¡Eidai, mi gente! Directamente desde el Foro de Costa Rica, traemos unas reflexiones navideñas que vale la pena echarle un buen ojo. La ex primera dama, doña Gloria Bejarano, nos dejó unas palabras que te hacen pensar, a ver si no te agarran desprevenido.
En medio del bullicio de compras, decoraciones y cenas familiares, doña Gloria nos recuerda que somos unos afortunados. En un continente convulso, donde la guerra, la desigualdad y la desesperación parecen ser la norma, nosotros seguimos disfrutando de una paz relativa, libertades civiles y oportunidades que muchos ni siquiera pueden soñar. ¿Quién iba a decir que este pequeño país tropical sería un oasis de estabilidad?
Ella plantea la pregunta crucial: ¿qué hicimos diferente? ¿Por qué logramos construir una nación basada en el diálogo y el respeto mutuo, mientras nuestros hermanos latinoamericanos luchaban contra la dictadura, la violencia y la miseria? No es fácil encontrar una respuesta sencilla, pero la historia nos muestra que la capacidad de negociación, la defensa de las instituciones democráticas y el compromiso con la justicia social han sido pilares fundamentales.
Doña Gloria nos invita a valorar esas cosas que damos por sentadas: el acceso al agua potable, la seguridad en nuestras calles, la posibilidad de expresar nuestras opiniones libremente, la certeza de que ante la ley todos somos iguales. Cosas que para nosotros son normales, pero que para millones de personas en otras partes del mundo son un lujo impagable.
Imaginen la escena que describe: mujeres en comunidades remotas bañándose en lodo para proteger su cabello y piel, mientras nosotros desperdiciamos litros de agua diariamente. ¿Qué nivel de inconsciencia a veces demostramos? Nos acostumbramos tanto a tener todo a nuestra disposición que olvidamos agradecer por ello y nos enfocamos en lo que nos falta, en lugar de apreciar lo que ya tenemos. ¡Qué torta!
Y precisamente ahí radica la reflexión navideña: tomar un momento para reconocer la deuda de gratitud que tenemos con quienes nos precedieron, con aquellos que lucharon por construir este país pacífico y próspero, con nuestros ancestros que nos dejaron un legado invaluable. Recordar que la democracia no es un regalo divino, sino una conquista constante que requiere vigilancia y participación ciudadana.
Ver a miles de migrantes cruzar nuestras fronteras en busca de refugio, huyendo de la violencia y la persecución, nos pone un espejo en cara. Ellos anhelan lo que nosotros damos por sentado: un lugar seguro donde criar a sus hijos, un sistema legal que los proteja, la oportunidad de labrarse un futuro digno. Verlos pasar hambre, separados de sus seres queridos, nos debería despertar la conciencia y movilizarnos a ayudarles.
Así que este 24 de diciembre, cuando nos reunamos alrededor de la mesa a compartir el tradicional tamal, detengámonos un instante a agradecer por todas esas bendiciones que hemos recibido y a reflexionar sobre cómo podemos contribuir a construir un país aún más justo, equitativo y solidario. Porque, seamos honestos, todavía queda mucho brete por delante. Ahora dime, ¿crees que realmente valoramos lo suficiente la paz y la libertad que disfrutamos en Costa Rica o nos hemos vuelto ciegos a tanta riqueza?
En medio del bullicio de compras, decoraciones y cenas familiares, doña Gloria nos recuerda que somos unos afortunados. En un continente convulso, donde la guerra, la desigualdad y la desesperación parecen ser la norma, nosotros seguimos disfrutando de una paz relativa, libertades civiles y oportunidades que muchos ni siquiera pueden soñar. ¿Quién iba a decir que este pequeño país tropical sería un oasis de estabilidad?
Ella plantea la pregunta crucial: ¿qué hicimos diferente? ¿Por qué logramos construir una nación basada en el diálogo y el respeto mutuo, mientras nuestros hermanos latinoamericanos luchaban contra la dictadura, la violencia y la miseria? No es fácil encontrar una respuesta sencilla, pero la historia nos muestra que la capacidad de negociación, la defensa de las instituciones democráticas y el compromiso con la justicia social han sido pilares fundamentales.
Doña Gloria nos invita a valorar esas cosas que damos por sentadas: el acceso al agua potable, la seguridad en nuestras calles, la posibilidad de expresar nuestras opiniones libremente, la certeza de que ante la ley todos somos iguales. Cosas que para nosotros son normales, pero que para millones de personas en otras partes del mundo son un lujo impagable.
Imaginen la escena que describe: mujeres en comunidades remotas bañándose en lodo para proteger su cabello y piel, mientras nosotros desperdiciamos litros de agua diariamente. ¿Qué nivel de inconsciencia a veces demostramos? Nos acostumbramos tanto a tener todo a nuestra disposición que olvidamos agradecer por ello y nos enfocamos en lo que nos falta, en lugar de apreciar lo que ya tenemos. ¡Qué torta!
Y precisamente ahí radica la reflexión navideña: tomar un momento para reconocer la deuda de gratitud que tenemos con quienes nos precedieron, con aquellos que lucharon por construir este país pacífico y próspero, con nuestros ancestros que nos dejaron un legado invaluable. Recordar que la democracia no es un regalo divino, sino una conquista constante que requiere vigilancia y participación ciudadana.
Ver a miles de migrantes cruzar nuestras fronteras en busca de refugio, huyendo de la violencia y la persecución, nos pone un espejo en cara. Ellos anhelan lo que nosotros damos por sentado: un lugar seguro donde criar a sus hijos, un sistema legal que los proteja, la oportunidad de labrarse un futuro digno. Verlos pasar hambre, separados de sus seres queridos, nos debería despertar la conciencia y movilizarnos a ayudarles.
Así que este 24 de diciembre, cuando nos reunamos alrededor de la mesa a compartir el tradicional tamal, detengámonos un instante a agradecer por todas esas bendiciones que hemos recibido y a reflexionar sobre cómo podemos contribuir a construir un país aún más justo, equitativo y solidario. Porque, seamos honestos, todavía queda mucho brete por delante. Ahora dime, ¿crees que realmente valoramos lo suficiente la paz y la libertad que disfrutamos en Costa Rica o nos hemos vuelto ciegos a tanta riqueza?