¡Ay, Dios mío, qué bronca! Este caso del secuestro de don George Angulo y otro empresario ha salido a la luz con unos detalles que te dejan boquiabierto. Parece sacado de una película, pero lamentablemente es bien real. La Fiscalía Adjunta de Delincuencia Organizada (FAEDO) va con todo contra una banda de al menos 13 personas, acusándolas de montar este plan macabro para extorsionar a nuestros empresarios. Y ni hablar de la exigencia de criptomonedas… ¡eso sí que es novedoso!
Resulta que estos delincuentes habrían planeado meticulosamente cómo distribuir roles, coordinar acciones y llevar a cabo el secuestro. Querían diez monedas Bitcoin, ¡o su equivalente en colones!, lo que suma cerca de cien millones de colones. Un buen brete pa' cualquier persona, imagínate para las familias afectadas. Según el documento de la Fiscalía, todo empezó el 1° de enero de 2023, con don George moviéndose entre Rohrmoser y Jacó, dando pie a que estos tipos empezaran a vigilarlo como si fuera la Vara Sagrada.
Y ahí empieza el circo. Kevin Vargas, Juan Mauricio, Osvaldo Ulate y Alejandro Picado, cada uno con su función asignada, haciendo seguimiento al señor Angulo. Vargas se instaló en Herradura, mientras los demás lo acechaban como detectives privados. Después, el 3 de enero, una flota de carros –Toyota Corolla azul, Hyundai Accent bronce y un Nissan Tiida gris– se puso a seguirle los pasos desde Plaza Mayor hasta su casa, asegurándose de que usara su vehículo. ¡No dejaban ni una falla!
Cuando el señor Angulo llega al gimnasio 'George Angulo Fitness', le tienden la emboscada. Aparece un Mitsubishi Montero gris, con placas falsas, y se bajan unos tipos vestidos como agentes del OIJ, pero ¡ojo!, no lo eran. Lo someten a punta de pistola, lo meten a un Toyota Corolla, y se lo llevan a toda velocidad. Golpes, capucha negra, amenazas con fusiles... ¡qué barbaridad! Mientras tanto, los demás se quedaban vigilando la zona para que nadie les estorbara. ¡Una operación militar, diay!
Después, lo empiezan a mover por Cartago, pasando por tres sitios diferentes de cautiverio. En el primero, en la Vieja Metrópoli, lo encerraron en un cuarto parecido a un closet, custodiado por varios hombres. Ahí llamaron a su hermano para pedirle el rescate. Luego, lo llevaron a un lugar frío, donde pasó algunas horas en una estructura de dos pisos con una bodega llena de ratas, ¡qué susto! Finalmente, terminó en un cuarto con ventana, donde escuchaba el tren pasar y gallinas cacarear. Ese era el lugar donde le apuntaban con las armas y lo mantenían esposado, grabando videos para presionar por el dinero.
La negociación culminó con el acuerdo de pagar diez Bitcoins o su equivalente en efectivo, y amenazaron con hacerle daño si no cumplían. Al final, lo liberaron en Río Frío de Sarapiquí, tras haber recibido el pago. Las autoridades determinaron que se trataba de una banda organizada, con una clara división de tareas: unos secuestraban, otros recogían el dinero en criptomonedas. ¡Ya se nota que tienen experiencia en esto de los negocios turbios!
Lo que más me sorprende es que, según la investigación, después de recibir el rescate, estos vándalos se pusieron a gastar tranquilamente, comprando cosas por aquí y por allá. ¡Como si nada! La Policía Judicial se dio cuenta de que la mayoría de los detenidos pertenecían al grupo encargado de manejar las criptomonedas. Muchos de ellos fueron encontrados vacacionando con sus familias en Jacó, hospedados en cabañas y apartamentos. ¡Qué sal nos han dado, a nosotros los honestos! La JEDO aún está decidiendo si eleva el caso a juicio, pero ya estamos viendo cómo funciona esta banda de secuestradores modernos.
