¡Ay, patitos! Aquí seguimos viendo cómo el mundo cambia a velocidad de fórmula uno, pero hay cosas que se agarran así, bien firmes a nuestras raíces. Hoy les quiero contar sobre esos pequeños comercios que siguen abriendo sus puertas, sirviendo el pan fresco y el café calentito, y, claro, ¡trayéndoles el Diario Extra a la mesa!
Estos lugares, que le vamos a mentir, son el corazón de nuestros barrios, son donde nos encontramos con los vecinos, intercambiamos cotorras y nos enteramos de todo lo que pasa. Son más que simples tiendas; son espacios de encuentro, de historias compartidas, de eso que tanto valoramos acá en Costa Rica: la comunidad. Y qué chévere saber que algunos llevan décadas resistiendo, manteniendo vivo el espíritu tradicional frente a los súper grandes.
Empezaremos por Panaderías SNAO en Oreamuno de Cartago, unos señores que llevan 15 años horneando pura magia. Imagínense, ¡siete locales! Y pa’ rematar, además de llevarles el pan con aroma a hogar, también tienen nuestro amado Diario Extra. Paula Álvarez, la dueña, parece sacada de un cuento: trabaja con pasión, mantiene la calidad y sigue compartiendo con la gente ese sabor artesanal que te cala hondo.
Luego tenemos al Abastecedor Méndez en Concepción de Tres Ríos, ¡una reliquia! Con más de 84 años a cuestas, este lugar es la primera pulpería del barrio y, sorprendentemente, la última administrada por familias costarricenses en la zona. Adela Méndez, la propietaria, dice que desde que eran mocosos, venimos llegando por los productos frescos y, por supuesto, a leer las noticias del Diario Extra. Qué cosa más bonita ver cómo esas tradiciones se van pasando de generación en generación.
No podemos olvidarnos de la Pulpería y Verdulería Lomas en Desamparados, donde Alexander Vargas ha dedicado casi 28 años a atender a la comunidad. Él empezó en una esquinerita alquilada y ahora es dueño de su propio local, ¡qué ejemplo de constancia! Y ahí, entre verduras frescas y frutas de temporada, siempre tienen nuestro periódico listo para echarle un ojo. Dice que lo mejor de todo es la buena onda con los vecinos, que ya lo han visto crecer junto al negocio. A veces hasta comparten un partido de balompié con los muchachos del barrio, demostrando que el sentido de comunidad está muy vivo por esos lados.
Y terminamos con el Súper Fátima, otro tesoro escondido en Desamparados. Karol Chinchilla Morales lleva 24 años manteniéndose firme, ofreciendo más que productos: un ambiente donde la gente se siente como en casa. Ahí, las mañanas se llenan de café compartido y pláticas animadas. Karol dice que lo que más valora no son las ventas, sino la confianza que ha construido con sus clientes. Esa conexión humana, esa cercanía, es lo que realmente marca la diferencia en estos tiempos de tecnología y compras online. Es un recordatorio de que, a pesar de todo, necesitamos sentirnos conectados con nuestra gente.
Todos estos negocios, y muchísimos otros como ellos, forman parte del tejido social de nuestro país. Son pilares fundamentales que sostienen nuestras comunidades, que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. Nos ofrecen un respiro en medio del ritmo frenético de la vida moderna, un espacio para compartir, para conectar, para simplemente ser nosotros mismos. Son un tesoro que debemos valorar y apoyar, porque si desaparecen, perdemos una parte importante de nuestra identidad costarricense. ¿Ustedes qué opinan? ¿Cuál es el comercio de barrio que más quieren y por qué?
Ahora me pregunto, ¿creen que las nuevas generaciones apreciarán estos comercios tradicionales igual que nosotros, o la conveniencia de las grandes cadenas terminará por eclipsarlos? ¿Cómo podemos ayudar a proteger estos espacios únicos que enriquecen tanto nuestras vidas?
Estos lugares, que le vamos a mentir, son el corazón de nuestros barrios, son donde nos encontramos con los vecinos, intercambiamos cotorras y nos enteramos de todo lo que pasa. Son más que simples tiendas; son espacios de encuentro, de historias compartidas, de eso que tanto valoramos acá en Costa Rica: la comunidad. Y qué chévere saber que algunos llevan décadas resistiendo, manteniendo vivo el espíritu tradicional frente a los súper grandes.
Empezaremos por Panaderías SNAO en Oreamuno de Cartago, unos señores que llevan 15 años horneando pura magia. Imagínense, ¡siete locales! Y pa’ rematar, además de llevarles el pan con aroma a hogar, también tienen nuestro amado Diario Extra. Paula Álvarez, la dueña, parece sacada de un cuento: trabaja con pasión, mantiene la calidad y sigue compartiendo con la gente ese sabor artesanal que te cala hondo.
Luego tenemos al Abastecedor Méndez en Concepción de Tres Ríos, ¡una reliquia! Con más de 84 años a cuestas, este lugar es la primera pulpería del barrio y, sorprendentemente, la última administrada por familias costarricenses en la zona. Adela Méndez, la propietaria, dice que desde que eran mocosos, venimos llegando por los productos frescos y, por supuesto, a leer las noticias del Diario Extra. Qué cosa más bonita ver cómo esas tradiciones se van pasando de generación en generación.
No podemos olvidarnos de la Pulpería y Verdulería Lomas en Desamparados, donde Alexander Vargas ha dedicado casi 28 años a atender a la comunidad. Él empezó en una esquinerita alquilada y ahora es dueño de su propio local, ¡qué ejemplo de constancia! Y ahí, entre verduras frescas y frutas de temporada, siempre tienen nuestro periódico listo para echarle un ojo. Dice que lo mejor de todo es la buena onda con los vecinos, que ya lo han visto crecer junto al negocio. A veces hasta comparten un partido de balompié con los muchachos del barrio, demostrando que el sentido de comunidad está muy vivo por esos lados.
Y terminamos con el Súper Fátima, otro tesoro escondido en Desamparados. Karol Chinchilla Morales lleva 24 años manteniéndose firme, ofreciendo más que productos: un ambiente donde la gente se siente como en casa. Ahí, las mañanas se llenan de café compartido y pláticas animadas. Karol dice que lo que más valora no son las ventas, sino la confianza que ha construido con sus clientes. Esa conexión humana, esa cercanía, es lo que realmente marca la diferencia en estos tiempos de tecnología y compras online. Es un recordatorio de que, a pesar de todo, necesitamos sentirnos conectados con nuestra gente.
Todos estos negocios, y muchísimos otros como ellos, forman parte del tejido social de nuestro país. Son pilares fundamentales que sostienen nuestras comunidades, que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. Nos ofrecen un respiro en medio del ritmo frenético de la vida moderna, un espacio para compartir, para conectar, para simplemente ser nosotros mismos. Son un tesoro que debemos valorar y apoyar, porque si desaparecen, perdemos una parte importante de nuestra identidad costarricense. ¿Ustedes qué opinan? ¿Cuál es el comercio de barrio que más quieren y por qué?
Ahora me pregunto, ¿creen que las nuevas generaciones apreciarán estos comercios tradicionales igual que nosotros, o la conveniencia de las grandes cadenas terminará por eclipsarlos? ¿Cómo podemos ayudar a proteger estos espacios únicos que enriquecen tanto nuestras vidas?
