Vistazo que no olvidaré...
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Desde ayer y hasta el fin del mundo diré
que vivan las blusas que dejan que
algo se logre asomar entre sus botones.
Esto pasó en el año 2006, y le recuerdo tan bien
como si ayer hubiese pasado.
Estaba yo en sétimo año,
antes de que empezaran mis
dorados años de pajero.
Pero cuantas veces no llegó a mi
este recuerdo para darle más música
a mis conciertos solitarios,
y mis pajillas del Lunes.
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Caminaba a casa junto
a una de mis compañeras de clase,
de las que había,
ella estaba entre las más buenas.
Alta, piel morenita de chocolate,
cabello largo y ondulado,
linda de cara,
pechos prematuramente desarrollados.
Ángel de los míos sueños,
diablillo de las mías pajas de Lunes.
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Resultó ser, que caminando junto a ella,
eché yo mi mirada discreta a su escote,
que desde ángulo favorable,
a veces se asomaban un pisca
la gloría de dos montañitas
y un valle. No logré ver gran cosa
de aquella manera. Pero grande fue mi sorpresa
al ver que entre botón y botón,
se habría un espacio
que era una ventanita por la cual
mi mirada se tiró demente,
por un tobogán de fortuna hasta
la gloría.
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No solo miré su pecho,
sino que, logré ver que su ropa
interior estaba algo baja,
dejando al descubierto el mismo pezón.
Grande fue mi paramiento,
y difícil fue mi disimulo para
mirar en aquella esquina tanto
como yo quería sin ser detectado.
Y creo que se dio cuenta,
porque un minuto después
se acomodó su blusa,
la tradicional celeste de colegio.
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Digan poco cosa!
Digan no es nada!
Digan ni hubo coito!
Pero esto fue real.
Y para un virgen de 14,
su primer mirada excitante.
Para un virgen de 14,
fue para engarrotarse
y no olvidarlo, aun hasta el día presente.
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Desde ayer y hasta el fin del mundo diré
que vivan las blusas que dejan que
algo se logre asomar entre sus botones.
Esto pasó en el año 2006, y le recuerdo tan bien
como si ayer hubiese pasado.
Estaba yo en sétimo año,
antes de que empezaran mis
dorados años de pajero.
Pero cuantas veces no llegó a mi
este recuerdo para darle más música
a mis conciertos solitarios,
y mis pajillas del Lunes.
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Caminaba a casa junto
a una de mis compañeras de clase,
de las que había,
ella estaba entre las más buenas.
Alta, piel morenita de chocolate,
cabello largo y ondulado,
linda de cara,
pechos prematuramente desarrollados.
Ángel de los míos sueños,
diablillo de las mías pajas de Lunes.
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Resultó ser, que caminando junto a ella,
eché yo mi mirada discreta a su escote,
que desde ángulo favorable,
a veces se asomaban un pisca
la gloría de dos montañitas
y un valle. No logré ver gran cosa
de aquella manera. Pero grande fue mi sorpresa
al ver que entre botón y botón,
se habría un espacio
que era una ventanita por la cual
mi mirada se tiró demente,
por un tobogán de fortuna hasta
la gloría.
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No solo miré su pecho,
sino que, logré ver que su ropa
interior estaba algo baja,
dejando al descubierto el mismo pezón.
Grande fue mi paramiento,
y difícil fue mi disimulo para
mirar en aquella esquina tanto
como yo quería sin ser detectado.
Y creo que se dio cuenta,
porque un minuto después
se acomodó su blusa,
la tradicional celeste de colegio.
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Digan poco cosa!
Digan no es nada!
Digan ni hubo coito!
Pero esto fue real.
Y para un virgen de 14,
su primer mirada excitante.
Para un virgen de 14,
fue para engarrotarse
y no olvidarlo, aun hasta el día presente.
