Maes, vieras la vara que me topé hoy navegando en las noticias de política, que casi siempre son para arrancarse el pelo. Resulta que el precandidato del PNG, Fernando Zamora, se mandó con una propuesta para, según él, poner al sector agro de pie otra vez y convertirnos en una “potencia agroindustrial”. Diay, de entrada uno oye “potencia” y se imagina tractores con Wi-Fi 6 y drones regando chayotes con precisión milimétrica, y aunque suena tuanis, la pregunta del millón es si la cosa va en serio o es el mismo discurso que oímos cada cuatro años.
Vamos a desmenuzar el chunche. La propuesta de Zamora tiene cuatro patas, como una buena mesa de madera de Guanacaste. Primero, fortalecer la producción nacional para que no nos agarre un patatús si afuera se cierra el tubo de la comida (la famosa “seguridad alimentaria”). Segundo, meterle ciencia y tecnología al campo para que nuestros agricultores dejen de competir con una mano amarrada a la espalda. Tercero, crear “encadenamientos productivos”, que en tico significa que el que siembra el tomate, el que hace la salsa y el que la vende en la feria se hablen y se ayuden para que todos ganen más. Y cuarto, el más obvio pero el más difícil: reactivar el brete en las zonas rurales, que buena falta hace.
La frase con la que vende su idea es un cañonazo: “Si el campo se levanta, Costa Rica se levanta”. Y la verdad, maes, es difícil no estar de acuerdo con el sentimiento. Por años hemos visto cómo el agro pierde protagonismo frente al turismo y los servicios. Se nos olvida que este país se construyó a pura yunta de bueyes y que el café nos puso en el mapa. La idea de volver a esas raíces, pero con un cerebro del siglo XXI, es atractiva. A nadie le cae mal la idea de comer más productos locales, de mejor calidad y, ojalá, a mejor precio porque somos más eficientes produciéndolos. El papel aguanta todo y, en papel, la vara suena a cachete.
Pero aquí es donde entra el cinismo aprendido a la fuerza. ¿Cuántas veces hemos oído a un político prometer el oro y el moro para el campo? La modernización del agro es una conversación que tiene más años que mi abuela. El problema nunca ha sido la falta de diagnósticos o de buenas intenciones, sino la ejecución. Pasar de un PowerPoint bonito a un agricultor en San Carlos usando una app para optimizar su riego es un trecho más largo que la ruta 27 en viernes de quincena. Requiere una inversión brutal, capacitación, romper con tradiciones viejas y, sobre todo, una voluntad política que no se diluya después de las elecciones. Es un brete titánico.
Al final, la propuesta de Zamora nos deja en un cruce de caminos. Por un lado, es un recordatorio necesario de que no podemos darle la espalda a la tierra que nos da de comer. Es un plan estructurado que, si se lograra, de fijo le cambiaría la cara al país. Por otro, huele a precampaña y a promesas que son más fáciles de decir que de hacer. Zamora apuesta por una visión de país que muchos compartimos en el fondo, pero la confianza en la clase política está por los suelos. La gran duda es si él y su partido tienen la capacidad, el equipo y la garra para llevar una transformación de este calibre a buen puerto, o si esta idea se irá al traste como tantas otras.
Pero bueno, maes, aquí les dejo la bola picando. ¿Qué opinan ustedes? ¿Es pura paja de precampaña para ganar votos en las zonas rurales o de verdad creen que un plan así podría sacar al agro del hueco en el que está metido? ¿Le ven futuro a esta vara o es más de lo mismo con un lazo diferente?
Vamos a desmenuzar el chunche. La propuesta de Zamora tiene cuatro patas, como una buena mesa de madera de Guanacaste. Primero, fortalecer la producción nacional para que no nos agarre un patatús si afuera se cierra el tubo de la comida (la famosa “seguridad alimentaria”). Segundo, meterle ciencia y tecnología al campo para que nuestros agricultores dejen de competir con una mano amarrada a la espalda. Tercero, crear “encadenamientos productivos”, que en tico significa que el que siembra el tomate, el que hace la salsa y el que la vende en la feria se hablen y se ayuden para que todos ganen más. Y cuarto, el más obvio pero el más difícil: reactivar el brete en las zonas rurales, que buena falta hace.
La frase con la que vende su idea es un cañonazo: “Si el campo se levanta, Costa Rica se levanta”. Y la verdad, maes, es difícil no estar de acuerdo con el sentimiento. Por años hemos visto cómo el agro pierde protagonismo frente al turismo y los servicios. Se nos olvida que este país se construyó a pura yunta de bueyes y que el café nos puso en el mapa. La idea de volver a esas raíces, pero con un cerebro del siglo XXI, es atractiva. A nadie le cae mal la idea de comer más productos locales, de mejor calidad y, ojalá, a mejor precio porque somos más eficientes produciéndolos. El papel aguanta todo y, en papel, la vara suena a cachete.
Pero aquí es donde entra el cinismo aprendido a la fuerza. ¿Cuántas veces hemos oído a un político prometer el oro y el moro para el campo? La modernización del agro es una conversación que tiene más años que mi abuela. El problema nunca ha sido la falta de diagnósticos o de buenas intenciones, sino la ejecución. Pasar de un PowerPoint bonito a un agricultor en San Carlos usando una app para optimizar su riego es un trecho más largo que la ruta 27 en viernes de quincena. Requiere una inversión brutal, capacitación, romper con tradiciones viejas y, sobre todo, una voluntad política que no se diluya después de las elecciones. Es un brete titánico.
Al final, la propuesta de Zamora nos deja en un cruce de caminos. Por un lado, es un recordatorio necesario de que no podemos darle la espalda a la tierra que nos da de comer. Es un plan estructurado que, si se lograra, de fijo le cambiaría la cara al país. Por otro, huele a precampaña y a promesas que son más fáciles de decir que de hacer. Zamora apuesta por una visión de país que muchos compartimos en el fondo, pero la confianza en la clase política está por los suelos. La gran duda es si él y su partido tienen la capacidad, el equipo y la garra para llevar una transformación de este calibre a buen puerto, o si esta idea se irá al traste como tantas otras.
Pero bueno, maes, aquí les dejo la bola picando. ¿Qué opinan ustedes? ¿Es pura paja de precampaña para ganar votos en las zonas rurales o de verdad creen que un plan así podría sacar al agro del hueco en el que está metido? ¿Le ven futuro a esta vara o es más de lo mismo con un lazo diferente?