¡Ay, Dios mío! La cosa se puso fea en Santa Cruz, guanaritas. Tres familias tuvieron que dejar sus casas a toda prisa porque los ríos decidieron darse un chapuzón donde no debían. La lluvia no dio tregua este martes y dejó a varios vecinos hasta las cachas, buscando dónde meterse a salvo. Personal de la Cruz Roja tuvo que entrarle con todo para ayudar a sacarlos de la fregada.
Como si estuviera jugando al escondite, los ríos Paraíso, Seco y otros arroyos menores se inflaron como globos, rebasando sus cauces y metiéndose donde nunca habían estado. La acumulación de agua, causada por aguaceros torrenciales durante los últimos días, hizo que la situación se fuera al traste rápidamente. Parece que la naturaleza decidió descargar todo su coraje sobre la zona.
Los vecinos de Paraíso de Santa Cruz, gente trabajadora y tranquila, se vieron obligados a pedir ayuda desesperadamente a los cuerpos de emergencia. “¡Ay, qué pena!”, decían algunos mientras empacaban sus pocas pertenencias en bolsas de basura. Pero la seguridad primero, dicen los expertos, y así fue. Los cuadrantes también andaban moviéndose, tratando de organizar el tráfico y mantener la calma entre la gente, que estaba ya bastante alterada.
Y no es novedad, bretes. Ya nos sabíamos que estábamos en la mira de Melissa, ese huracán que anda dando vueltas por el Caribe como buscando problemas. Aunque no pegó directo, su influencia indirecta se sintió hasta en los huesos. Lo que nadie esperaba era tanta agua, tanta furia desatada. Los meteorólogos estaban diciendo que sí habría lluvias, pero... ¡qué carga! Nadie imaginaba que la cosa llegaría a tanto.
Muchos recuerdan otras inundaciones pasadas en la zona, pero aseguran que esta fue de las peores. “Nunca habíamos visto tanta agua”, comentaba Doña Elena, residente de Paraíso desde hace más de 40 años. “Se llevó todo lo que tenía enfrente, hasta las gallinas”. Que susto, señores, que susto. Algunos incluso empezaron a hablar de buscar terrenos más altos, lejos de los riesgos de río.
Las autoridades ya están evaluando los daños y trabajando para brindar asistencia a las familias afectadas. Se habilitaron refugios temporales en escuelas y centros comunitarios, donde se les está ofreciendo comida, ropa y atención médica básica. El gobierno prometió ayudas económicas para reparar los hogares dañados, aunque muchos se preguntan cuánto tardarán en llegar esos recursos. Total, sabemos cómo van esas cosas, diay…
Esta situación vuelve a poner en evidencia la vulnerabilidad de nuestras comunidades ante los fenómenos climáticos extremos. Con el cambio climático acelerándose, parece que estos eventos serán cada vez más frecuentes e intensos. Necesitamos invertir en sistemas de alerta temprana, mejorar la infraestructura y promover prácticas de desarrollo sostenible que protejan nuestros ecosistemas. Dejarlo todo para después es irse al traste, señores.
Ahora bien, con todo esto que ha pasado, me pregunto… ¿cree usted que las medidas preventivas que toma el gobierno son suficientes para proteger a las poblaciones costeras frente a este tipo de emergencias, o deberíamos estar haciendo mucho más para adaptarnos a la nueva realidad climática?
Como si estuviera jugando al escondite, los ríos Paraíso, Seco y otros arroyos menores se inflaron como globos, rebasando sus cauces y metiéndose donde nunca habían estado. La acumulación de agua, causada por aguaceros torrenciales durante los últimos días, hizo que la situación se fuera al traste rápidamente. Parece que la naturaleza decidió descargar todo su coraje sobre la zona.
Los vecinos de Paraíso de Santa Cruz, gente trabajadora y tranquila, se vieron obligados a pedir ayuda desesperadamente a los cuerpos de emergencia. “¡Ay, qué pena!”, decían algunos mientras empacaban sus pocas pertenencias en bolsas de basura. Pero la seguridad primero, dicen los expertos, y así fue. Los cuadrantes también andaban moviéndose, tratando de organizar el tráfico y mantener la calma entre la gente, que estaba ya bastante alterada.
Y no es novedad, bretes. Ya nos sabíamos que estábamos en la mira de Melissa, ese huracán que anda dando vueltas por el Caribe como buscando problemas. Aunque no pegó directo, su influencia indirecta se sintió hasta en los huesos. Lo que nadie esperaba era tanta agua, tanta furia desatada. Los meteorólogos estaban diciendo que sí habría lluvias, pero... ¡qué carga! Nadie imaginaba que la cosa llegaría a tanto.
Muchos recuerdan otras inundaciones pasadas en la zona, pero aseguran que esta fue de las peores. “Nunca habíamos visto tanta agua”, comentaba Doña Elena, residente de Paraíso desde hace más de 40 años. “Se llevó todo lo que tenía enfrente, hasta las gallinas”. Que susto, señores, que susto. Algunos incluso empezaron a hablar de buscar terrenos más altos, lejos de los riesgos de río.
Las autoridades ya están evaluando los daños y trabajando para brindar asistencia a las familias afectadas. Se habilitaron refugios temporales en escuelas y centros comunitarios, donde se les está ofreciendo comida, ropa y atención médica básica. El gobierno prometió ayudas económicas para reparar los hogares dañados, aunque muchos se preguntan cuánto tardarán en llegar esos recursos. Total, sabemos cómo van esas cosas, diay…
Esta situación vuelve a poner en evidencia la vulnerabilidad de nuestras comunidades ante los fenómenos climáticos extremos. Con el cambio climático acelerándose, parece que estos eventos serán cada vez más frecuentes e intensos. Necesitamos invertir en sistemas de alerta temprana, mejorar la infraestructura y promover prácticas de desarrollo sostenible que protejan nuestros ecosistemas. Dejarlo todo para después es irse al traste, señores.
Ahora bien, con todo esto que ha pasado, me pregunto… ¿cree usted que las medidas preventivas que toma el gobierno son suficientes para proteger a las poblaciones costeras frente a este tipo de emergencias, o deberíamos estar haciendo mucho más para adaptarnos a la nueva realidad climática?