¡Ay, Dios mío! San José parecía Times Square anoche. Un montón de gente recorriendo las calles buscando esos últimos chuches navideños, haciendo hasta lo imposible para llevarle alegría a sus familias. Las fotos de Randall Sandoval hablan por sí solas: tias con bolsas rebosantes, parrandas improvisadas en esquinas y un ambiente general de bullicio que te hacía sentir la magia de estas fechas… aunque también, un poquito agobiado si te agarraba prisa.
Parece que la pandemia dejó secuela, ojalá no me falte respeto, pero la gente estaba ansiosa por recuperar esas tradiciones. Después de tanto encierro, las tiendas estaban invadidas desde temprano, y no solo por los capitalinos. Gente de todas partes llegó a buscar ofertas y regalos, tratando de estirar la plata porque, vamos a ser honestos, este año ha sido complicado para todos. Ese brete económico nos tiene a todos sacando cuentas, diay.
Pero ahí, en medio de tanta algarabía y compras frenéticas, vino el golpe: este viernes 19 de diciembre, el sector público oficialmente entró en vacaciones. Imagínate el panorama, la mayoría de las oficinas cerradas, y la ciudad llena a reventón de gente buscando los últimos presentes. Una combinación explosiva, ¿verdad?
Muchos se preguntan qué pasó con la planificación. ¿Por qué dejar la mayor parte de las compras navideñas concentradas justo en estos días, con la administración pública parada? Algunos dicen que es tradición, otros que es pura chapucería. Lo cierto es que eso significó colas kilométricas, estrés a tope para los comerciantes y paciencia infinita para los compradores. ¡Qué torta!
Los negocios aprovecharon la oportunidad, claro. Ventas a toda marcha, promociones agresivas y personal extra trabajando día y noche para atender la demanda. Se rumora que algunos comerciantes tuvieron cifras récord, pero también vimos caras de cansancio extremo y exahustión en la gente que laboraba en la calle. Eso sí, a pesar del estrés, había un espíritu festivo contagioso. Te encontrabas con risas, abrazos y deseos de felicidad a cada paso. ¡Qué chiva la energía de la temporada!
Este fenómeno pone de manifiesto varios temas interesantes. Primero, la importancia del comercio minorista para nuestra economía; segundo, la necesidad de mejorar la organización y planificación en cuanto a los periodos de vacaciones oficiales; y tercero, la resiliencia del pueblo costarricense, capaz de encontrar alegría incluso en medio del caos. Porque al final, lo importante es compartir con los seres queridos, independientemente de la maraña económica o administrativa.
Y hablando de la maraña, no podemos negar que esto afecta directamente el bolsillo de mucha gente. Con precios inflacionados y salarios estancados, conseguir los regalos y organizar la cena de Navidad se convirtió en un verdadero desafío. Muchos optaron por alternativas más económicas, como hacer regalos artesanales o preparar comidas caseras. La creatividad y el ingenio, como siempre, salvaron el día. Ahora, con la cuesta de enero encima, la cosa se va a poner aún más complicada. ¡Qué sal!
En fin, después de esta locura navideña, queda la interrogante: ¿Será posible coordinar mejor las vacaciones del sector público con el flujo comercial para evitar estos escenarios caóticos? ¿O estamos condenados a repetir esta escena cada año, sacrificando la tranquilidad de los compradores y la salud mental de los vendedores? ¡Compartan sus opiniones en el foro! ¿Ustedes prefieren comprar antes o esperar hasta el último minuto?
Parece que la pandemia dejó secuela, ojalá no me falte respeto, pero la gente estaba ansiosa por recuperar esas tradiciones. Después de tanto encierro, las tiendas estaban invadidas desde temprano, y no solo por los capitalinos. Gente de todas partes llegó a buscar ofertas y regalos, tratando de estirar la plata porque, vamos a ser honestos, este año ha sido complicado para todos. Ese brete económico nos tiene a todos sacando cuentas, diay.
Pero ahí, en medio de tanta algarabía y compras frenéticas, vino el golpe: este viernes 19 de diciembre, el sector público oficialmente entró en vacaciones. Imagínate el panorama, la mayoría de las oficinas cerradas, y la ciudad llena a reventón de gente buscando los últimos presentes. Una combinación explosiva, ¿verdad?
Muchos se preguntan qué pasó con la planificación. ¿Por qué dejar la mayor parte de las compras navideñas concentradas justo en estos días, con la administración pública parada? Algunos dicen que es tradición, otros que es pura chapucería. Lo cierto es que eso significó colas kilométricas, estrés a tope para los comerciantes y paciencia infinita para los compradores. ¡Qué torta!
Los negocios aprovecharon la oportunidad, claro. Ventas a toda marcha, promociones agresivas y personal extra trabajando día y noche para atender la demanda. Se rumora que algunos comerciantes tuvieron cifras récord, pero también vimos caras de cansancio extremo y exahustión en la gente que laboraba en la calle. Eso sí, a pesar del estrés, había un espíritu festivo contagioso. Te encontrabas con risas, abrazos y deseos de felicidad a cada paso. ¡Qué chiva la energía de la temporada!
Este fenómeno pone de manifiesto varios temas interesantes. Primero, la importancia del comercio minorista para nuestra economía; segundo, la necesidad de mejorar la organización y planificación en cuanto a los periodos de vacaciones oficiales; y tercero, la resiliencia del pueblo costarricense, capaz de encontrar alegría incluso en medio del caos. Porque al final, lo importante es compartir con los seres queridos, independientemente de la maraña económica o administrativa.
Y hablando de la maraña, no podemos negar que esto afecta directamente el bolsillo de mucha gente. Con precios inflacionados y salarios estancados, conseguir los regalos y organizar la cena de Navidad se convirtió en un verdadero desafío. Muchos optaron por alternativas más económicas, como hacer regalos artesanales o preparar comidas caseras. La creatividad y el ingenio, como siempre, salvaron el día. Ahora, con la cuesta de enero encima, la cosa se va a poner aún más complicada. ¡Qué sal!
En fin, después de esta locura navideña, queda la interrogante: ¿Será posible coordinar mejor las vacaciones del sector público con el flujo comercial para evitar estos escenarios caóticos? ¿O estamos condenados a repetir esta escena cada año, sacrificando la tranquilidad de los compradores y la salud mental de los vendedores? ¡Compartan sus opiniones en el foro! ¿Ustedes prefieren comprar antes o esperar hasta el último minuto?
