¡Ay, Dios mío! Resulta que ya agarraron al último sospechoso que se mandó el quite del Centro Juvenil Zurquí, Salas Aguilar. Lo pillaron correteando como pollo sin cabeza, según fuentes extraoficiales, y ahora la bronca está servida. Esto es un majeadero tremendo, porque te das cuenta de que hay falla gorda en el sistema.
Como recordarán, la semana pasada ya habían capturado a Sáenz Ramírez, el otro bato que se escapó. Ambas fugas ocurrieron casi al mismo tiempo, ¡una coordinación sospechosa diría yo!, sacando provecho de una malla que, aparentemente, era más fácil de escalar que pedirle un café a la tica de al lado. Un descuido imperdonable, vamos.
La Policía Penitenciaria y la Fuerza Pública tuvieron que activar un operativo rastrero, moviendo medio cantón para poder localizar a Salas Aguilar. Dicen que estaba atrincherado en una casa, como si fuera Rambo en territorio enemigo. ¡Qué broma! Imaginen la escena: policías cercando la vivienda, buscando al tipo, mientras los vecinos mirando desde lejos, comentando qué pasó aquí. Un circo, diay.
Ahora, el Ministerio de Justicia y Paz, bueno, ahí andan dando vueltas, prometiendo una investigación interna para ver quién dejó pasar esto. Pero, sinceramente, ya hemos escuchado eso mil veces. Siempre sale la misma vaina: “Se investigará”, “Se tomarán medidas”. ¿Y luego? Pues ahí queda la cosa, archivada en algún cajón lleno de polvo.
Lo que me preocupa, y mucho, es cómo pudieron escapar dos reclusos prácticamente al mismo tiempo. ¿Hubo complicidades internas? ¿Alguien encubrió algo? ¿Estaba la seguridad tan floja que cualquier gato podía entrar y salir a su antojo? Son preguntas que debemos hacernos, porque esto no puede quedar así, simplemente con una investigación que probablemente termine en nada.
No es solamente que hayan escapado dos tipos; es que esto pone en tela de juicio todo el sistema penitenciario del país. Vemos constantemente denuncias de condiciones precarias en las cárceles, corrupción, violencia...y ahora esto. Parece que estamos construyendo un castillo de arena sobre una base de problemas estructurales.
Además, la imagen del país se va al traste con estos incidentes. Ya no somos ‘pura vida’ y seguridad. Ahora somos noticia internacional por tener prisioneros escapándose como si fueran fantasmas. Eso afecta el turismo, la inversión, la confianza de la gente... y todo por la irresponsabilidad de unos cuantos.
En fin, un caso que da que pensar. Esta fuga de Zurquí nos deja con la incertidumbre de si alguna vez realmente podremos garantizar la seguridad dentro de nuestras cárceles y la tranquilidad de nuestros ciudadanos. ¿Creen que el gobierno realmente hará cambios significativos o esto quedará como otra estadística más en la historia de la justicia costarricense?
Como recordarán, la semana pasada ya habían capturado a Sáenz Ramírez, el otro bato que se escapó. Ambas fugas ocurrieron casi al mismo tiempo, ¡una coordinación sospechosa diría yo!, sacando provecho de una malla que, aparentemente, era más fácil de escalar que pedirle un café a la tica de al lado. Un descuido imperdonable, vamos.
La Policía Penitenciaria y la Fuerza Pública tuvieron que activar un operativo rastrero, moviendo medio cantón para poder localizar a Salas Aguilar. Dicen que estaba atrincherado en una casa, como si fuera Rambo en territorio enemigo. ¡Qué broma! Imaginen la escena: policías cercando la vivienda, buscando al tipo, mientras los vecinos mirando desde lejos, comentando qué pasó aquí. Un circo, diay.
Ahora, el Ministerio de Justicia y Paz, bueno, ahí andan dando vueltas, prometiendo una investigación interna para ver quién dejó pasar esto. Pero, sinceramente, ya hemos escuchado eso mil veces. Siempre sale la misma vaina: “Se investigará”, “Se tomarán medidas”. ¿Y luego? Pues ahí queda la cosa, archivada en algún cajón lleno de polvo.
Lo que me preocupa, y mucho, es cómo pudieron escapar dos reclusos prácticamente al mismo tiempo. ¿Hubo complicidades internas? ¿Alguien encubrió algo? ¿Estaba la seguridad tan floja que cualquier gato podía entrar y salir a su antojo? Son preguntas que debemos hacernos, porque esto no puede quedar así, simplemente con una investigación que probablemente termine en nada.
No es solamente que hayan escapado dos tipos; es que esto pone en tela de juicio todo el sistema penitenciario del país. Vemos constantemente denuncias de condiciones precarias en las cárceles, corrupción, violencia...y ahora esto. Parece que estamos construyendo un castillo de arena sobre una base de problemas estructurales.
Además, la imagen del país se va al traste con estos incidentes. Ya no somos ‘pura vida’ y seguridad. Ahora somos noticia internacional por tener prisioneros escapándose como si fueran fantasmas. Eso afecta el turismo, la inversión, la confianza de la gente... y todo por la irresponsabilidad de unos cuantos.
En fin, un caso que da que pensar. Esta fuga de Zurquí nos deja con la incertidumbre de si alguna vez realmente podremos garantizar la seguridad dentro de nuestras cárceles y la tranquilidad de nuestros ciudadanos. ¿Creen que el gobierno realmente hará cambios significativos o esto quedará como otra estadística más en la historia de la justicia costarricense?