¡Ay, Dios mío, qué torta! Resulta que el Gobierno, en toda su sabiduría, parece haberse echado un sueñito mientras un barco de medio billón de colones – sí, medio billón, ¡una locura! – se pudre tranquilamente en Puerto Golfito. La vaina es que, ni corto ni perezoso, un grupo de expertos le dijeron al Sinac, todavía en el gobierno de Alvarado, que lo movieran, pero ahí nomás se quedó, cubierto de sarán y comiéndose el polvo.
La historia, como nos cuentan, empezó hace unos años, cuando compraron esta embarcación –‘El Guardián’ la llamaron– con la ilusión de patrullar la Isla del Coco, nuestro tesoro nacional. Pero bueno, desde el primer día, la nave andaba con fallas de fábrica, más problemas que un brete. Después de unas pruebas, se dieron cuenta de que estaba más agüeyada que un café frío, así que iniciaron una investigación interna para ver qué demonios pasó.
Y ahí fue cuando apareció el órgano director, un grupete de gente encargada de analizar la situación y buscarle solución. Estos señores, con mucho tino, le escribieron al director ejecutivo del Sinac, ya bajo el mando de Chaves, proponiendo varias opciones: intentar extender la garantía, meter presión al proveedor o simplemente mover el barco a otro lugar donde pudiera servirle de algo. Tres ideas bien pensadas, diay.
El informe final, que ahora tenemos en nuestras manos, dejaba claro que había que hacer algo rápido para evitar que la vaina se fuera al traste. Le pedían al fiscalizador que diera un reporte sobre el estado del barco, le decían al gobierno que lo cuidaran bien y le sugerían que encontraran un nuevo uso para él, quizás en otra área de conservación marina. Pero resulta que… nada de eso ocurrió. Total, pura conversación.
Imagínate, el barco sigue ahí, en la Marina de Puerto Golfito, oxidándose y perdiendo valor. Parece que los jefes del gobierno actual decidieron ignorar la recomendación del órgano director y dejarlo plantado. Un verdadero despilfarro de recursos públicos, ¿eh? Porque claro, ¡medio billón de colones no crecen en los árboles! Ni siquiera en las ceibas de Dota.
Ahora, el Sinac dice que el barco “se encuentra en adecuadas condiciones físicas y operativas”, pero que no puede navegar porque el oleaje en la Isla del Coco es demasiado fuerte. Y mira tú, que sí tienen certificado de navegabilidad y póliza de seguro, pero lo único que hacen es echarle la culpa al clima. ¿Será que acaso están buscando excusas para justificar su inacción?
Lo peor de todo es que, según un informe del SICOP, el barco tenía grietas, problemas en las hélices y fallas en el piloto automático, incluso antes de entrar en funcionamiento. Y todo esto se descubrió durante las pruebas que hicieron en el mismo sistema de compras públicas. ¡Qué sal! ¡Se compró un barco defectuoso y encima no le quieren asumir la responsabilidad!
En fin, la historia de ‘El Guardián’ es un ejemplo perfecto de cómo la burocracia y la falta de voluntad política pueden llevar a perder dinero público y oportunidades valiosas para proteger nuestro patrimonio natural. Así que me pregunto, ¿cree usted que el Gobierno debería vender el barco a precio de saldo o buscarle un nuevo destino, aunque sea lejos de la Isla del Coco? Díganos qué piensa en los comentarios, ¡queremos saber su opinión!
La historia, como nos cuentan, empezó hace unos años, cuando compraron esta embarcación –‘El Guardián’ la llamaron– con la ilusión de patrullar la Isla del Coco, nuestro tesoro nacional. Pero bueno, desde el primer día, la nave andaba con fallas de fábrica, más problemas que un brete. Después de unas pruebas, se dieron cuenta de que estaba más agüeyada que un café frío, así que iniciaron una investigación interna para ver qué demonios pasó.
Y ahí fue cuando apareció el órgano director, un grupete de gente encargada de analizar la situación y buscarle solución. Estos señores, con mucho tino, le escribieron al director ejecutivo del Sinac, ya bajo el mando de Chaves, proponiendo varias opciones: intentar extender la garantía, meter presión al proveedor o simplemente mover el barco a otro lugar donde pudiera servirle de algo. Tres ideas bien pensadas, diay.
El informe final, que ahora tenemos en nuestras manos, dejaba claro que había que hacer algo rápido para evitar que la vaina se fuera al traste. Le pedían al fiscalizador que diera un reporte sobre el estado del barco, le decían al gobierno que lo cuidaran bien y le sugerían que encontraran un nuevo uso para él, quizás en otra área de conservación marina. Pero resulta que… nada de eso ocurrió. Total, pura conversación.
Imagínate, el barco sigue ahí, en la Marina de Puerto Golfito, oxidándose y perdiendo valor. Parece que los jefes del gobierno actual decidieron ignorar la recomendación del órgano director y dejarlo plantado. Un verdadero despilfarro de recursos públicos, ¿eh? Porque claro, ¡medio billón de colones no crecen en los árboles! Ni siquiera en las ceibas de Dota.
Ahora, el Sinac dice que el barco “se encuentra en adecuadas condiciones físicas y operativas”, pero que no puede navegar porque el oleaje en la Isla del Coco es demasiado fuerte. Y mira tú, que sí tienen certificado de navegabilidad y póliza de seguro, pero lo único que hacen es echarle la culpa al clima. ¿Será que acaso están buscando excusas para justificar su inacción?
Lo peor de todo es que, según un informe del SICOP, el barco tenía grietas, problemas en las hélices y fallas en el piloto automático, incluso antes de entrar en funcionamiento. Y todo esto se descubrió durante las pruebas que hicieron en el mismo sistema de compras públicas. ¡Qué sal! ¡Se compró un barco defectuoso y encima no le quieren asumir la responsabilidad!
En fin, la historia de ‘El Guardián’ es un ejemplo perfecto de cómo la burocracia y la falta de voluntad política pueden llevar a perder dinero público y oportunidades valiosas para proteger nuestro patrimonio natural. Así que me pregunto, ¿cree usted que el Gobierno debería vender el barco a precio de saldo o buscarle un nuevo destino, aunque sea lejos de la Isla del Coco? Díganos qué piensa en los comentarios, ¡queremos saber su opinión!