Bueno, maes, agárrense porque el MOPT amaneció con ganas de mover el tablero. Así, sin mucho color y de un solo tiro, el ministro Efraím Zeledón le cantó viajera a Oswaldo Miranda Víquez, el que hasta ayer era el mandamás de la Policía de Tránsito. La noticia cayó como un baldazo de agua fría y la razón oficial, como siempre, es el eufemismo del día: una “redefinición de líneas estratégicas”. En buen tico, eso suena a que la procesión iba por dentro y algo olía mal en la cocina desde hace rato.
Diay, seamos honestos. Cuando un jerarca usa un lenguaje tan corporativo para justificar una movida tan drástica, es porque no quiere entrar en detalles. El comunicado habla de “optimizar recursos” y “elevar la eficiencia operativa”. Palabras muy bonitas que en la calle significan una cosa: el brete no se estaba haciendo como querían. La vara es que la seguridad vial en este país es un tema delicado, con accidentes todos los días y unas presas que ya son parte del paisaje. Si el cambio busca de verdad solucionar ese despiche, pues bienvenido sea. El problema es la forma: inmediata, sin un sucesor claro y con una justificación que parece sacada de un manual de gerencia.
Claro, el ministro Zeledón salió a ponerle un paño tibio al asunto, diciendo que su compromiso con los oficiales y la seguridad en carretera sigue intacto. Un discurso predecible y necesario, pero que no calma las aguas. Los tráficos de a pie, esos que se comen el sol, el agua y los madrazos en la calle, son los que al final sienten más estos cambios de timón. ¿Cómo queda la moral de un cuerpo policial cuando le cortan la cabeza al jefe de la noche a la mañana? ¿Se sentirán respaldados o más bien pensarán que el próximo en salir puede ser cualquiera? Es una jugada que, si no se maneja bien, puede terminar afectando el ya complicado trabajo que hacen.
Pero al final del día, ¿qué nos importa a nosotros, los que andamos en la calle? Nos importa que si se nos vara el carro en la General Cañas, llegue una patrulla. Nos importa que haya operativos de alcoholemia serios los fines de semana. Nos importa que los trámites no sean un dolor de cabeza. El temor es que, con tanto movimiento interno, todo el plan de mejora que tanto anuncian termine por irse al traste. Un cambio de director puede ser una bocanada de aire fresco o, por el contrario, un atraso de meses mientras el nuevo se acomoda y entiende cómo funciona el chunche. Y mientras tanto, los problemas de siempre siguen ahí.
A don Oswaldo Miranda, por su parte, le tocó bailar con la más fea y quedó bien salado. Se va sin aplausos y con un manto de duda sobre su gestión. Por ahora, el MOPT deja un vacío de poder con un interino que nadie sabe quién es, y a los ciudadanos con la misma incertidumbre de siempre. Queda claro que algo se rompió a lo interno, pero la versión oficial es demasiado pulcra para ser toda la verdad. Esto tiene toda la pinta de ser una movida política para calmar alguna presión o para poner a alguien de confianza en un puesto clave. El tiempo dirá si fue para mejor o si solo fue un cambio de caras.
La pregunta queda en el aire, maes: ¿Creen que esto es un simple cambio de fichas para la foto o de verdad se viene una mejora real en Tránsito? ¿O será que a don Oswaldo le tocó pagar los platos rotos por un despiche más grande? Los leo en los comentarios.
Diay, seamos honestos. Cuando un jerarca usa un lenguaje tan corporativo para justificar una movida tan drástica, es porque no quiere entrar en detalles. El comunicado habla de “optimizar recursos” y “elevar la eficiencia operativa”. Palabras muy bonitas que en la calle significan una cosa: el brete no se estaba haciendo como querían. La vara es que la seguridad vial en este país es un tema delicado, con accidentes todos los días y unas presas que ya son parte del paisaje. Si el cambio busca de verdad solucionar ese despiche, pues bienvenido sea. El problema es la forma: inmediata, sin un sucesor claro y con una justificación que parece sacada de un manual de gerencia.
Claro, el ministro Zeledón salió a ponerle un paño tibio al asunto, diciendo que su compromiso con los oficiales y la seguridad en carretera sigue intacto. Un discurso predecible y necesario, pero que no calma las aguas. Los tráficos de a pie, esos que se comen el sol, el agua y los madrazos en la calle, son los que al final sienten más estos cambios de timón. ¿Cómo queda la moral de un cuerpo policial cuando le cortan la cabeza al jefe de la noche a la mañana? ¿Se sentirán respaldados o más bien pensarán que el próximo en salir puede ser cualquiera? Es una jugada que, si no se maneja bien, puede terminar afectando el ya complicado trabajo que hacen.
Pero al final del día, ¿qué nos importa a nosotros, los que andamos en la calle? Nos importa que si se nos vara el carro en la General Cañas, llegue una patrulla. Nos importa que haya operativos de alcoholemia serios los fines de semana. Nos importa que los trámites no sean un dolor de cabeza. El temor es que, con tanto movimiento interno, todo el plan de mejora que tanto anuncian termine por irse al traste. Un cambio de director puede ser una bocanada de aire fresco o, por el contrario, un atraso de meses mientras el nuevo se acomoda y entiende cómo funciona el chunche. Y mientras tanto, los problemas de siempre siguen ahí.
A don Oswaldo Miranda, por su parte, le tocó bailar con la más fea y quedó bien salado. Se va sin aplausos y con un manto de duda sobre su gestión. Por ahora, el MOPT deja un vacío de poder con un interino que nadie sabe quién es, y a los ciudadanos con la misma incertidumbre de siempre. Queda claro que algo se rompió a lo interno, pero la versión oficial es demasiado pulcra para ser toda la verdad. Esto tiene toda la pinta de ser una movida política para calmar alguna presión o para poner a alguien de confianza en un puesto clave. El tiempo dirá si fue para mejor o si solo fue un cambio de caras.
La pregunta queda en el aire, maes: ¿Creen que esto es un simple cambio de fichas para la foto o de verdad se viene una mejora real en Tránsito? ¿O será que a don Oswaldo le tocó pagar los platos rotos por un despiche más grande? Los leo en los comentarios.