Ay, mi gente, pues resulta que la cosa está que arde con el tema de Puerto Caldera. Las cámaras empresariales, hartas de esperar, le están echando un buen empujón a la Contraloría para que desenrede este nudo gordísimo en la licitación. Ya saben, la modernización del puerto va más lenta que perezoso caminando a paso de tortuga.
Desde hace rato el sector productivo venía batallando con esto, pero ahora la paciencia se les acabó. Sergio Capón, el presidente de la Cámara de Industrias, salió con chimas diciendo que esto ya no puede seguir así, porque estamos perdiendo competitividad a manos llenas y los bolsillos de los consumidores terminan sintiendo la estocada. ¡Qué sal!
Y ni hablar de la espera eterna. Resulta que la Contraloría, allá por julio pasado, recibió algunas objeciones de unas compañias que estaban buscando meterse en la licitación. Eso obligó al INCOP a cambiar algunas cosas en el pliego, y ahora la fecha para presentar ofertas se movió hasta noviembre. ¡Imagínense! Casi seis meses de pura incertidumbre, esperando a ver qué sale del caldo.
Pero la bronca no es solamente esperar. Según un estudio de la Cámara de Industrias, casi la mitad de las fábricas ya están sintiendo los efectos de esta demora. Algunas han tenido que buscar otros puertos, lo cual implica gastos extra, o simplemente retrasos en la producción que no pintan nada bien. Y peor aún, más del 68% dice que si la situación no cambia en unos tres años, se van a ir pa’ otro lado, ¡se van directamente al traste!
¿Se imaginan el daño que eso le haría a nuestro país? Perder esas empresas significaría menos empleos, menos inversión y menos dinamismo económico. No sería precisamente la jugada más chiva, diay. El problema es que Caldera ya está reventando, operando al máximo de su capacidad. Esto encarece todo el negocio del comercio exterior y nos pone en desventaja frente a otros países de la región.
Las cámaras empresariales, entre ellas UCCAEP, CRECEX y AmCham, están haciendo todo lo posible para alertar a las autoridades. Han pedido a la Contraloría que revise sus procesos con la misma urgencia que se maneja un chunche importante. Porque, vamos a ser honestos, esto no es cualquier cosa. Estamos hablando del futuro de nuestra economía.
Capón, con toda la razón del mundo, comentó que hemos perdido un tiempo valioso, esperando a modernizar Caldera desde hace una década. Él dice que la inacción nos sigue castigando y que necesitamos darle una solución rápida y efectiva a este brete. Nos está costando caro, literal, y ya no podemos seguir jugando a la ruleta rusa con la economía del país. Además, si no hacemos las cosas bien, nos quedaremos atrás y perderemos oportunidades de crecimiento, ¡qué torta!
En fin, la pelota está en el tejado de la Contraloría. Esperemos que escuchen a los empresarios y agilicen este proceso lo más pronto posible. Pero me pregunto, ¿creen ustedes que la burocracia podrá moverse tan rápido como lo necesita el sector productivo, o seguiremos viendo cómo Puerto Caldera se convierte en un cuello de botella para la economía costarricense?
Desde hace rato el sector productivo venía batallando con esto, pero ahora la paciencia se les acabó. Sergio Capón, el presidente de la Cámara de Industrias, salió con chimas diciendo que esto ya no puede seguir así, porque estamos perdiendo competitividad a manos llenas y los bolsillos de los consumidores terminan sintiendo la estocada. ¡Qué sal!
Y ni hablar de la espera eterna. Resulta que la Contraloría, allá por julio pasado, recibió algunas objeciones de unas compañias que estaban buscando meterse en la licitación. Eso obligó al INCOP a cambiar algunas cosas en el pliego, y ahora la fecha para presentar ofertas se movió hasta noviembre. ¡Imagínense! Casi seis meses de pura incertidumbre, esperando a ver qué sale del caldo.
Pero la bronca no es solamente esperar. Según un estudio de la Cámara de Industrias, casi la mitad de las fábricas ya están sintiendo los efectos de esta demora. Algunas han tenido que buscar otros puertos, lo cual implica gastos extra, o simplemente retrasos en la producción que no pintan nada bien. Y peor aún, más del 68% dice que si la situación no cambia en unos tres años, se van a ir pa’ otro lado, ¡se van directamente al traste!
¿Se imaginan el daño que eso le haría a nuestro país? Perder esas empresas significaría menos empleos, menos inversión y menos dinamismo económico. No sería precisamente la jugada más chiva, diay. El problema es que Caldera ya está reventando, operando al máximo de su capacidad. Esto encarece todo el negocio del comercio exterior y nos pone en desventaja frente a otros países de la región.
Las cámaras empresariales, entre ellas UCCAEP, CRECEX y AmCham, están haciendo todo lo posible para alertar a las autoridades. Han pedido a la Contraloría que revise sus procesos con la misma urgencia que se maneja un chunche importante. Porque, vamos a ser honestos, esto no es cualquier cosa. Estamos hablando del futuro de nuestra economía.
Capón, con toda la razón del mundo, comentó que hemos perdido un tiempo valioso, esperando a modernizar Caldera desde hace una década. Él dice que la inacción nos sigue castigando y que necesitamos darle una solución rápida y efectiva a este brete. Nos está costando caro, literal, y ya no podemos seguir jugando a la ruleta rusa con la economía del país. Además, si no hacemos las cosas bien, nos quedaremos atrás y perderemos oportunidades de crecimiento, ¡qué torta!
En fin, la pelota está en el tejado de la Contraloría. Esperemos que escuchen a los empresarios y agilicen este proceso lo más pronto posible. Pero me pregunto, ¿creen ustedes que la burocracia podrá moverse tan rápido como lo necesita el sector productivo, o seguiremos viendo cómo Puerto Caldera se convierte en un cuello de botella para la economía costarricense?