¡Ay, Dios mío, qué torta! La noche del lunes azotó duro a Turrialba, y esta vez los damnificados son Doña Elena y Don Ricardo, una parejita de adultos mayore’ que vivían tranquilos en el barrio Coyol. Las lluvias fueron tan brutales que inundaron su casita hasta el cuello, dejándolos sin nada, absolutamente nada. Uno se queda pensando, ¿cómo va a ser así?
Según Mireya Fernández, la vecina de al lado, la cosa se puso fea rapidísimo. Ella estaba fuera de casa, porque Don Gonzalo – esposo de Mireya– tenía una cita en el Ebais. Cuando volvió, vio una escena digna de película de terror: el agua reventaba por todas partes, como si estuviera cayendo una catarata por encima de los muros. "¡Me quedé boquiabierta, mae!", cuenta Mireya aún temblorosa.
Doña Elena y Don Ricardo tienen 93 y 71 años respectivamente, y no pudieron ni siquiera intentar salvar sus pertenencias. Estiman que el agua llegó casi a un metro de altura. Imagínate la desesperación, estar ahí tirado, viendo cómo el agua te arrastra todos tus recuerdos. Ya eran las tres de la mañana cuando se dieron cuenta de que no había forma de escapar del agua, así que tuvieron que acostarse en un colchón empapado. “¿Qué íbamos a hacer a esas horas?”, se lamenta Doña Elena, con la voz quebrada.
Y como si la cosa no fuera suficiente, el río bravo – que así le llamamos nosotros, los turrialbeños– se llevó parte de la tapia trasera de la casa, dejando la propiedad hecha trizas. La cocina, directamente, quedó inutilizable. El refrigerador, la estufa, todo varado. Hasta el televisor, su única compañía en las tardes, tuvo que tirar a la basura. ¡Qué pena!
“Estamos donde la vecina, gracias a Dios. Nos han dado un respiro”, comenta Don Ricardo, mientras busca algo para calentarse con este frío que se siente ahora. Mireya ha abierto su hogar a la pareja, ofreciéndoles comida y refugio, pero saben que eso es temporal. El brete es grande, y necesitan ayuda urgente. La cosa pinta dura, compadres.
El alcalde de Turrialba, Carlos Hidalgo, confirmó que la noche del lunes varios barrios sufrieron inundaciones: Abel Sáenz, Carmen Lyra, Yapirí, El Mora, El Verolís 1, El Coyol y San Rafael. Según él, a pesar de los destrozos, lo importante es que no hubo nadie lesionado ni fallecido. Ahora toca ver cómo se recuperan de esta tragedia. Es bueno escuchar que no hubo pérdida humana, pero el daño material es colosal.
La Cruz Roja Costarricense y otras organizaciones sociales ya están movilizadas para brindar asistencia a los afectados. Se está coordinando la entrega de alimentos, ropa y artículos de higiene personal. También se está evaluando la posibilidad de construir nuevas viviendas para aquellas familias que perdieron su hogar. Pero entre tanto papeleo, estos dos abuelitos siguen buscando dónde dormir y qué comer. Priscila Brenes Chaves, familiar de Don Ricardo, ha habilitado un número de teléfono para recibir donaciones: 8770-2315. ¡Un granito de arena hace la montaña, mi gente!
Es increíble cómo un evento climático extremo puede cambiarle la vida a alguien en un abrir y cerrar de ojos. Esta historia nos recuerda lo frágiles que somos ante la fuerza de la naturaleza y lo importante que es solidarizarnos con quienes lo necesitan. Me pregunto, ¿cuáles creen ustedes que deberían ser las medidas preventivas más urgentes para proteger a las comunidades vulnerables de futuras inundaciones en Costa Rica?
Según Mireya Fernández, la vecina de al lado, la cosa se puso fea rapidísimo. Ella estaba fuera de casa, porque Don Gonzalo – esposo de Mireya– tenía una cita en el Ebais. Cuando volvió, vio una escena digna de película de terror: el agua reventaba por todas partes, como si estuviera cayendo una catarata por encima de los muros. "¡Me quedé boquiabierta, mae!", cuenta Mireya aún temblorosa.
Doña Elena y Don Ricardo tienen 93 y 71 años respectivamente, y no pudieron ni siquiera intentar salvar sus pertenencias. Estiman que el agua llegó casi a un metro de altura. Imagínate la desesperación, estar ahí tirado, viendo cómo el agua te arrastra todos tus recuerdos. Ya eran las tres de la mañana cuando se dieron cuenta de que no había forma de escapar del agua, así que tuvieron que acostarse en un colchón empapado. “¿Qué íbamos a hacer a esas horas?”, se lamenta Doña Elena, con la voz quebrada.
Y como si la cosa no fuera suficiente, el río bravo – que así le llamamos nosotros, los turrialbeños– se llevó parte de la tapia trasera de la casa, dejando la propiedad hecha trizas. La cocina, directamente, quedó inutilizable. El refrigerador, la estufa, todo varado. Hasta el televisor, su única compañía en las tardes, tuvo que tirar a la basura. ¡Qué pena!
“Estamos donde la vecina, gracias a Dios. Nos han dado un respiro”, comenta Don Ricardo, mientras busca algo para calentarse con este frío que se siente ahora. Mireya ha abierto su hogar a la pareja, ofreciéndoles comida y refugio, pero saben que eso es temporal. El brete es grande, y necesitan ayuda urgente. La cosa pinta dura, compadres.
El alcalde de Turrialba, Carlos Hidalgo, confirmó que la noche del lunes varios barrios sufrieron inundaciones: Abel Sáenz, Carmen Lyra, Yapirí, El Mora, El Verolís 1, El Coyol y San Rafael. Según él, a pesar de los destrozos, lo importante es que no hubo nadie lesionado ni fallecido. Ahora toca ver cómo se recuperan de esta tragedia. Es bueno escuchar que no hubo pérdida humana, pero el daño material es colosal.
La Cruz Roja Costarricense y otras organizaciones sociales ya están movilizadas para brindar asistencia a los afectados. Se está coordinando la entrega de alimentos, ropa y artículos de higiene personal. También se está evaluando la posibilidad de construir nuevas viviendas para aquellas familias que perdieron su hogar. Pero entre tanto papeleo, estos dos abuelitos siguen buscando dónde dormir y qué comer. Priscila Brenes Chaves, familiar de Don Ricardo, ha habilitado un número de teléfono para recibir donaciones: 8770-2315. ¡Un granito de arena hace la montaña, mi gente!
Es increíble cómo un evento climático extremo puede cambiarle la vida a alguien en un abrir y cerrar de ojos. Esta historia nos recuerda lo frágiles que somos ante la fuerza de la naturaleza y lo importante que es solidarizarnos con quienes lo necesitan. Me pregunto, ¿cuáles creen ustedes que deberían ser las medidas preventivas más urgentes para proteger a las comunidades vulnerables de futuras inundaciones en Costa Rica?