Maes, hay noticias que a uno le hielan la sangre, de esas que uno lee con el cafecito de la mañana y se le quita el sueño de golpe. Esta es una de ellas. Imagínense la escena: plena madrugada de viernes, casi las 3 a.m., usted va manejando por la Interamericana Sur, por esa parte oscura y llena de curvas de El Guarco, en Cartago. De repente, pasa lo impensable. Un pick-up se va directo a un guindo. Y no cualquier guindo, estamos hablando de una caída de 90 metros. ¡Noventa metros! Menuda torta la que se armó en el sector de Cangrejal.
Diay, la vara es que la alerta le llegó a la Cruz Roja a las 2:38 a.m. y, como siempre, los compas se movieron de inmediato. Según el reporte, cuando llegaron se encontraron con un escenario de película de terror. El chunche, hecho un acordeón allá abajo, y dos personas involucradas. Lo más extraño es que uno de los afectados ya estaba en la carretera cuando llegaron los paramédicos. ¿Cómo subió? ¿Salió expulsado? La nota no lo aclara, pero deja la mente volando. El verdadero despiche estaba en rescatar a la segunda persona, que seguía atrapada en la oscuridad del precipicio, a unos 70 metros de profundidad. Setenta metros, maes. Eso es bajar casi un edificio de 23 pisos a oscuras para salvar una vida.
Y aquí es donde uno tiene que quitarse el sombrero. En medio de todo el caos, del metal retorcido y la incertidumbre, los maes de la Cruz Roja demostraron por qué son unos cargas. El nivel de brete que se mandaron para realizar las maniobras, estabilizar el terreno y extraer a esa persona de semejante profundidad es de otro mundo. No es cualquiera el que se amarra y se tira a un guindo en plena madrugada. Tras un operativo que seguro fue eterno para todos los involucrados, lograron sacar al paciente y lo trasladaron en condición grave a un centro médico. Ojalá la persona se recupere, porque sobrevivir a algo así ya es un milagro.
Lo que queda después de una noticia como esta es una sensación de fragilidad. Esa carretera, especialmente de noche, es una verdadera trampa. Uno pasa por ahí y siempre va con el Cristo en la boca. Un pequeño descuido, un segundo de cansancio, un animal que se cruza, y el plan se va al traste de la peor manera. Este incidente es un recordatorio durísimo de lo rápido que puede cambiar todo. De verdad que qué salado terminar así una noche que, quién sabe, quizás había empezado de lo más tranquila. Es una de esas situaciones que nos recuerda que hay que manejar con mil ojos, sobre todo en rutas que sabemos que no perdonan.
En fin, un aplauso de pie para los cruzrojistas que se jugaron el pellejo y una pronta recuperación para la persona herida. La situación es un verdadero susto y nos deja pensando un montón de varas. Ahora les pregunto a ustedes, comunidad: más allá del evidente peligro, ¿qué creen que pudo haber pasado? ¿Será que el exceso de confianza nos gana en esas rutas conocidas? ¿Alguno ha tenido un susto o una mala experiencia manejando por esa zona de El Guarco de madrugada? Cuenten sus historias, a ver si entre todos hacemos un poco más de conciencia.
Diay, la vara es que la alerta le llegó a la Cruz Roja a las 2:38 a.m. y, como siempre, los compas se movieron de inmediato. Según el reporte, cuando llegaron se encontraron con un escenario de película de terror. El chunche, hecho un acordeón allá abajo, y dos personas involucradas. Lo más extraño es que uno de los afectados ya estaba en la carretera cuando llegaron los paramédicos. ¿Cómo subió? ¿Salió expulsado? La nota no lo aclara, pero deja la mente volando. El verdadero despiche estaba en rescatar a la segunda persona, que seguía atrapada en la oscuridad del precipicio, a unos 70 metros de profundidad. Setenta metros, maes. Eso es bajar casi un edificio de 23 pisos a oscuras para salvar una vida.
Y aquí es donde uno tiene que quitarse el sombrero. En medio de todo el caos, del metal retorcido y la incertidumbre, los maes de la Cruz Roja demostraron por qué son unos cargas. El nivel de brete que se mandaron para realizar las maniobras, estabilizar el terreno y extraer a esa persona de semejante profundidad es de otro mundo. No es cualquiera el que se amarra y se tira a un guindo en plena madrugada. Tras un operativo que seguro fue eterno para todos los involucrados, lograron sacar al paciente y lo trasladaron en condición grave a un centro médico. Ojalá la persona se recupere, porque sobrevivir a algo así ya es un milagro.
Lo que queda después de una noticia como esta es una sensación de fragilidad. Esa carretera, especialmente de noche, es una verdadera trampa. Uno pasa por ahí y siempre va con el Cristo en la boca. Un pequeño descuido, un segundo de cansancio, un animal que se cruza, y el plan se va al traste de la peor manera. Este incidente es un recordatorio durísimo de lo rápido que puede cambiar todo. De verdad que qué salado terminar así una noche que, quién sabe, quizás había empezado de lo más tranquila. Es una de esas situaciones que nos recuerda que hay que manejar con mil ojos, sobre todo en rutas que sabemos que no perdonan.
En fin, un aplauso de pie para los cruzrojistas que se jugaron el pellejo y una pronta recuperación para la persona herida. La situación es un verdadero susto y nos deja pensando un montón de varas. Ahora les pregunto a ustedes, comunidad: más allá del evidente peligro, ¿qué creen que pudo haber pasado? ¿Será que el exceso de confianza nos gana en esas rutas conocidas? ¿Alguno ha tenido un susto o una mala experiencia manejando por esa zona de El Guarco de madrugada? Cuenten sus historias, a ver si entre todos hacemos un poco más de conciencia.