¡Ay, Dios mío! El Teatro Nacional, joya de Costa Rica, otra vez en el ojo del huracán. Resulta que el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) anda revolucionado porque descubrieron unas fallas gordas en cómo le estaban poniendo las manos a las puertas norte y sur del recinto. Parece que alguien no anduvo cumpliendo con las normas y ahora toca limpiar el barniz, literalmente.
La movida comenzó hace unos días, cuando el ministro Jorge Rodríguez le pidió un informe urgente a la Dirección de Patrimonio Cultural para saber qué onda con la restauración. Pues, ahí salió la macana: los trabajos no podían seguir así, ¡qué torta! Según el director de Patrimonio, José Fernando Madrigal, los artesanos le estaban haciendo fechorías a las puertas, aplicando productos que no iban con la historia del lugar.
Imagínense, las pobres puertas están desmontadas y bajo resguardo del mismo teatro. Ahora van a traer artesanos expertos para rescatarlas y devolverles su brillo original, pero siguiendo las reglas de la Unesco, que son las que mandan en estos temas. Lo que quieren es quitarle esos brillos satínaltos que parecían sacados de una disco, capas gruesas y otras cosas raras que no tienen nada que ver con el estilo colonial del Teatro.
Madrigal nos explica que lo ideal era mantener un acabado satinado mate, que dejara ver bien los relieves y los detalles de las puertas. Pero no, parece que alguien se emocionó con las pinturas al óleo y empezó a experimentar con veladuras e imitaciones de madera… ¡Qué bárbaro! Por eso mismo, el ministro Rodríguez ordenó meterle lupa al caso y abrir una investigación preliminar a los responsables. Ya estamos viendo cómo se desarrollan las cosas, diay.
Además de la investigación, Rodríguez también pidió ponerle una multa a la empresa que estaba a cargo de la restauración por llegar tarde y por hacer un trabajo medio flojo. Aparentemente, hubo problemas con la gestión del contrato y la ejecución de las obras. Esto demuestra que, a veces, aunque tengas toda la intención del mundo, si no te organizas bien, la cosa se va al traste. Uno pensaría que con semejante patrimonio, se pondrían todas las pilas, ¿verdad?
Para asegurar que no haya más sorpresas desagradables, el ministro Rodríguez designó a Madrigal para que vigile de cerca cómo siguen los trabajos. También le dijo a la viceministra Carmen Campos que tome cartas en el asunto y asegure que se cumplan todas las normas establecidas. Esto es pa’ que quede claro: con el patrimonio nacional no se juega, mae. Hay que cuidarlo como si fuera el chunche más preciado.
Rodríguez agradeció a la gente que ha estado pendiente de esto y recalcó que el Ministerio no va a escatimar en nada para proteger nuestro patrimonio. Afirmó que no importan quiénes hayan sido los responsables –si funcionarios del ministerio o la propia empresa–, van a investigar a fondo y aplicar la ley con rigor. Así de claro lo dijo, con toda la fuerza que tiene un ministro preocupado por el futuro de nuestra cultura.
Ahora, la gran pregunta queda abierta: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, evitar que este tipo de situaciones se repitan y asegurarnos de que nuestro patrimonio histórico y cultural esté siempre en buenas manos? ¿Deberíamos exigir mayor transparencia en los procesos de contratación y supervisión, o hay otras medidas que podrían ser más efectivas? ¡Compartan sus ideas!
La movida comenzó hace unos días, cuando el ministro Jorge Rodríguez le pidió un informe urgente a la Dirección de Patrimonio Cultural para saber qué onda con la restauración. Pues, ahí salió la macana: los trabajos no podían seguir así, ¡qué torta! Según el director de Patrimonio, José Fernando Madrigal, los artesanos le estaban haciendo fechorías a las puertas, aplicando productos que no iban con la historia del lugar.
Imagínense, las pobres puertas están desmontadas y bajo resguardo del mismo teatro. Ahora van a traer artesanos expertos para rescatarlas y devolverles su brillo original, pero siguiendo las reglas de la Unesco, que son las que mandan en estos temas. Lo que quieren es quitarle esos brillos satínaltos que parecían sacados de una disco, capas gruesas y otras cosas raras que no tienen nada que ver con el estilo colonial del Teatro.
Madrigal nos explica que lo ideal era mantener un acabado satinado mate, que dejara ver bien los relieves y los detalles de las puertas. Pero no, parece que alguien se emocionó con las pinturas al óleo y empezó a experimentar con veladuras e imitaciones de madera… ¡Qué bárbaro! Por eso mismo, el ministro Rodríguez ordenó meterle lupa al caso y abrir una investigación preliminar a los responsables. Ya estamos viendo cómo se desarrollan las cosas, diay.
Además de la investigación, Rodríguez también pidió ponerle una multa a la empresa que estaba a cargo de la restauración por llegar tarde y por hacer un trabajo medio flojo. Aparentemente, hubo problemas con la gestión del contrato y la ejecución de las obras. Esto demuestra que, a veces, aunque tengas toda la intención del mundo, si no te organizas bien, la cosa se va al traste. Uno pensaría que con semejante patrimonio, se pondrían todas las pilas, ¿verdad?
Para asegurar que no haya más sorpresas desagradables, el ministro Rodríguez designó a Madrigal para que vigile de cerca cómo siguen los trabajos. También le dijo a la viceministra Carmen Campos que tome cartas en el asunto y asegure que se cumplan todas las normas establecidas. Esto es pa’ que quede claro: con el patrimonio nacional no se juega, mae. Hay que cuidarlo como si fuera el chunche más preciado.
Rodríguez agradeció a la gente que ha estado pendiente de esto y recalcó que el Ministerio no va a escatimar en nada para proteger nuestro patrimonio. Afirmó que no importan quiénes hayan sido los responsables –si funcionarios del ministerio o la propia empresa–, van a investigar a fondo y aplicar la ley con rigor. Así de claro lo dijo, con toda la fuerza que tiene un ministro preocupado por el futuro de nuestra cultura.
Ahora, la gran pregunta queda abierta: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, evitar que este tipo de situaciones se repitan y asegurarnos de que nuestro patrimonio histórico y cultural esté siempre en buenas manos? ¿Deberíamos exigir mayor transparencia en los procesos de contratación y supervisión, o hay otras medidas que podrían ser más efectivas? ¡Compartan sus ideas!
