¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, discutiendo el presupuesto. Parece que esto nunca va a tener fin, ¿verdad? Entre la Rule Fiscal, la Contraloría y la Sala Constitucional, a veces uno se queda más perdido que chancla en carretera. Pero bueno, vamos al grano, porque el asunto del presupuesto es serio y nos afecta a todos.
Como bien saben, Costa Rica ha tenido unos cuantos cambios drásticos en la forma de manejar el dinero público. Empezó con la idea de que la Asamblea Legislativa tenía el control absoluto, luego llegó la Ley 8131 tratando de ponerle orden a todo eso, y ahora tenemos la Regla Fiscal, esa que pone frenos a nuestras ganas de gastar. Y no me malinterpreten, la sostenibilidad fiscal es importante, pero ¿hasta dónde podemos llegar a sacrificar los servicios esenciales?
La verdad, la historia del presupuesto en Costa Rica es como una telenovela llena de giros inesperados. Desde la Constitución de 1949, con un Congreso que controlaba todo, pasando por la época de la tecnificación con la Ley 8131, hasta ahora, con una Regla Fiscal que parece tener la última palabra. Y encima, la Sala Constitucional siempre metiéndose en medio, asegurándose de que no nos pasemos de la raya.
Y hablando de la Sala Constitucional, ¡qué lío! Resulta que ellos tienen la última jugada. Con esos fallos sobre el 8% para educación y la autonomía de las universidades, nos han demostrado que nadie escapa a sus decisiones. Literal, la sustentabilidad fiscal no puede ir en contra de los derechos consagrados en la Constitución. Es como decir que podemos dejar de alimentar a los niños para ahorrar dinero... ¡Qué barbaridad!
Pero entonces, ¿cómo hacemos para salir de este brete? ¿Cómo equilibramos la necesidad de mantener las finanzas públicas sanas con el deseo de ofrecerles a nuestros ciudadanos una vida digna? Algunos dicen que necesitamos una reforma fiscal más ambiciosa, otros sugieren revisar la Regla Fiscal y adaptarla a las circunstancias reales del país. Yo creo que la clave está en encontrar un punto medio, en ser creativos y en pensar en soluciones a largo plazo.
Ahora, déjenme explicarles algo que muchos no entienden. Esa regla fiscal, a pesar de que dice que no podemos gastar mucho, ¡también nos cierra puertas! Por ejemplo, la implementación de nuevas tecnologías en la Contraloría General, como ese dIAra que detecta obras ilegales con inteligencia artificial, quedó casi paralizada. ¿Por qué? Porque no hay plata para invertir. Imagínense, si pudiéramos gastar un poquito más en cosas así, podríamos evitar muchísima corrupción y tener un país más justo.
Además, hay que reconocer que no todo es negativo. La Contraloría ha hecho un trabajo excelente en modernizarse. Ese dIAra, por ejemplo, es una maravilla tecnológica, como sacado de película de espías. Pero claro, necesita recursos para funcionar a pleno rendimiento. El país está a paso firme en la digitalización de temas financieros y el control de la gestión es clave para la transparencia. Lo importante es buscar el balance.
Así que, mi pregunta para ustedes es: ¿Creer que la Regla Fiscal, tal como está planteada actualmente, es el camino correcto para el futuro económico de Costa Rica, o deberíamos explorar alternativas que permitan un mayor margen de maniobra para el gasto social y la inversión en áreas estratégicas? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios, estoy deseando leerlas!
Como bien saben, Costa Rica ha tenido unos cuantos cambios drásticos en la forma de manejar el dinero público. Empezó con la idea de que la Asamblea Legislativa tenía el control absoluto, luego llegó la Ley 8131 tratando de ponerle orden a todo eso, y ahora tenemos la Regla Fiscal, esa que pone frenos a nuestras ganas de gastar. Y no me malinterpreten, la sostenibilidad fiscal es importante, pero ¿hasta dónde podemos llegar a sacrificar los servicios esenciales?
La verdad, la historia del presupuesto en Costa Rica es como una telenovela llena de giros inesperados. Desde la Constitución de 1949, con un Congreso que controlaba todo, pasando por la época de la tecnificación con la Ley 8131, hasta ahora, con una Regla Fiscal que parece tener la última palabra. Y encima, la Sala Constitucional siempre metiéndose en medio, asegurándose de que no nos pasemos de la raya.
Y hablando de la Sala Constitucional, ¡qué lío! Resulta que ellos tienen la última jugada. Con esos fallos sobre el 8% para educación y la autonomía de las universidades, nos han demostrado que nadie escapa a sus decisiones. Literal, la sustentabilidad fiscal no puede ir en contra de los derechos consagrados en la Constitución. Es como decir que podemos dejar de alimentar a los niños para ahorrar dinero... ¡Qué barbaridad!
Pero entonces, ¿cómo hacemos para salir de este brete? ¿Cómo equilibramos la necesidad de mantener las finanzas públicas sanas con el deseo de ofrecerles a nuestros ciudadanos una vida digna? Algunos dicen que necesitamos una reforma fiscal más ambiciosa, otros sugieren revisar la Regla Fiscal y adaptarla a las circunstancias reales del país. Yo creo que la clave está en encontrar un punto medio, en ser creativos y en pensar en soluciones a largo plazo.
Ahora, déjenme explicarles algo que muchos no entienden. Esa regla fiscal, a pesar de que dice que no podemos gastar mucho, ¡también nos cierra puertas! Por ejemplo, la implementación de nuevas tecnologías en la Contraloría General, como ese dIAra que detecta obras ilegales con inteligencia artificial, quedó casi paralizada. ¿Por qué? Porque no hay plata para invertir. Imagínense, si pudiéramos gastar un poquito más en cosas así, podríamos evitar muchísima corrupción y tener un país más justo.
Además, hay que reconocer que no todo es negativo. La Contraloría ha hecho un trabajo excelente en modernizarse. Ese dIAra, por ejemplo, es una maravilla tecnológica, como sacado de película de espías. Pero claro, necesita recursos para funcionar a pleno rendimiento. El país está a paso firme en la digitalización de temas financieros y el control de la gestión es clave para la transparencia. Lo importante es buscar el balance.
Así que, mi pregunta para ustedes es: ¿Creer que la Regla Fiscal, tal como está planteada actualmente, es el camino correcto para el futuro económico de Costa Rica, o deberíamos explorar alternativas que permitan un mayor margen de maniobra para el gasto social y la inversión en áreas estratégicas? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios, estoy deseando leerlas!