Mae, si hay un tema que parece un novelón de esos de las nueve de la noche, es la vara con el Conservatorio Castella. Cada cierto tiempo sale un capítulo nuevo que nos deja a todos con la boca abierta, y el de este fin de semana fue un bombazo en toda regla. Resulta que el actor Gustavo Rojas, ahora en su faceta de presidente de la Fundación del Castella, se mandó un video en redes que sonó menos a anuncio y más a ultimátum. La cosa está que arde.
Rojas, sin pelos en la lengua, soltó la noticia: van a empezar a diseñar un "nuevo Castella" en el mismo terreno de Barreal de Heredia. Y para que no sonara a puro cuento, sacó el as bajo la manga: un fallo firme de la Sala Primera que, según él, confirma que la finca es propiedad privada de la Fundación. Con ese papel en mano, la junta directiva siente que ahora sí tiene el sartén por el mango después de, según sus palabras, 25 años de "ocupación sin convenio" por parte del Estado. La frase clave que retumbó fue: "La espera se acabó. La tolerancia también se acabó". ¡Tomen eso!
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga y se convierte en un despiche de proporciones épicas. La Fundación le puso al MEP las cartas sobre la mesa, y no son para nada amigables. Ojo la jugada: la primera opción es una alianza público-privada para construir y gestionar el nuevo cole. Si el MEP dice que no, solo quedan dos caminos. En buen tico: o el Estado se pone las pilas, acepta que el terreno no es suyo y abre la billetera para una expropiación como Dios manda, o diay... se preparan para un desalojo. Así, con esa palabra. Ya no hablan de "súplicas", hablan de "derechos" y "justicia". ¡Qué nivel de presión!
Claro, este pleito no es de ahora. Los que hemos seguido este tira y encoje nos acordamos de la exministra Anna Katharina Müller plantándose en la Asamblea y diciendo que de alianza nada, porque para ella "no hay nada privado" en el Castella. El MEP siempre ha defendido la naturaleza pública del cole y ha metido plata en becas y alimentación. La postura del Ministerio era tan firme que hasta se habló de comprar otro terreno para construir un nuevo Castella desde cero y dejar a la Fundación con su finca. Ahora, con este fallo judicial que la Fundación blande como un arma, esa idea de "comprar otro terreno" suena más a una retirada que a una solución.
Al final del día, mientras los abogados afilan los lápices y los políticos miden sus palabras, los que quedan en el medio de la balacera son los de siempre: los güilas, sus familias y los profes. La incertidumbre sobre si el Castella seguirá siendo una opción de educación artística pública y de calidad es la que de verdad duele. La promesa de un "nuevo conservatorio con tecnología del siglo 21" suena muy tuanis, pero el miedo a que se convierta en un negocio privado o que el MEP, por orgullo, lo deje morir, es real. Es un brete complejo que ahora está en la cancha del Ministerio de Educación.
La pregunta del millón, foreros, es más profunda que solo un pleito por un lote. Esto se trata del futuro de una institución emblemática para la cultura tica. Pero más allá del despiche legal, ¿qué creen ustedes que debería pasar? ¿Debe el MEP ceder y aliarse, soltar la plata para expropiar o jugársela y ver si la Fundación de verdad los desaloja? ¿Quién termina pagando los platos rotos en todo este enredo?
Rojas, sin pelos en la lengua, soltó la noticia: van a empezar a diseñar un "nuevo Castella" en el mismo terreno de Barreal de Heredia. Y para que no sonara a puro cuento, sacó el as bajo la manga: un fallo firme de la Sala Primera que, según él, confirma que la finca es propiedad privada de la Fundación. Con ese papel en mano, la junta directiva siente que ahora sí tiene el sartén por el mango después de, según sus palabras, 25 años de "ocupación sin convenio" por parte del Estado. La frase clave que retumbó fue: "La espera se acabó. La tolerancia también se acabó". ¡Tomen eso!
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga y se convierte en un despiche de proporciones épicas. La Fundación le puso al MEP las cartas sobre la mesa, y no son para nada amigables. Ojo la jugada: la primera opción es una alianza público-privada para construir y gestionar el nuevo cole. Si el MEP dice que no, solo quedan dos caminos. En buen tico: o el Estado se pone las pilas, acepta que el terreno no es suyo y abre la billetera para una expropiación como Dios manda, o diay... se preparan para un desalojo. Así, con esa palabra. Ya no hablan de "súplicas", hablan de "derechos" y "justicia". ¡Qué nivel de presión!
Claro, este pleito no es de ahora. Los que hemos seguido este tira y encoje nos acordamos de la exministra Anna Katharina Müller plantándose en la Asamblea y diciendo que de alianza nada, porque para ella "no hay nada privado" en el Castella. El MEP siempre ha defendido la naturaleza pública del cole y ha metido plata en becas y alimentación. La postura del Ministerio era tan firme que hasta se habló de comprar otro terreno para construir un nuevo Castella desde cero y dejar a la Fundación con su finca. Ahora, con este fallo judicial que la Fundación blande como un arma, esa idea de "comprar otro terreno" suena más a una retirada que a una solución.
Al final del día, mientras los abogados afilan los lápices y los políticos miden sus palabras, los que quedan en el medio de la balacera son los de siempre: los güilas, sus familias y los profes. La incertidumbre sobre si el Castella seguirá siendo una opción de educación artística pública y de calidad es la que de verdad duele. La promesa de un "nuevo conservatorio con tecnología del siglo 21" suena muy tuanis, pero el miedo a que se convierta en un negocio privado o que el MEP, por orgullo, lo deje morir, es real. Es un brete complejo que ahora está en la cancha del Ministerio de Educación.
La pregunta del millón, foreros, es más profunda que solo un pleito por un lote. Esto se trata del futuro de una institución emblemática para la cultura tica. Pero más allá del despiche legal, ¿qué creen ustedes que debería pasar? ¿Debe el MEP ceder y aliarse, soltar la plata para expropiar o jugársela y ver si la Fundación de verdad los desaloja? ¿Quién termina pagando los platos rotos en todo este enredo?