¡Ay, Dios mío! Parece mentira, pero así anda el tingo del bolsillo en Costa Rica. Según el nuevo estudio del INEC, la diferencia entre cómo gasta el pobre diay y el rico es abismal. Uno piensa, '¿En qué se está gastando el mae?', y resulta que estamos viviendo dos realidades económicas totalmente distintas en este mismo país.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos revela que el 20% de la población con menos lana, el llamado primer quintil, le echa toda la pachanga a la comida. Y ni me extraña, ¡con tanto precio que hay! El gallito ya sabe... El aguacate, la cebolla, el arroz… pura necesidad básica para salir adelante. Es un brete tener que priorizar ponerle comida al estómago antes que cualquier otra cosa, chunche.
Pero pa’l quinto quintil, pa’ la crema de la crema, la cosa es distinta. Ahí ya no es pan comido, sino vehículos nuevos, viajes al extranjero, cenas en restaurantes lujosos y colegios privados. Con 22.5% del presupuesto dedicado al transporte, te imaginas el carro que se pueden comprar. Ya no es irse en bus, mae, ahora es tener el último modelo para lucir bien en la calle.
Annia Chávez, la jefa de la encuesta, nos explicó que esto no es novedad. “Tenemos que entender que cada casa tiene su nivel de ingreso y sus prioridades. La gente con más billete puede permitirse acceder a mejores servicios y productos, como educación privada o vehículos de gama alta”. Bueno, claro, ¿qué esperábamos? Que el que tiene lana gaste igual que el que apenas junta para sobrevivir?
Y hablando de números, la encuesta dice que en 2024 gastamos, en promedio, unos ¢687 mil. Un buen agarrón si lo piensas bien. Aunque eso sí, es un 4% más que en 2018. ¡Eso significa que aunque la inflación nos esté dando arengues, seguimos gastando! Lo único que cambia es hacia dónde vamos destinando esa plata.
Lo curioso es que, a pesar de todo este agarrón, los alimentos y bebidas no alcohólicas bajaron un 20%. ¡Imagínate! El mae sigue queriendo comer, pero igual está buscando ahorrar un poco. Por otro lado, el transporte subió un 15.5%, gracias a todos esos que andan por nuestras calles luciendo carros nuevos. Una verdadera carga verlos pasar mientras uno se rifa en el bus.
Además de todo esto, siempre hay obligaciones: la seguridad social, los impuestos... ¡pura sal! Eso representa alrededor de ¢143 mil mensuales. Y luego están las inversiones, los ahorros, esas cositas que uno hace para asegurar el futuro. Eso suma unos ¢210 mil más. ¡Un brete el papeleo y los gastos!
Así que, maes, aquí les va la reflexión final. ¿Será posible cerrar esta brecha económica en Costa Rica? ¿Estamos condenados a vivir en un país donde algunos se compran carros importados mientras otros luchan por alimentar a sus hijos? Díganme, ¿cuál creen ustedes que debería ser la solución para que todos tengamos una vida digna en este pedazo de tierra?
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos revela que el 20% de la población con menos lana, el llamado primer quintil, le echa toda la pachanga a la comida. Y ni me extraña, ¡con tanto precio que hay! El gallito ya sabe... El aguacate, la cebolla, el arroz… pura necesidad básica para salir adelante. Es un brete tener que priorizar ponerle comida al estómago antes que cualquier otra cosa, chunche.
Pero pa’l quinto quintil, pa’ la crema de la crema, la cosa es distinta. Ahí ya no es pan comido, sino vehículos nuevos, viajes al extranjero, cenas en restaurantes lujosos y colegios privados. Con 22.5% del presupuesto dedicado al transporte, te imaginas el carro que se pueden comprar. Ya no es irse en bus, mae, ahora es tener el último modelo para lucir bien en la calle.
Annia Chávez, la jefa de la encuesta, nos explicó que esto no es novedad. “Tenemos que entender que cada casa tiene su nivel de ingreso y sus prioridades. La gente con más billete puede permitirse acceder a mejores servicios y productos, como educación privada o vehículos de gama alta”. Bueno, claro, ¿qué esperábamos? Que el que tiene lana gaste igual que el que apenas junta para sobrevivir?
Y hablando de números, la encuesta dice que en 2024 gastamos, en promedio, unos ¢687 mil. Un buen agarrón si lo piensas bien. Aunque eso sí, es un 4% más que en 2018. ¡Eso significa que aunque la inflación nos esté dando arengues, seguimos gastando! Lo único que cambia es hacia dónde vamos destinando esa plata.
Lo curioso es que, a pesar de todo este agarrón, los alimentos y bebidas no alcohólicas bajaron un 20%. ¡Imagínate! El mae sigue queriendo comer, pero igual está buscando ahorrar un poco. Por otro lado, el transporte subió un 15.5%, gracias a todos esos que andan por nuestras calles luciendo carros nuevos. Una verdadera carga verlos pasar mientras uno se rifa en el bus.
Además de todo esto, siempre hay obligaciones: la seguridad social, los impuestos... ¡pura sal! Eso representa alrededor de ¢143 mil mensuales. Y luego están las inversiones, los ahorros, esas cositas que uno hace para asegurar el futuro. Eso suma unos ¢210 mil más. ¡Un brete el papeleo y los gastos!
Así que, maes, aquí les va la reflexión final. ¿Será posible cerrar esta brecha económica en Costa Rica? ¿Estamos condenados a vivir en un país donde algunos se compran carros importados mientras otros luchan por alimentar a sus hijos? Díganme, ¿cuál creen ustedes que debería ser la solución para que todos tengamos una vida digna en este pedazo de tierra?
