Mae, póngale atención a esta vara porque la cosa está color de hormiga. Uno a veces se acostumbra a que entren los aguaceros y con ellos la típica gripe, pero lo que está pasando en el Hospital Nacional de Niños ya pasó de castaño a oscuro. El reporte de este lunes es para sentarse a llorar: el hospital no está lleno, está reventado. Hablamos de un 110% de ocupación por infecciones respiratorias. Diay, para que me entiendan: tienen 67 camas para estos casos y en este momento hay 74 güilas internados. Siete niños más de los que físicamente caben. ¡Qué despiche!
Y si usted cree que esa es la peor parte, agárrese. La vara se puso fea, y se puso fea rápido. Según los datos del propio Ministerio de Salud, hace menos de una semana, el 12 de agosto, la ocupación andaba por un 77%. Seis días después, ¡pum! Se disparó al 110%. Eso significa que en menos de lo que canta un gallo, 22 familias más tuvieron que salir corriendo al hospital con un chiquito grave. Es un aumento que asusta y que pone a todo el personal de salud a hacer milagros para atender a todo el mundo. El brete que se están pegando esos doctores y enfermeras es de no creer, tratando de sacar agua del bote con los recursos al límite. ¡Qué sal que la cosa se ponga así cada temporada!
La doctora Lydiana Ávila, que es la jefa de Medicina ahí en el hospital, lo dijo clarito: “Ya tenemos las lluvias establecidas y debemos recordar que esto hace que aumente la circulación de los virus respiratorios”. Es el ABC que ya todos nos sabemos de memoria: más lluvia, más gente encerrada, más hacinamiento y, por ende, el coctel perfecto para que los virus hagan fiesta. Por eso la cantaleta de siempre, que a veces hasta da pereza oírla, pero que es más importante que nunca: lávense las manos como si no hubiera un mañana, ventilen los chante y, si andan mocosos, mejor se guardan para no regar el bicho por todo lado.
Lo más duro es ver a quiénes está golpeando más fuerte este asunto. Los datos acumulados del año no mienten y son un golpe directo al corazón: los más afectados son los más pequeños, los güilas de 1 a 4 años y los menores de un año. Son casi 2.000 casos graves solo en esos dos grupos. Y en el otro extremo, los adultos mayores de 75 también se están llevando la peor parte. ¿Los culpables de esta fiesta? La lista la encabeza un viejo conocido, el rinovirus, seguido de cerca por el covid-19 (que se niega a dejarnos en paz) y la parainfluenza. Un trío que, combinado, está demostrando ser una verdadera pesadilla para el sistema de salud.
Al final del día, la vara es seria. Más allá de los números y los porcentajes, estamos hablando de chiquitos que no pueden respirar bien, de papás angustiados y de un hospital que está literalmente hasta el queque. Los síntomas son claros: fiebre, tos, dificultad para respirar... Si ven algo de eso, no se la jueguen y busquen ayuda médica. La prevención es clave, pero saber reaccionar a tiempo puede hacer toda la diferencia. Ahora les pregunto a ustedes, foreros: ¿están tomando alguna medida extra en sus casas con estos aguaceros o ya se resignaron al moco de cada invierno? ¿Cómo ven la jugada?
Y si usted cree que esa es la peor parte, agárrese. La vara se puso fea, y se puso fea rápido. Según los datos del propio Ministerio de Salud, hace menos de una semana, el 12 de agosto, la ocupación andaba por un 77%. Seis días después, ¡pum! Se disparó al 110%. Eso significa que en menos de lo que canta un gallo, 22 familias más tuvieron que salir corriendo al hospital con un chiquito grave. Es un aumento que asusta y que pone a todo el personal de salud a hacer milagros para atender a todo el mundo. El brete que se están pegando esos doctores y enfermeras es de no creer, tratando de sacar agua del bote con los recursos al límite. ¡Qué sal que la cosa se ponga así cada temporada!
La doctora Lydiana Ávila, que es la jefa de Medicina ahí en el hospital, lo dijo clarito: “Ya tenemos las lluvias establecidas y debemos recordar que esto hace que aumente la circulación de los virus respiratorios”. Es el ABC que ya todos nos sabemos de memoria: más lluvia, más gente encerrada, más hacinamiento y, por ende, el coctel perfecto para que los virus hagan fiesta. Por eso la cantaleta de siempre, que a veces hasta da pereza oírla, pero que es más importante que nunca: lávense las manos como si no hubiera un mañana, ventilen los chante y, si andan mocosos, mejor se guardan para no regar el bicho por todo lado.
Lo más duro es ver a quiénes está golpeando más fuerte este asunto. Los datos acumulados del año no mienten y son un golpe directo al corazón: los más afectados son los más pequeños, los güilas de 1 a 4 años y los menores de un año. Son casi 2.000 casos graves solo en esos dos grupos. Y en el otro extremo, los adultos mayores de 75 también se están llevando la peor parte. ¿Los culpables de esta fiesta? La lista la encabeza un viejo conocido, el rinovirus, seguido de cerca por el covid-19 (que se niega a dejarnos en paz) y la parainfluenza. Un trío que, combinado, está demostrando ser una verdadera pesadilla para el sistema de salud.
Al final del día, la vara es seria. Más allá de los números y los porcentajes, estamos hablando de chiquitos que no pueden respirar bien, de papás angustiados y de un hospital que está literalmente hasta el queque. Los síntomas son claros: fiebre, tos, dificultad para respirar... Si ven algo de eso, no se la jueguen y busquen ayuda médica. La prevención es clave, pero saber reaccionar a tiempo puede hacer toda la diferencia. Ahora les pregunto a ustedes, foreros: ¿están tomando alguna medida extra en sus casas con estos aguaceros o ya se resignaron al moco de cada invierno? ¿Cómo ven la jugada?