Diay maes, hay noches que simplemente terminan de la peor manera. Cuando uno cree que ya va para la casa a descansar, pasa una de esas varas que le hielan a uno la sangre. Y la noticia que nos llegó anoche desde la Zona Norte es una de esas. ¡Qué torta más grande! Un carro con cuatro personas adentro se fue a un guindo de unos 30 metros, así como lo leen. El despiche ocurrió en esa ruta que conecta Ciudad Quesada con Aguas Zarcas, en un sector que los lugareños conocen como La Nube, por Quebrada del Palo. Una zona que, de por sí, tiene su fama de ser complicada, especialmente de noche.
Imagínense la escena: la oscuridad, un carro hecho un acordeón al fondo de un precipicio y la incertidumbre total sobre la gente que iba adentro. Por dicha, y esto hay que decirlo siempre, los cuerpos de socorro en este país son de otro nivel. Apenas se dio la alerta, se dejaron venir unidades de la Cruz Roja, Bomberos y hasta un montón de vecinos de la zona que, sin pensarlo dos veces, se apuntaron a ayudar en lo que pudieran. Porque así es la gente de campo, solidaria hasta la médula. Pero la cosa no estaba nada fácil; sacar a cuatro personas de un chunche metido en un hueco de 30 metros no es cualquier brete, y menos cuando cada segundo cuenta.
El operativo de rescate fue una vara seria y compleja. El vocero de la Cruz Roja, Lesther Fernández, lo explicó clarito: no era un rescate convencional. Tuvieron que usar un vehículo de primera intervención que anda equipo especializado, porque para sacar a los heridos de semejante precipicio se necesitaba montar todo un sistema de cuerdas. Fue un trabajo de precisión y fuerza, donde el más mínimo error podía complicarlo todo. Al final, después de un esfuerzo titánico, lograron extraer a los cuatro ocupantes. En total participaron cuatro ambulancias de soporte básico, demostrando la movilización que se requiere para una emergencia de esta magnitud.
Y aquí es donde la historia se pone más dura. El saldo del accidente es preocupante. De los cuatro hombres que viajaban en el vehículo, dos fueron trasladados en condición crítica, o sea, en categoría roja, que es cuando la vida pende de un hilo. Otro mae fue llevado en condición urgente (amarilla), y solo uno, por una de esas jugadas de la vida que nadie entiende, salió estable y ni siquiera necesitó que lo llevaran al hospital. ¡Qué sal! Ir en el mismo carro y que el destino sea tan distinto para cada uno. A los heridos de gravedad se los llevaron de inmediato para el Hospital San Carlos, donde uno se imagina que ahora mismo están luchando por salir adelante.
Ahora, como siempre pasa en estas situaciones, queda la pregunta del millón flotando en el aire: ¿qué fue lo que pasó? Las autoridades, como es lógico, dicen que las causas están bajo investigación. Pero los que conocemos esas carreteras de noche sabemos que las posibilidades son muchas. ¿Fue un exceso de velocidad? ¿Una falla mecánica? ¿Algún animal que se atravesó? ¿O simplemente las condiciones de la ruta, tal vez con lluvia o neblina, le jugaron una mala pasada al conductor? Es una verdadera lástima que estas cosas sigan pasando. Más allá de este caso específico, ¿creen ustedes que la mayoría de estos accidentes son por pura imprudencia al volante, por el estado de las carreteras en zonas más rurales o una mezcla de todo? Los leo.
Imagínense la escena: la oscuridad, un carro hecho un acordeón al fondo de un precipicio y la incertidumbre total sobre la gente que iba adentro. Por dicha, y esto hay que decirlo siempre, los cuerpos de socorro en este país son de otro nivel. Apenas se dio la alerta, se dejaron venir unidades de la Cruz Roja, Bomberos y hasta un montón de vecinos de la zona que, sin pensarlo dos veces, se apuntaron a ayudar en lo que pudieran. Porque así es la gente de campo, solidaria hasta la médula. Pero la cosa no estaba nada fácil; sacar a cuatro personas de un chunche metido en un hueco de 30 metros no es cualquier brete, y menos cuando cada segundo cuenta.
El operativo de rescate fue una vara seria y compleja. El vocero de la Cruz Roja, Lesther Fernández, lo explicó clarito: no era un rescate convencional. Tuvieron que usar un vehículo de primera intervención que anda equipo especializado, porque para sacar a los heridos de semejante precipicio se necesitaba montar todo un sistema de cuerdas. Fue un trabajo de precisión y fuerza, donde el más mínimo error podía complicarlo todo. Al final, después de un esfuerzo titánico, lograron extraer a los cuatro ocupantes. En total participaron cuatro ambulancias de soporte básico, demostrando la movilización que se requiere para una emergencia de esta magnitud.
Y aquí es donde la historia se pone más dura. El saldo del accidente es preocupante. De los cuatro hombres que viajaban en el vehículo, dos fueron trasladados en condición crítica, o sea, en categoría roja, que es cuando la vida pende de un hilo. Otro mae fue llevado en condición urgente (amarilla), y solo uno, por una de esas jugadas de la vida que nadie entiende, salió estable y ni siquiera necesitó que lo llevaran al hospital. ¡Qué sal! Ir en el mismo carro y que el destino sea tan distinto para cada uno. A los heridos de gravedad se los llevaron de inmediato para el Hospital San Carlos, donde uno se imagina que ahora mismo están luchando por salir adelante.
Ahora, como siempre pasa en estas situaciones, queda la pregunta del millón flotando en el aire: ¿qué fue lo que pasó? Las autoridades, como es lógico, dicen que las causas están bajo investigación. Pero los que conocemos esas carreteras de noche sabemos que las posibilidades son muchas. ¿Fue un exceso de velocidad? ¿Una falla mecánica? ¿Algún animal que se atravesó? ¿O simplemente las condiciones de la ruta, tal vez con lluvia o neblina, le jugaron una mala pasada al conductor? Es una verdadera lástima que estas cosas sigan pasando. Más allá de este caso específico, ¿creen ustedes que la mayoría de estos accidentes son por pura imprudencia al volante, por el estado de las carreteras en zonas más rurales o una mezcla de todo? Los leo.