¡Ay, Dios mío! Otro día, otro cierre en la Ruta 32. Parece que la piedra maldita del kilómetro 31 no quiere descansar. Resulta que el MOPT tuvo que echarle dinamita, diay, y ahora dicen que estará cerrada hasta el lunes. Esto ya parece una telenovela, pero con consecuencias reales para todos nosotros, especialmente para los cartagüeños.
La situación es que la Ruta 32, la arteria vital que conecta San José con Limón, sigue siendo un dolor de cabeza constante. Ya ni nos sorprendemos cuando anuncian cierres repentinos. Pero esta vez, la magnitud de la roca que amenaza con caerse es monumental – unos 50 metros de largo y unas 2.500 toneladas de peso. Imagínate eso, chunche gigante listo para aplastar todo a su paso. Por eso, el MOPT dice que no hay opción más que usar explosivos y mantener la ruta cerrada hasta que estén seguros de que no hay peligro.
Pero claro, aquí viene el problema. Cuando la Ruta 32 se va pa’ arriba, nosotros, los de Cartago, somos los que pagamos la factura. Todos esos camiones de carga y vehículos pesados, que normalmente circulan por la 32, tienen que buscar otras opciones. Y esas opciones pasan por carreteras rurales que no están hechas para soportar semejante tráfico. Vienen por Turrialba, por Paraíso, por La Unión… ¡Qué cargada!, la verdad. Nuestras calles se convierten en autopistas improvisadas, y el ambiente se pone tenso.
El alcalde Mario Redondo, no se anda con rodeos, ha dicho que esto es un “caos absoluto”. Y tiene razón, mae. Yo mismo lo he vivido. Intenté llegar a Cartago el martes pasado y me quedé atascado en Bajos de Chilamate por horas. ¡Una torta! La gente pitaba, se estresaba, parecía que íbamos a pelearnos en cualquier momento. Y todo porque alguien decidió hacer arreglos en la Ruta 32 sin pensar en cómo afectaría a la gente.
Redondo también criticó la lentitud de la estación de pesaje en la ruta Florencio del Castillo. Dice que los carriles se cierran por completo, generando más atascos en las horas pico. No es ningún secreto que la oficina del Conavi necesita ponerse las pilas. Se nota que no le ponen mucho empeño a agilizar los procesos. Claro, como siempre, el papeleo y la burocracia van más lento que una tortuga herida.
Ahora bien, el MOPT reconoce que la situación es complicada y recomienda rutas alternativas como Vara Blanca (solo para carros pequeños), Turrialba–Siquirres y Bajos de Chilamate–Vuelta de Kooper. Pero vamos, eso es como decir “si te quema el arroz, métete al horno”. Son rutas más largas, peores caminos, y más tiempo perdido. Además, a veces ni siquiera están señalizadas correctamente, así que te puedes perder si no conoces la zona.
Lo que realmente necesitamos, y aquí insisto, es una ruta de circunvalación decente para los vehículos pesados. Una carretera que evite que los camiones tengan que pasar por el centro de Cartago y sus distritos. Es una inversión necesaria, urgente incluso. Dejar que la situación siga así es una locura. Estamos hablando de afectar el comercio, el turismo, la salud, la educación… ¡Todo se ve perjudicado por estos cierres constantes!
En fin, la situación de la Ruta 32 es un reflejo de muchos problemas que tenemos en Costa Rica: falta de planificación, poca inversión en infraestructura, y una gestión pública que a veces parece estar desconectada de la realidad. Ahora, te pregunto, compa: ¿Qué medidas crees que debería tomar el gobierno para solucionar definitivamente este problema y evitar que los cartagüeños sigamos sufriendo este desmadre?
La situación es que la Ruta 32, la arteria vital que conecta San José con Limón, sigue siendo un dolor de cabeza constante. Ya ni nos sorprendemos cuando anuncian cierres repentinos. Pero esta vez, la magnitud de la roca que amenaza con caerse es monumental – unos 50 metros de largo y unas 2.500 toneladas de peso. Imagínate eso, chunche gigante listo para aplastar todo a su paso. Por eso, el MOPT dice que no hay opción más que usar explosivos y mantener la ruta cerrada hasta que estén seguros de que no hay peligro.
Pero claro, aquí viene el problema. Cuando la Ruta 32 se va pa’ arriba, nosotros, los de Cartago, somos los que pagamos la factura. Todos esos camiones de carga y vehículos pesados, que normalmente circulan por la 32, tienen que buscar otras opciones. Y esas opciones pasan por carreteras rurales que no están hechas para soportar semejante tráfico. Vienen por Turrialba, por Paraíso, por La Unión… ¡Qué cargada!, la verdad. Nuestras calles se convierten en autopistas improvisadas, y el ambiente se pone tenso.
El alcalde Mario Redondo, no se anda con rodeos, ha dicho que esto es un “caos absoluto”. Y tiene razón, mae. Yo mismo lo he vivido. Intenté llegar a Cartago el martes pasado y me quedé atascado en Bajos de Chilamate por horas. ¡Una torta! La gente pitaba, se estresaba, parecía que íbamos a pelearnos en cualquier momento. Y todo porque alguien decidió hacer arreglos en la Ruta 32 sin pensar en cómo afectaría a la gente.
Redondo también criticó la lentitud de la estación de pesaje en la ruta Florencio del Castillo. Dice que los carriles se cierran por completo, generando más atascos en las horas pico. No es ningún secreto que la oficina del Conavi necesita ponerse las pilas. Se nota que no le ponen mucho empeño a agilizar los procesos. Claro, como siempre, el papeleo y la burocracia van más lento que una tortuga herida.
Ahora bien, el MOPT reconoce que la situación es complicada y recomienda rutas alternativas como Vara Blanca (solo para carros pequeños), Turrialba–Siquirres y Bajos de Chilamate–Vuelta de Kooper. Pero vamos, eso es como decir “si te quema el arroz, métete al horno”. Son rutas más largas, peores caminos, y más tiempo perdido. Además, a veces ni siquiera están señalizadas correctamente, así que te puedes perder si no conoces la zona.
Lo que realmente necesitamos, y aquí insisto, es una ruta de circunvalación decente para los vehículos pesados. Una carretera que evite que los camiones tengan que pasar por el centro de Cartago y sus distritos. Es una inversión necesaria, urgente incluso. Dejar que la situación siga así es una locura. Estamos hablando de afectar el comercio, el turismo, la salud, la educación… ¡Todo se ve perjudicado por estos cierres constantes!
En fin, la situación de la Ruta 32 es un reflejo de muchos problemas que tenemos en Costa Rica: falta de planificación, poca inversión en infraestructura, y una gestión pública que a veces parece estar desconectada de la realidad. Ahora, te pregunto, compa: ¿Qué medidas crees que debería tomar el gobierno para solucionar definitivamente este problema y evitar que los cartagüeños sigamos sufriendo este desmadre?
