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ella a veces se pasa de cariñosa, se me arrima cuando estoy en mi oficina y me hace masajitos y me pone un par de pechos que se tiene, como si uno fuera de palo.
Que espera hagale el favor porque se le va a ostinar de esperar y le ganan el mandado
jajaj ah bueno ahora se insulta.. jajaja quien empezo..no responderé los ataques personales, ya di mi opinion y mi opinion se defiende a si misma, al que le cae el guante...
feliz año
Mae véalo así el problema no es tener una amante o tres, el problema es retirarse sin que le hagan un escándalo recuede que hay algunas, que no les gusta perder y de que te hacen un tanate te lo hacen...........mas si tenes hijos con ella..............diay mejor deje a la doña en buenos términos y hágase de las amantes que quiera ya sin problemas..............
esas mujers son bien vivas, saben con quien meterse para sacarles plata o chantajearlos despues
Adjunto un artículo que salió en SOHO y lo tome prestado de la página del Jefe:
Contra la
fidelidad
Por Catalina Murillo
Este artículo solo es apto para mayores de
cuarenta años, esa edad en la que las personas dejan de engañarse a sí mismas,
aunque, por lo general, continúen engañando al prójimo.
Después de los cuarenta, casi todo el mundo ha
sido infiel. Los hombres, más; las mujeres, mejor. Según sondeos personales, la
mayoría de las personas reconoce que una aventura no solo no afectó su relación
de pareja, sino que hasta le vino bien. Después de los cuarenta, quien no ha
sido infiel necesita ayuda quirúrgica, porque es muy probable que sea el
apéndice de alguien: una persona a quien incluso le costará saber cómo se siente
si su pareja no se lo aclara. O sea: un discapacitado.
No vengo aquí a exponer las mil ventajas de no
ser fiel a una pareja: eso lo sabe cualquiera que haya estado casado más de
siete minutos. Sabe lo dulces que pueden ser las infidelidades, lo apasionadas,
divertidas, energizantes, antidepresivas... La infidelidad, como el ejercicio y
la buena alimentación, aumenta nuestra propia seguridad, y quien existe para sí
mismo, no solo para otro, es apetecido y apetece. Eso lo sabe todo aquel que
quiere —precisamente— conservar su vida en pareja y, por lo tanto, se escucha a
sí mismo.
Unos cuernos a tiempo pueden salvar una
relación de pareja (o varias, si los otros también son casados). “El matrimonio
es una carga tan pesada que para llevarla hacen falta dos personas y a veces
hasta tres”, dijo Óscar Wilde, pero podría haberlo dicho el cura de mi pueblo en
uno de sus ramalazos de honestidad y lucidez.
Así que esta diatriba es contra alguien que
quiera serme fiel. Es contra ese desdichado que pretenda halagarme poniéndome
candados en el torrente hormonal. “Te seré fiel”, te dice un hombre dizque
enamorado, y una casi oye cuando piensa: “Por mucho que me cueste”. “No, por
favor, diusguardi, ¡yo no quiero serme fiel ni a mí misma! ¿Cómo se le ocurre
imponerme semejante cruz?”.
En realidad, quien promete ser fiel no tiene
mucho que ofrecer; o solo tiene eso: quince o veinte centímetros de su
humanidad, como máximo, en el caso de los varones. Una minucia. Porque, vamos a
ver, ¿qué ofrece el individuo promedio? ¿Cómo se traduce, en términos prácticos,
eso de la fidelidad? Aquel que se anuncia fiel —y, obviamente, espera el mismo
trato— está aterrorizado antes de empezar. Es el típico caso de quien pretende
vivir sin correr riesgos y, entonces, trata de convencer a todos de que vivir es
únicamente respirar.
Sin ocuparnos de lleno en la raíz religiosa del
asunto, la fidelidad es un mandamiento que pasa por el cuerpo, y el cuerpo, ya
se sabe, es un campo de batalla. “No desearás a la mujer de tu prójimo”, dicen
los católicos, cuando el verdadero pecado es dejarla insatisfecha.
A decir verdad, el mezquino que ofrece
fidelidad, pudiendo ofrecer sexo oral, no se está ofreciendo como objeto de
placer, sino como propietario de un placer que no es suyo. Dicho con elegancia:
es la privatización del deseo ajeno. Dicho como se debe: es una usurpación, un
fraude.
Lo que parece un acto de suprema generosidad
es, en realidad, un ardid de absoluta egolatría. La fidelidad es, por así
decirlo, el embrutecimiento del cuerpo y la clausura de la sexualidad.Es la
versión reproductiva de la castidad, un derivado del sexo católico y misionero,
que no libera, pero sí empobrece.
“El matrimonio, cuando no mata, desfigura”,
dice el poeta Rodríguez Ballesteros. Después de los cuarenta años, la doctrina
de la fidelidad es consuelo de tontos; lo peor de todo: se nota en la
cara.
Pues siendo asi la vara, porque no me presenta a su doña para ser amante de ella??
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