Diay maes, ¿vieron la última? Parece que a los compas de Autopistas del Sol (o Globalvía, como quieran decirle al chunche) se les fue al traste el plan maestro. Resulta que se fueron a llorar a la Sala IV para que les quitaran de encima un artículo de la ley que, básicamente, permite multarlos sabroso si no hacen bien su brete. ¿La vara? La Sala les dijo, en el más fino lenguaje legal, que nones, que se aguantan y que las reglas del juego no se cambian a media mejenga. ¡Qué nivel!
Para ponerlos en contexto, la empresa se estaba quejando del artículo 50 de la Ley de Concesiones. Específicamente, les cayó una sanción por el inciso que habla de “conservación de obras, accesos, señalización y servicios”. O sea, por no tener la carretera como debe ser. El argumento de ellos era que la ley es una malvada, que las multas son muy altas y que no hay forma de graduarlas. En resumen, querían que si se jalaban una torta pequeña, el castigo fuera chiquitito, y si la torta era monumental... bueno, ahí veríamos. Querían jugar con su propia bola, como siempre.
Pero aquí es donde la cosa se pone buena. Los magistrados, que parece que ese día se tomaron un cafecito bien cargado, les respondieron con una lógica aplastante. Les explicaron que estos contratos de concesión no son como vender confites en la esquina. ¡Para nada! Estamos hablando de infraestructura pública y de servicios que todos usamos a diario. Por eso, el sistema de supervisión tiene que ser rudo, reforzado, para que no se hagan los locos. La Sala dijo que cuando un incumplimiento puede poner en riesgo la seguridad y la vida de la gente, es totalmente “razonable y proporcional” que las multas duelan. ¡Claro! La idea es que les duela tanto que ni se les ocurra volver a fallar.
Y ojo, que no es que un día un inspector se levanta de malas y les receta la multa. La Sala también aclaró que todo esto pasa por un procedimiento administrativo, con todas las garantías para que la empresa pueda defenderse, patalear y presentar sus pruebas. O sea, no es una aplicación automática, pero sí es una herramienta de presión necesaria. Lo más carga de todo fue el cierre de la resolución: la Sala le reprochó a Autopistas del Sol que en ningún momento demostraron por qué la multa era tan “desproporcionada” para ellos. Básicamente les dijeron: “Ustedes que manejan tanta plata, ¿de verdad nos van a decir que esta multa los va a quebrar? Demuéstrenlo”. Silencio total del otro lado.
Al final del día, esta vara es una pequeña gran victoria para los ciudadanos. Es un recordatorio de que estas empresas tienen una responsabilidad gigante y que el Estado, a través de sus instituciones, tiene las herramientas para exigir que cumplan. No es solo por la plata de los peajes, es por la seguridad de todos los que usamos esas carreteras. Ahora, la pregunta del millón es si esto servirá de algo para que de verdad le pongan amor al mantenimiento o si solo buscarán el siguiente portillo legal para intentar salirse con la suya.
Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Creen que con estas reglas claras por fin se van a poner las pilas, o esto es solo un round más en una pelea que nunca termina?
Para ponerlos en contexto, la empresa se estaba quejando del artículo 50 de la Ley de Concesiones. Específicamente, les cayó una sanción por el inciso que habla de “conservación de obras, accesos, señalización y servicios”. O sea, por no tener la carretera como debe ser. El argumento de ellos era que la ley es una malvada, que las multas son muy altas y que no hay forma de graduarlas. En resumen, querían que si se jalaban una torta pequeña, el castigo fuera chiquitito, y si la torta era monumental... bueno, ahí veríamos. Querían jugar con su propia bola, como siempre.
Pero aquí es donde la cosa se pone buena. Los magistrados, que parece que ese día se tomaron un cafecito bien cargado, les respondieron con una lógica aplastante. Les explicaron que estos contratos de concesión no son como vender confites en la esquina. ¡Para nada! Estamos hablando de infraestructura pública y de servicios que todos usamos a diario. Por eso, el sistema de supervisión tiene que ser rudo, reforzado, para que no se hagan los locos. La Sala dijo que cuando un incumplimiento puede poner en riesgo la seguridad y la vida de la gente, es totalmente “razonable y proporcional” que las multas duelan. ¡Claro! La idea es que les duela tanto que ni se les ocurra volver a fallar.
Y ojo, que no es que un día un inspector se levanta de malas y les receta la multa. La Sala también aclaró que todo esto pasa por un procedimiento administrativo, con todas las garantías para que la empresa pueda defenderse, patalear y presentar sus pruebas. O sea, no es una aplicación automática, pero sí es una herramienta de presión necesaria. Lo más carga de todo fue el cierre de la resolución: la Sala le reprochó a Autopistas del Sol que en ningún momento demostraron por qué la multa era tan “desproporcionada” para ellos. Básicamente les dijeron: “Ustedes que manejan tanta plata, ¿de verdad nos van a decir que esta multa los va a quebrar? Demuéstrenlo”. Silencio total del otro lado.
Al final del día, esta vara es una pequeña gran victoria para los ciudadanos. Es un recordatorio de que estas empresas tienen una responsabilidad gigante y que el Estado, a través de sus instituciones, tiene las herramientas para exigir que cumplan. No es solo por la plata de los peajes, es por la seguridad de todos los que usamos esas carreteras. Ahora, la pregunta del millón es si esto servirá de algo para que de verdad le pongan amor al mantenimiento o si solo buscarán el siguiente portillo legal para intentar salirse con la suya.
Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Creen que con estas reglas claras por fin se van a poner las pilas, o esto es solo un round más en una pelea que nunca termina?