¡Ay, Dios mío! Aquí seguimos, varados con la Ruta 32 clausurada. El MOPT lo confirmó ayer, martes 4 de noviembre, y parece que la cosa va para largo. Desde las 5:25 p.m. del lunes pasado, la carretera entre San José y Limón está totalmente bloqueada por el derrumbe de material y esas lluvias torrenciales que nos han azotado. ¡Un verdadero despiche!
La recomendación geotécnica es clara: nadie entra ni sale hasta que los técnicos digan que sí. Se supone que hoy van a hacer unas nuevas evaluaciones, pero el MOPT ya advirtió que no tienen ni idea de cuándo podrán habilitar el paso. ¡Imagínate la bronca! Muchos viajeros varados, transportistas perdiendo plata y la economía limonense dando tumbos.
Las rutas alternativas, pues… bueno, digamos que no son precisamente la solución ideal. Vara Blanca solo deja pasar carros livianos, así que si vas con la troca llena de cosas, te quedas corto. La Ruta 10, Turrialba-Siquirres, es larga y llena de curvas, ideal para echarme una siesta pero no para llegar rápido a Limón. Y Bajos de Chilamate-Vuelta de Kooper… ¡diay, esa es pa’ los aventureros, pura montaña y breves!
La verdad es que esto me recuerda a aquel huracán Otto allá por el 2016. Recuerdo cómo la gente estaba desesperada tratando de entrar y salir del país, buscando cualquier camino. Ahora, aunque no sea un huracán, la situación es similar. Las empresas están sufriendo, los turistas cancelando sus viajes y los productos perecederos tirándose a perder. ¡Qué carga!
Lo peor de todo es la incertidumbre. No hay una fecha estimada, ni siquiera una hora tentativa. Te dejan colgado, esperando a ver qué dice el clima y qué dicen los técnicos. ¿Será que necesitamos invertir más en infraestructura vial, en sistemas de alerta temprana y en planes de contingencia para estas situaciones? Porque parece que estos eventos climáticos extremos se están volviendo la norma, y no podemos seguir improvisando cada vez que llueve.
Y hablando de inversión, ¿por qué no le ponen más atención a los barrios bajos que están cerca de la carretera? Muchos de esos lugares son pura tierra suelta, pura pendiente. Un aguacero fuerte y pum, todo se viene abajo, bloqueando la vía y poniendo en riesgo a la gente. Habría que fortalecer esas comunidades, mejorar sus viviendas y crear barreras de contención para evitar que el material llegue a la carretera.
Además, creo que sería bueno tener más comunicación con la población afectada. Que el MOPT no se quede callado, que publique actualizaciones constantes sobre la situación, que informe sobre las rutas alternativas disponibles y que ofrezca apoyo a los viajeros varados. Un poco de transparencia y empatía nunca viene mal, especialmente en momentos difíciles como estos. Al final del día, todos somos vecinos y queremos lo mejor para nuestro país.
Así que aquí estamos, esperando que se solucione este lío de la Ruta 32. Mientras tanto, ¿ustedes creen que el gobierno debería priorizar la inversión en infraestructura vial resiliente al cambio climático, o enfocarse primero en mejorar las condiciones de vida de las comunidades vulnerables cercanas a la carretera? ¡Díganme qué piensan!
La recomendación geotécnica es clara: nadie entra ni sale hasta que los técnicos digan que sí. Se supone que hoy van a hacer unas nuevas evaluaciones, pero el MOPT ya advirtió que no tienen ni idea de cuándo podrán habilitar el paso. ¡Imagínate la bronca! Muchos viajeros varados, transportistas perdiendo plata y la economía limonense dando tumbos.
Las rutas alternativas, pues… bueno, digamos que no son precisamente la solución ideal. Vara Blanca solo deja pasar carros livianos, así que si vas con la troca llena de cosas, te quedas corto. La Ruta 10, Turrialba-Siquirres, es larga y llena de curvas, ideal para echarme una siesta pero no para llegar rápido a Limón. Y Bajos de Chilamate-Vuelta de Kooper… ¡diay, esa es pa’ los aventureros, pura montaña y breves!
La verdad es que esto me recuerda a aquel huracán Otto allá por el 2016. Recuerdo cómo la gente estaba desesperada tratando de entrar y salir del país, buscando cualquier camino. Ahora, aunque no sea un huracán, la situación es similar. Las empresas están sufriendo, los turistas cancelando sus viajes y los productos perecederos tirándose a perder. ¡Qué carga!
Lo peor de todo es la incertidumbre. No hay una fecha estimada, ni siquiera una hora tentativa. Te dejan colgado, esperando a ver qué dice el clima y qué dicen los técnicos. ¿Será que necesitamos invertir más en infraestructura vial, en sistemas de alerta temprana y en planes de contingencia para estas situaciones? Porque parece que estos eventos climáticos extremos se están volviendo la norma, y no podemos seguir improvisando cada vez que llueve.
Y hablando de inversión, ¿por qué no le ponen más atención a los barrios bajos que están cerca de la carretera? Muchos de esos lugares son pura tierra suelta, pura pendiente. Un aguacero fuerte y pum, todo se viene abajo, bloqueando la vía y poniendo en riesgo a la gente. Habría que fortalecer esas comunidades, mejorar sus viviendas y crear barreras de contención para evitar que el material llegue a la carretera.
Además, creo que sería bueno tener más comunicación con la población afectada. Que el MOPT no se quede callado, que publique actualizaciones constantes sobre la situación, que informe sobre las rutas alternativas disponibles y que ofrezca apoyo a los viajeros varados. Un poco de transparencia y empatía nunca viene mal, especialmente en momentos difíciles como estos. Al final del día, todos somos vecinos y queremos lo mejor para nuestro país.
Así que aquí estamos, esperando que se solucione este lío de la Ruta 32. Mientras tanto, ¿ustedes creen que el gobierno debería priorizar la inversión en infraestructura vial resiliente al cambio climático, o enfocarse primero en mejorar las condiciones de vida de las comunidades vulnerables cercanas a la carretera? ¡Díganme qué piensan!