Diay, maes, a veces uno ve noticias que son puro bla bla corporativo, pero de vez en cuando sale una vara que de verdad está bien tuanis. Resulta que la empresa Durman y la gente de ecoins, esa plataforma que nos da puntos por ser responsables, se pusieron las pilas y armaron un concurso para escuelas y colegios que premia el reciclaje no con una medalla de cartón, sino con algo que de verdad sirve: un sistema para cosechar agua de lluvia. Y no es un tanquecito cualquiera, estamos hablando de uno con capacidad para 2.500 litros. ¡Casi nada!
¿Y cómo funciona la movida? Facilísimo. Cualquier centro educativo, desde los güilas de kínder hasta los maes de quinto año, puede entrarle. El brete es sencillo pero requiere disciplina: tienen que ponerse a recolectar todo el material valorizable que puedan (plástico, vidrio, aluminio, cartón, lo que sea) y llevarlo a un gestor autorizado. La clave está en que el representante de la escuela tiene que registrar cada entrega en la aplicación de ecoins. Cada registro les da cupones para el sorteo, así que entre más reciclen y más reporten, más posibilidades tienen de llevarse el chunche para la casa. ¡Pura gamificación ambiental!
Ahora, vamos a lo importante. Esto no es solo un jueguito para ver quién junta más botellas. Como dijo Andrea Azofeifa, la gerente de Mercadeo de Durman, en un país donde ya sentimos el impacto del cambio climático y las señales de escasez de agua son cada vez más serias, la cosecha de lluvia es una solución real. Seamos honestos, con estos veranos que parecen el infierno y los racionamientos a la vuelta de la esquina, esta idea no es solo bonita, es súper necesaria. Es enseñarles a los carajillos desde pequeños que el agua no es infinita y que hay formas inteligentes de manejarla.
Para que se hagan una idea del impacto, los centros educativos que ya usan estos sistemas aprovechan el agua de lluvia para los servicios sanitarios, las pilas o para regar las huertas. Eso, maes, puede significar un ahorro de casi una cuarta parte del consumo diario de agua por persona. ¡Imagínense el montón de agua potable que se ahorra una escuela si deja de jalar la cadena o regar los chayotes con agua del tubo! ¡Qué carga pensar que una solución tan simple, que literalmente nos cae del cielo, puede tener un impacto tan grande en la factura y, más importante, en las reservas del país!
La convocatoria está abierta hasta el 31 de agosto, y el ganador lo anuncian el 9 de septiembre, justo para celebrar el Día de la Niñez. Un regalazo con propósito. La verdad, iniciativas como esta demuestran que se puede fomentar una cultura de sostenibilidad sin que sea aburrido, metiendo a toda la comunidad educativa en el mismo barco. Ojalá más empresas y organizaciones se apunten a este tipo de proyectos. ¿Ustedes qué opinan? ¿Conocen alguna escuela que ya esté en estas? ¿O qué otras ideas así de chivas han visto por ahí para que los güilas aprendan a cuidar el planeta desde el aula?
¿Y cómo funciona la movida? Facilísimo. Cualquier centro educativo, desde los güilas de kínder hasta los maes de quinto año, puede entrarle. El brete es sencillo pero requiere disciplina: tienen que ponerse a recolectar todo el material valorizable que puedan (plástico, vidrio, aluminio, cartón, lo que sea) y llevarlo a un gestor autorizado. La clave está en que el representante de la escuela tiene que registrar cada entrega en la aplicación de ecoins. Cada registro les da cupones para el sorteo, así que entre más reciclen y más reporten, más posibilidades tienen de llevarse el chunche para la casa. ¡Pura gamificación ambiental!
Ahora, vamos a lo importante. Esto no es solo un jueguito para ver quién junta más botellas. Como dijo Andrea Azofeifa, la gerente de Mercadeo de Durman, en un país donde ya sentimos el impacto del cambio climático y las señales de escasez de agua son cada vez más serias, la cosecha de lluvia es una solución real. Seamos honestos, con estos veranos que parecen el infierno y los racionamientos a la vuelta de la esquina, esta idea no es solo bonita, es súper necesaria. Es enseñarles a los carajillos desde pequeños que el agua no es infinita y que hay formas inteligentes de manejarla.
Para que se hagan una idea del impacto, los centros educativos que ya usan estos sistemas aprovechan el agua de lluvia para los servicios sanitarios, las pilas o para regar las huertas. Eso, maes, puede significar un ahorro de casi una cuarta parte del consumo diario de agua por persona. ¡Imagínense el montón de agua potable que se ahorra una escuela si deja de jalar la cadena o regar los chayotes con agua del tubo! ¡Qué carga pensar que una solución tan simple, que literalmente nos cae del cielo, puede tener un impacto tan grande en la factura y, más importante, en las reservas del país!
La convocatoria está abierta hasta el 31 de agosto, y el ganador lo anuncian el 9 de septiembre, justo para celebrar el Día de la Niñez. Un regalazo con propósito. La verdad, iniciativas como esta demuestran que se puede fomentar una cultura de sostenibilidad sin que sea aburrido, metiendo a toda la comunidad educativa en el mismo barco. Ojalá más empresas y organizaciones se apunten a este tipo de proyectos. ¿Ustedes qué opinan? ¿Conocen alguna escuela que ya esté en estas? ¿O qué otras ideas así de chivas han visto por ahí para que los güilas aprendan a cuidar el planeta desde el aula?