¡Ay, Dios mío! Parece que tenemos otro chinchorro con los trabajos del Conavi. El Lanamme, esos muchachos de la UCR que siempre nos sacan las cosquillas, soltó un informe que te deja boquiabierto: varias rutas que le dieron mantenimiento hace poquito – algunos apenas dos años – ya están presentando daños que ni siquiera deberían aparecer en obras de décadas. Esto no es bronca, es un problema serio que afecta nuestra seguridad y los bolsillos de todos los costarricenses.
Según el informe de auditoría, los problemas se detectaron en tramos de la Ruta 3, entre La Valencia y Pirro; en la Ruta 1, entre La Angostura y Esparza; y en la Ruta 301, entre San Ignacio de Acosta y Sabanillas. Lo que encontraron allí no fue precisamente un paisaje digno de postal. En la Ruta 3, la exudación, que es esa superficie lisa y resbaladiza, parece haber tomado posesión de la carretera. En la Ruta 1, ¡lo mismo! Y en la 301, ahí sí tocó ver desplazamientos de mezcla asfáltica, grietas y hasta reducción de espesores… ¡Una combinación explosiva!
Lo peor de todo es que esto no es un simple detalle estético. Estamos hablando de riesgos para la seguridad vial, mae. Imagínate andar por esas rutas con lluvia, o incluso con polvo, y tener que lidiar con una superficie que no te da confianza. Los conductores están corriendo un peligro innecesario, y eso es inaceptable. Además, toda esta situación pone en tela de juicio la calidad de los materiales utilizados y la supervisión de los trabajos.
El Lanamme no andaba con rodeos en su informe. Señalan que no atender estos deterioros bajo la garantía de buena obra es un “uso ineficiente de recursos públicos”. ¡Y tienen razón! Nos estamos tirando el dinero en arreglos que tendríamos que estar pagando con el tiempo, y no porque la naturaleza quiso jugar sus cartas. Esto demuestra una falta de planificación y control que nos sale cara a todos.
¿Y qué ha hecho el Conavi ante estos resultados? Pues aprobaron algunas medidas correctivas en la Ruta 1, pero aparentemente no lograron solucionar los problemas. En la Ruta 3, prometieron una intervención, y en la 301 crearon un plan de acción... que, por cierto, aún no se ha implementado. ¡Parece que la burocracia se anda comiendo el asunto! Uno se pregunta si realmente les preocupa la situación o si solo están haciendo gestos para aparentar que hacen algo.
Es importante recalcar que este tipo de situaciones no son nuevas. Hemos visto cómo proyectos de infraestructura, que costaron fortunas, terminan cayéndose a pedazos en cuestión de años. ¿Será que necesitamos revisar los procesos de licitación? ¿Estamos exigiendo suficientes garantías de calidad? ¿O simplemente hay corrupción metida en el brete?
Esto me recuerda a aquella vez que arreglaron la calle en mi barrio, y a los pocos meses ya estaba llena de baches. ¡Un chino! Pero bueno, esto es otra historia. Lo que importa ahora es ponerle pañuelos a este problema del Conavi y exigir soluciones reales y duraderas. No podemos seguir permitiendo que nuestros impuestos se esfumen en obras deficientes que ponen en riesgo nuestras vidas.
En fin, parece que estamos ante otro caso flagrante de cómo el descuido y la falta de transparencia pueden afectar gravemente la calidad de vida de los costarricenses. ¿Ustedes qué piensan? ¿Deberíamos exigir una investigación exhaustiva sobre estas irregularidades, o simplemente esperar a que el Conavi invente otra solución chapucera?
Según el informe de auditoría, los problemas se detectaron en tramos de la Ruta 3, entre La Valencia y Pirro; en la Ruta 1, entre La Angostura y Esparza; y en la Ruta 301, entre San Ignacio de Acosta y Sabanillas. Lo que encontraron allí no fue precisamente un paisaje digno de postal. En la Ruta 3, la exudación, que es esa superficie lisa y resbaladiza, parece haber tomado posesión de la carretera. En la Ruta 1, ¡lo mismo! Y en la 301, ahí sí tocó ver desplazamientos de mezcla asfáltica, grietas y hasta reducción de espesores… ¡Una combinación explosiva!
Lo peor de todo es que esto no es un simple detalle estético. Estamos hablando de riesgos para la seguridad vial, mae. Imagínate andar por esas rutas con lluvia, o incluso con polvo, y tener que lidiar con una superficie que no te da confianza. Los conductores están corriendo un peligro innecesario, y eso es inaceptable. Además, toda esta situación pone en tela de juicio la calidad de los materiales utilizados y la supervisión de los trabajos.
El Lanamme no andaba con rodeos en su informe. Señalan que no atender estos deterioros bajo la garantía de buena obra es un “uso ineficiente de recursos públicos”. ¡Y tienen razón! Nos estamos tirando el dinero en arreglos que tendríamos que estar pagando con el tiempo, y no porque la naturaleza quiso jugar sus cartas. Esto demuestra una falta de planificación y control que nos sale cara a todos.
¿Y qué ha hecho el Conavi ante estos resultados? Pues aprobaron algunas medidas correctivas en la Ruta 1, pero aparentemente no lograron solucionar los problemas. En la Ruta 3, prometieron una intervención, y en la 301 crearon un plan de acción... que, por cierto, aún no se ha implementado. ¡Parece que la burocracia se anda comiendo el asunto! Uno se pregunta si realmente les preocupa la situación o si solo están haciendo gestos para aparentar que hacen algo.
Es importante recalcar que este tipo de situaciones no son nuevas. Hemos visto cómo proyectos de infraestructura, que costaron fortunas, terminan cayéndose a pedazos en cuestión de años. ¿Será que necesitamos revisar los procesos de licitación? ¿Estamos exigiendo suficientes garantías de calidad? ¿O simplemente hay corrupción metida en el brete?
Esto me recuerda a aquella vez que arreglaron la calle en mi barrio, y a los pocos meses ya estaba llena de baches. ¡Un chino! Pero bueno, esto es otra historia. Lo que importa ahora es ponerle pañuelos a este problema del Conavi y exigir soluciones reales y duraderas. No podemos seguir permitiendo que nuestros impuestos se esfumen en obras deficientes que ponen en riesgo nuestras vidas.
En fin, parece que estamos ante otro caso flagrante de cómo el descuido y la falta de transparencia pueden afectar gravemente la calidad de vida de los costarricenses. ¿Ustedes qué piensan? ¿Deberíamos exigir una investigación exhaustiva sobre estas irregularidades, o simplemente esperar a que el Conavi invente otra solución chapucera?
