Maes, pónganle atención a esta vara porque el MEP acaba de tirar una bomba. Se acabó la alcahuetería en los colegios con el tema del vapeo, el cigarro y el alcohol. A partir de ya, al estudiante que agarren en esas movidas no solo le van a clavar una sanción que duele, sino que lo mandan para la casa por 15 días naturales. ¡Así como lo oyen! La fiesta se terminó, y el ministro de Educación, Leonardo Sánchez, lo dejó clarísimo después de ver los últimos datos del IAFA, que pintan un panorama que es, honestamente, un despiche total.
Y es que los números no mienten. Imagínense que la encuesta reveló que un 12% de los güilas de cole admitió haberle entrado al vape o al cigarro en el último mes. ¿Suena a poco? ¡Para nada! Esa cifra es el TRIPLE de lo que se reportó hace apenas un año. Diay, con un aumento así, era obvio que la cosa se puso color de hormiga y que el MEP y el Ministerio de Salud tenían que dejar de lado las palmaditas en la espalda. Las sanciones de antes, con rebajos de puntos que a nadie le importaban y “medidas correctivas”, se sentían como un chiste. Ahora la jugada es otra: 20 puntos menos en la nota de conducta de un solo tiro y dos semanas fuera del cole, con la obligación de recibir ayuda profesional. Un verdadero baldazo de agua fría para quienes creían que podían seguir con el vacilón.
Pero el meollo del asunto, el chunche que de verdad tiene a todo el mundo con los pelos de punta, es el bendito vapeador. El Inciensa le metió el diente a un montón de esos aparatos y a sus líquidos, y lo que encontraron es de terror. No estamos hablando de vapor de agüita con sabor a frutas, ¡para nada! Encontraron 50 sustancias tóxicas, con niveles de nicotina que superan hasta tres veces lo que se considera “seguro”. El caso más carga (en el mal sentido) fue el de un vape con el inocente nombre de “Blueberry Ice”, que tenía 24 venenos distintos. La misma vicepresidenta y ministra de Salud, Mary Munive, lo dijo sin pelos en la lengua: “Son venenos con sabor a chicle y olor a Chica Fresita”. Más claro, imposible.
Ahora, aquí es donde la vara se pone más compleja. Munive no se anduvo por las ramas y también le tiró la bola a los tatas. Según la encuesta, el riesgo de que un güila caiga en estas prácticas aumenta un montón cuando en la casa no hay pelota. O sea, cuando los papás no se involucran, no preguntan por las tareas, no saben quiénes son sus amigos o en qué matan el tiempo libre. La jerarca hizo un llamado a hacer una “reflexión más profunda”, que en buen tico significa: “papás, pónganse las pilas”. Y es que el problema empieza cada vez más temprano; ya hay casos de consumo en menores de 12 años, aunque el grueso del despiche está entre los 13 y 14. ¡Una locura!
Y para rematar, todo este esfuerzo se da en medio de un campo de batalla legal que no avanza. La ministra Munive recordó que ella ya había intentado meterle regulación a estos chunches con un proyecto de ley, pero se lo mandaron a guardar en la Asamblea Legislativa. O sea, el plan se fue al traste. Prometió que va a volver a la carga, pero mientras la política hace lo suyo, la Caja ya reportó más de 42,000 atenciones médicas por broncas relacionadas con el vapeo. La procesión va por dentro y los costos en salud son enormes. Así que, más allá de si la medida del MEP es muy dura o no, la pregunta del millón es: ¿de quién es la responsabilidad final? ¿Del MEP, de los tatas, o de los mismos güilas que ya deberían saber en qué se meten? ¡Abro debate en el foro!
Y es que los números no mienten. Imagínense que la encuesta reveló que un 12% de los güilas de cole admitió haberle entrado al vape o al cigarro en el último mes. ¿Suena a poco? ¡Para nada! Esa cifra es el TRIPLE de lo que se reportó hace apenas un año. Diay, con un aumento así, era obvio que la cosa se puso color de hormiga y que el MEP y el Ministerio de Salud tenían que dejar de lado las palmaditas en la espalda. Las sanciones de antes, con rebajos de puntos que a nadie le importaban y “medidas correctivas”, se sentían como un chiste. Ahora la jugada es otra: 20 puntos menos en la nota de conducta de un solo tiro y dos semanas fuera del cole, con la obligación de recibir ayuda profesional. Un verdadero baldazo de agua fría para quienes creían que podían seguir con el vacilón.
Pero el meollo del asunto, el chunche que de verdad tiene a todo el mundo con los pelos de punta, es el bendito vapeador. El Inciensa le metió el diente a un montón de esos aparatos y a sus líquidos, y lo que encontraron es de terror. No estamos hablando de vapor de agüita con sabor a frutas, ¡para nada! Encontraron 50 sustancias tóxicas, con niveles de nicotina que superan hasta tres veces lo que se considera “seguro”. El caso más carga (en el mal sentido) fue el de un vape con el inocente nombre de “Blueberry Ice”, que tenía 24 venenos distintos. La misma vicepresidenta y ministra de Salud, Mary Munive, lo dijo sin pelos en la lengua: “Son venenos con sabor a chicle y olor a Chica Fresita”. Más claro, imposible.
Ahora, aquí es donde la vara se pone más compleja. Munive no se anduvo por las ramas y también le tiró la bola a los tatas. Según la encuesta, el riesgo de que un güila caiga en estas prácticas aumenta un montón cuando en la casa no hay pelota. O sea, cuando los papás no se involucran, no preguntan por las tareas, no saben quiénes son sus amigos o en qué matan el tiempo libre. La jerarca hizo un llamado a hacer una “reflexión más profunda”, que en buen tico significa: “papás, pónganse las pilas”. Y es que el problema empieza cada vez más temprano; ya hay casos de consumo en menores de 12 años, aunque el grueso del despiche está entre los 13 y 14. ¡Una locura!
Y para rematar, todo este esfuerzo se da en medio de un campo de batalla legal que no avanza. La ministra Munive recordó que ella ya había intentado meterle regulación a estos chunches con un proyecto de ley, pero se lo mandaron a guardar en la Asamblea Legislativa. O sea, el plan se fue al traste. Prometió que va a volver a la carga, pero mientras la política hace lo suyo, la Caja ya reportó más de 42,000 atenciones médicas por broncas relacionadas con el vapeo. La procesión va por dentro y los costos en salud son enormes. Así que, más allá de si la medida del MEP es muy dura o no, la pregunta del millón es: ¿de quién es la responsabilidad final? ¿Del MEP, de los tatas, o de los mismos güilas que ya deberían saber en qué se meten? ¡Abro debate en el foro!
