfasis en controlar el consumo de azúcar y prestar atención a cómo nos sentimos emocionalmente cuando comemos; muchas veces, la comida es solo un escape de alguna preocupación, ¡y ahí sí que nos vamos al traste!
Luego, viene la parte crucial: definir qué queremos cambiar. Dejar de comprar galletas industriales, empezar a cocinar más en casa, bajarle al pan blanco, caminar media hora al día... Las opciones son infinitas, chavales. Lo importante es elegir algo realista y sostenible, que podamos mantener a largo plazo. Recordemos que las soluciones rápidas y drásticas suelen terminar en frustración y abandono.
Y ojo, que esto no es una obligación impuesta. Al contrario, es una invitación a tomarnos un respiro, a conectar con nuestro cuerpo y a valorarlo por todo lo que hace por nosotros. Diciembre puede ser un mes de reflexión, de agradecimiento y de preparación para darle la bienvenida al nuevo año con energías renovadas. ¡No se trata de castigarnos, sino de mimarnos inteligentemente! Así, pues, evitemos que la Navidad se convierta en un despilfarro de salud.
Así que, mijo, después de hacerse todas estas preguntas y analizar sus respuestas, me pregunto: ¿Cuál es la pequeña acción que vas a implementar hoy mismo para empezar a cuidarte y evitar que el año que viene te encuentres diciendo '¡qué torta, que engordé muchísimo!'?
Y no hablo de ir corriendo al gimnasio a matarnos con ejercicios extremos, ni de pasar hambre para “compensar” todos esos churros navideños. Lo que propone la doctora es algo mucho más sensato y, digámoslo así, más a nuestra onda tica: un recuento nutritivo. ¿En píe qué significa eso?
Básico, chunches: dedicarnos unos minutos a reflexionar sobre cómo hemos tratado nuestro cuerpo este año. No es una confesión ante el espejo buscando defectos, ¡para nada! Sino una oportunidad de celebrar nuestros logros y identificar esas varas donde podemos mejorar. Como dice la doctora, no le demos aguinaldos de estrés a nuestros órganos internos.
El diagnóstico empieza con preguntas sencillas, pero bien poderosas. ¿Nos hemos hidratado lo suficiente, mae? ¿Cuántas veces al día nos hemos tomado agua, aparte de la gaseosa o el refresquito? ¿Hemos hecho algún tipo de actividad física, aunque sea movernos por la casa? ¿Hemos incluido frutas y verduras en nuestra dieta diaria? Estas cositas parecen chiquitas, pero sumadas hacen una diferencia enorme.
También es importante analizar si estamos comiendo con conciencia o simplemente guiados por el antojo. ¿Estamos devorando comida frente al celular o la tele? ¿Estamos saltándonos comidas porque ‘no tenemos tiempo’? Todas estas son señales de alerta que debemos tener en cuenta. La nutricionista también hace énfasis en controlar el consumo de azúcar y prestar atención a cómo nos sentimos emocionalmente cuando comemos; muchas veces, la comida es solo un escape de alguna preocupación, ¡y ahí sí que nos vamos al traste!
Luego, viene la parte crucial: definir qué queremos cambiar. Dejar de comprar galletas industriales, empezar a cocinar más en casa, bajarle al pan blanco, caminar media hora al día... Las opciones son infinitas, chavales. Lo importante es elegir algo realista y sostenible, que podamos mantener a largo plazo. Recordemos que las soluciones rápidas y drásticas suelen terminar en frustración y abandono.
Y ojo, que esto no es una obligación impuesta. Al contrario, es una invitación a tomarnos un respiro, a conectar con nuestro cuerpo y a valorarlo por todo lo que hace por nosotros. Diciembre puede ser un mes de reflexión, de agradecimiento y de preparación para darle la bienvenida al nuevo año con energías renovadas. ¡No se trata de castigarnos, sino de mimarnos inteligentemente! Así, pues, evitemos que la Navidad se convierta en un despilfarro de salud.
Así que, mijo, después de hacerse todas estas preguntas y analizar sus respuestas, me pregunto: ¿Cuál es la pequeña acción que vas a implementar hoy mismo para empezar a cuidarte y evitar que el año que viene te encuentres diciendo '¡qué torta, que engordé muchísimo!'?
