Diay maes, hay que hablar de una vara que, sinceramente, ya cansa. Cada cierto tiempo nos topamos con la misma noticia, solo cambian los números y la fecha. Esta vez, el premio se lo llevaron 41 personas que, en un arranque de genialidad, decidieron que las reglas y las advertencias de un volcán activo no aplicaban para ellos. El domingo pasado, este grupo se mandó a una caminata por los Quemaderos del Poás, un sector que está más que prohibido por razones que hasta un chiquito de escuela entendería. O sea, ¿hola? Es un volcán. Hace “¡PUM!”.
La cosa es que, tras varias denuncias, la gente del MINAE y la Policía Turística tuvieron que montar todo un operativo para ir a buscarlos. Y no crean que fue a mediodía, con el sol y cafecito. No, señor. A los excursionistas aventureros les cayeron a las 3:30 de la madrugada. ¡A las tres y media! Uno a esa hora está en el quinto sueño o volviendo de la fiesta, pero esta gente estaba activamente buscando cómo ponerse en riesgo. Es el tipo de situación donde uno no sabe si aplaudir el brete de las autoridades por encontrarlos o preguntarse en qué momento se nos olvidó el sentido común más básico. Al final, se jalaron una torta monumental y, de paso, hicieron a un montón de gente perder tiempo y recursos valiosísimos.
Y ahora, ¿qué castigo les espera a nuestros protagonistas? Pues, de momento, un buen jalón de orejas con sello oficial: una orden administrativa que, traducida al tico, significa: "si lo vuelve a hacer, nos vemos en la Fiscalía por desobediencia". Y como en toda historia de estas no podía faltar el personaje estrella, resulta que dentro del grupo había un reincidente. Un mae al que ya en 2023 le habían dicho exactamente lo mismo, en el mismo volcán. ¡Qué sal! Hay gente que de verdad parece que colecciona malas decisiones. Uno se pregunta si la segunda vez le iban a dar un premio por la persistencia o algo así. Es que hay que tener carácter para tropezar dos veces con un cráter.
Lo más frustrante es que esto no es un juego. El propio jerarca del MINAE, Franz Tattenbach, tuvo que salir (otra vez) a explicar con manzanas lo que es evidente: el Poás es de alto riesgo volcánico. En cualquier momento, sin previo aviso, esa vara puede hacer una erupción y ¡adiós foto para el Insta! No hay sendero que te salve. A eso súmenle los gases tóxicos que uno se respira y que el terreno es un despiche para caminar. Si algo sale mal ahí, sacar a alguien es una misión casi imposible. ¡Qué despiche se pudo haber armado si justo ese día al volcán se le ocurría estornudar! Estamos hablando de una potencial tragedia provocada por pura y simple necedad.
Al final, la pregunta del millón es ¿por qué? ¿Qué nos pasa por la cabeza? ¿Es la necesidad de tener la historia más “tuanis” que contar, la foto que nadie más tiene? ¿O es que hemos perdido por completo el respeto por la naturaleza y por las personas que tienen que arriesgarse para ir a rescatarnos? Se siente como una mezcla de todo. Una cultura de la inmediatez y el ego digital que nos hace creer que somos inmunes a las leyes de la física y la geología. La vara es que la montaña no juega, y un día de estos, una historia de estas no va a terminar con una simple advertencia administrativa, sino en las páginas de sucesos.
¿Qué creen ustedes que lleva a la gente a jugársela así? ¿Es pura necedad, la falta de "malicia indígena" o la obsesión por la foto perfecta para Instagram? ¡Los leo en los comentarios!
La cosa es que, tras varias denuncias, la gente del MINAE y la Policía Turística tuvieron que montar todo un operativo para ir a buscarlos. Y no crean que fue a mediodía, con el sol y cafecito. No, señor. A los excursionistas aventureros les cayeron a las 3:30 de la madrugada. ¡A las tres y media! Uno a esa hora está en el quinto sueño o volviendo de la fiesta, pero esta gente estaba activamente buscando cómo ponerse en riesgo. Es el tipo de situación donde uno no sabe si aplaudir el brete de las autoridades por encontrarlos o preguntarse en qué momento se nos olvidó el sentido común más básico. Al final, se jalaron una torta monumental y, de paso, hicieron a un montón de gente perder tiempo y recursos valiosísimos.
Y ahora, ¿qué castigo les espera a nuestros protagonistas? Pues, de momento, un buen jalón de orejas con sello oficial: una orden administrativa que, traducida al tico, significa: "si lo vuelve a hacer, nos vemos en la Fiscalía por desobediencia". Y como en toda historia de estas no podía faltar el personaje estrella, resulta que dentro del grupo había un reincidente. Un mae al que ya en 2023 le habían dicho exactamente lo mismo, en el mismo volcán. ¡Qué sal! Hay gente que de verdad parece que colecciona malas decisiones. Uno se pregunta si la segunda vez le iban a dar un premio por la persistencia o algo así. Es que hay que tener carácter para tropezar dos veces con un cráter.
Lo más frustrante es que esto no es un juego. El propio jerarca del MINAE, Franz Tattenbach, tuvo que salir (otra vez) a explicar con manzanas lo que es evidente: el Poás es de alto riesgo volcánico. En cualquier momento, sin previo aviso, esa vara puede hacer una erupción y ¡adiós foto para el Insta! No hay sendero que te salve. A eso súmenle los gases tóxicos que uno se respira y que el terreno es un despiche para caminar. Si algo sale mal ahí, sacar a alguien es una misión casi imposible. ¡Qué despiche se pudo haber armado si justo ese día al volcán se le ocurría estornudar! Estamos hablando de una potencial tragedia provocada por pura y simple necedad.
Al final, la pregunta del millón es ¿por qué? ¿Qué nos pasa por la cabeza? ¿Es la necesidad de tener la historia más “tuanis” que contar, la foto que nadie más tiene? ¿O es que hemos perdido por completo el respeto por la naturaleza y por las personas que tienen que arriesgarse para ir a rescatarnos? Se siente como una mezcla de todo. Una cultura de la inmediatez y el ego digital que nos hace creer que somos inmunes a las leyes de la física y la geología. La vara es que la montaña no juega, y un día de estos, una historia de estas no va a terminar con una simple advertencia administrativa, sino en las páginas de sucesos.
¿Qué creen ustedes que lleva a la gente a jugársela así? ¿Es pura necedad, la falta de "malicia indígena" o la obsesión por la foto perfecta para Instagram? ¡Los leo en los comentarios!