Este caso nos deja pensando: ¿Estamos preparados para enfrentar nuevas formas de delito que utilizan tecnología y tácticas militares? ¿Deberíamos exigir mayor regulación de las criptomonedas para evitar que sean utilizadas para fines ilícitos? ¡Qué opinan ustedes, compas del foro? Compartan sus ideas y experiencias sobre este tema tan preocupante!”,
Resulta que estos delincuentes habrían planeado meticulosamente cómo distribuir roles, coordinar acciones y llevar a cabo el secuestro. Querían diez monedas Bitcoin, ¡o su equivalente en colones!, lo que suma cerca de cien millones de colones. Un buen brete pa' cualquier persona, imagínate para las familias afectadas. Según el documento de la Fiscalía, todo empezó el 1° de enero de 2023, con don George moviéndose entre Rohrmoser y Jacó, dando pie a que estos tipos empezaran a vigilarlo como si fuera la Vara Sagrada.
Y ahí empieza el circo. Kevin Vargas, Juan Mauricio, Osvaldo Ulate y Alejandro Picado, cada uno con su función asignada, haciendo seguimiento al señor Angulo. Vargas se instaló en Herradura, mientras los demás lo acechaban como detectives privados. Después, el 3 de enero, una flota de carros –Toyota Corolla azul, Hyundai Accent bronce y un Nissan Tiida gris– se puso a seguirle los pasos desde Plaza Mayor hasta su casa, asegurándose de que usara su vehículo. ¡No dejaban ni una falla!
Cuando el señor Angulo llega al gimnasio 'George Angulo Fitness', le tienden la emboscada. Aparece un Mitsubishi Montero gris, con placas falsas, y se bajan unos tipos vestidos como agentes del OIJ, pero ¡ojo!, no lo eran. Lo someten a punta de pistola, lo meten a un Toyota Corolla, y se lo llevan a toda velocidad. Golpes, capucha negra, amenazas con fusiles... ¡qué barbaridad! Mientras tanto, los demás se quedaban vigilando la zona para que nadie les estorbara. ¡Una operación militar, diay!
Después, lo empiezan a mover por Cartago, pasando por tres sitios diferentes de cautiverio. En el primero, en la Vieja Metrópoli, lo encerraron en un cuarto parecido a un closet, custodiado por varios hombres. Ahí llamaron a su hermano para pedirle el rescate. Luego, lo llevaron a un lugar frío, donde pasó algunas horas en una estructura de dos pisos con una bodega llena de ratas, ¡qué susto! Finalmente, terminó en un cuarto con ventana, donde escuchaba el tren pasar y gallinas cacarear. Ese era el lugar donde le apuntaban con las armas y lo mantenían esposado, grabando videos para presionar por el dinero.
La negociación culminó con el acuerdo de pagar diez Bitcoins o su equivalente en efectivo, y amenazaron con hacerle daño si no cumplían. Al final, lo liberaron en Río Frío de Sarapiquí, tras haber recibido el pago. Las autoridades determinaron que se trataba de una banda organizada, con una clara división de tareas: unos secuestraban, otros recogían el dinero en criptomonedas. ¡Ya se nota que tienen experiencia en esto de los negocios turbios!
Lo que más me sorprende es que, según la investigación, después de recibir el rescate, estos vándalos se pusieron a gastar tranquilamente, comprando cosas por aquí y por allá. ¡Como si nada! La Policía Judicial se dio cuenta de que la mayoría de los detenidos pertenecían al grupo encargado de manejar las criptomonedas. Muchos de ellos fueron encontrados vacacionando con sus familias en Jacó, hospedados en cabañas y apartamentos. ¡Qué sal nos han dado, a nosotros los honestos! La JEDO aún está decidiendo si eleva el caso a juicio, pero ya estamos viendo cómo funciona esta banda de secuestradores modernos.
Este caso nos deja pensando: ¿Estamos preparados para enfrentar nuevas formas de delito que utilizan tecnología y tácticas militares? ¿Deberíamos exigir mayor regulación de las criptomonedas para evitar que sean utilizadas para fines ilícitos? ¡Qué opinan ustedes, compas del foro? Compartan sus ideas y experiencias sobre este tema tan preocupante!”,