¡Ay, qué pesar! La comunidad limonense todavía está sacudida por el lamentable desenlace en el barrio La Colina, donde Amanda Zuriely Guevara Fajardo, una joven enfermera de tan solo 30 años, perdió la vida en medio de un ataque armado que parecía estar dirigido a otra persona. Una torta, vamos, que una jovencita llena de futuro termine así, sin poder hacer nada.
Amanda, conocida por su vocación y dedicación al servicio, trabajaba en el Hospital Dr. Edwin Power Garrido, donde era apreciada por colegas y pacientes. Según las autoridades, la joven resultó ser una víctima colateral en un enfrentamiento entre grupos criminales, un brete que ha dejado a su familia destrozada y a toda la provincia consternada. Las primeras investigaciones apuntan a que buscaban a alguien más, pero así nomás, la bala perdida encontró a Amanda, truncando sueños y dejando un vacío irreparable.
Sus padres, Verónica Fajardo Rosales y Nery Guevara Muñiz, entre lágrimas compartieron con nosotros recuerdos imborrables de su hija. “Siempre le enseñamos a ser humilde, a escuchar a todos”, contó Verónica, con la voz quebrada. “Mi hija ha sido mi felicidad, mi primer amor… Ese día estábamos trabajando juntas en la tapia de la casa, haciendo cositas como siempre”. La madre enfatizó el respeto mutuo que siempre caracterizó su relación, asegurando que nunca hubo motivos para reproches o discusiones. Un mae de esas pocas, vaya.
Nery, el padre de Amanda, visiblemente afectado, describió a su hija como un ejemplo a seguir. “Ella brindó su corazón en todo momento, fue humilde, esforzada, educada… Era nuestra única hija, ¡qué sal!”, exclamó con angustia. Recordó que siempre estuvo presente en la vida de Amanda, apoyándola en cada paso y orgulloso de sus logros. Su mensaje a otras familias fue claro: “Ámen siempre a sus hijos, mostrándoles el camino del bien. Algún día ellos lo agradecerán, como lo agradeció ella”.
Argerie Brenes, la tía de Amanda, añadió un detalle conmovedor: la joven estaba a un mes de comenzar la construcción de su propio apartamento, un proyecto personal que la llenaba de ilusión. “Lo iba a construir el otro mes, en la parte de arriba de la casa de su mamá”, explicó, mientras luchaba contra las lágrimas. Amanda vivía junto a su madre y su abuela, a quien cariñosamente llamaba “tita”, formando un núcleo familiar muy unido y afectuoso. Se puede decir que tenía la vida hecha, un chunche lindo que se apagó demasiado pronto.
Las autoridades judiciales han confirmado que la investigación sigue su curso para esclarecer los hechos y llevar a los responsables ante la justicia. Vladimir Muñoz, subdirector general a. i. del OIJ, aclaró que se maneja bajo la hipótesis de que Amanda fue una víctima colateral, producto de una riña entre sicarios y su presunto objetivo. Al parecer, el hombre al que buscaban huyó por la parte trasera de la vivienda, mientras que Amanda recibía la descarga fatal. El OIJ está trabajando a marchas forzadas para identificar plenamente a los implicados y determinar sus motivaciones.
Este caso reaviva el debate nacional sobre la creciente ola de violencia que azota al país, especialmente en zonas fronterizas como Limón. Muchos ciudadanos cuestionan la efectividad de las políticas de seguridad y demandan medidas más contundentes para proteger a la población inocente. La memoria de Amanda se convierte en un llamado a la reflexión y a la búsqueda de soluciones urgentes para erradicar la impunidad y recuperar la tranquilidad en nuestras comunidades. El brete es grande y requiere de la colaboración de todos para salir adelante.
Ante esta terrible pérdida, y considerando el impacto devastador de la violencia en nuestras vidas, ¿creen ustedes que las autoridades están haciendo lo suficiente para garantizar la seguridad de los ciudadanos costarricenses, o deberíamos explorar enfoques alternativos para combatir el crimen y prevenir tragedias similares en el futuro?
Amanda, conocida por su vocación y dedicación al servicio, trabajaba en el Hospital Dr. Edwin Power Garrido, donde era apreciada por colegas y pacientes. Según las autoridades, la joven resultó ser una víctima colateral en un enfrentamiento entre grupos criminales, un brete que ha dejado a su familia destrozada y a toda la provincia consternada. Las primeras investigaciones apuntan a que buscaban a alguien más, pero así nomás, la bala perdida encontró a Amanda, truncando sueños y dejando un vacío irreparable.
Sus padres, Verónica Fajardo Rosales y Nery Guevara Muñiz, entre lágrimas compartieron con nosotros recuerdos imborrables de su hija. “Siempre le enseñamos a ser humilde, a escuchar a todos”, contó Verónica, con la voz quebrada. “Mi hija ha sido mi felicidad, mi primer amor… Ese día estábamos trabajando juntas en la tapia de la casa, haciendo cositas como siempre”. La madre enfatizó el respeto mutuo que siempre caracterizó su relación, asegurando que nunca hubo motivos para reproches o discusiones. Un mae de esas pocas, vaya.
Nery, el padre de Amanda, visiblemente afectado, describió a su hija como un ejemplo a seguir. “Ella brindó su corazón en todo momento, fue humilde, esforzada, educada… Era nuestra única hija, ¡qué sal!”, exclamó con angustia. Recordó que siempre estuvo presente en la vida de Amanda, apoyándola en cada paso y orgulloso de sus logros. Su mensaje a otras familias fue claro: “Ámen siempre a sus hijos, mostrándoles el camino del bien. Algún día ellos lo agradecerán, como lo agradeció ella”.
Argerie Brenes, la tía de Amanda, añadió un detalle conmovedor: la joven estaba a un mes de comenzar la construcción de su propio apartamento, un proyecto personal que la llenaba de ilusión. “Lo iba a construir el otro mes, en la parte de arriba de la casa de su mamá”, explicó, mientras luchaba contra las lágrimas. Amanda vivía junto a su madre y su abuela, a quien cariñosamente llamaba “tita”, formando un núcleo familiar muy unido y afectuoso. Se puede decir que tenía la vida hecha, un chunche lindo que se apagó demasiado pronto.
Las autoridades judiciales han confirmado que la investigación sigue su curso para esclarecer los hechos y llevar a los responsables ante la justicia. Vladimir Muñoz, subdirector general a. i. del OIJ, aclaró que se maneja bajo la hipótesis de que Amanda fue una víctima colateral, producto de una riña entre sicarios y su presunto objetivo. Al parecer, el hombre al que buscaban huyó por la parte trasera de la vivienda, mientras que Amanda recibía la descarga fatal. El OIJ está trabajando a marchas forzadas para identificar plenamente a los implicados y determinar sus motivaciones.
Este caso reaviva el debate nacional sobre la creciente ola de violencia que azota al país, especialmente en zonas fronterizas como Limón. Muchos ciudadanos cuestionan la efectividad de las políticas de seguridad y demandan medidas más contundentes para proteger a la población inocente. La memoria de Amanda se convierte en un llamado a la reflexión y a la búsqueda de soluciones urgentes para erradicar la impunidad y recuperar la tranquilidad en nuestras comunidades. El brete es grande y requiere de la colaboración de todos para salir adelante.
Ante esta terrible pérdida, y considerando el impacto devastador de la violencia en nuestras vidas, ¿creen ustedes que las autoridades están haciendo lo suficiente para garantizar la seguridad de los ciudadanos costarricenses, o deberíamos explorar enfoques alternativos para combatir el crimen y prevenir tragedias similares en el futuro?