Entra una abuela en el Banco Nacional de Canadá y pide hablar con el director. Sale el director y, ante el asombro de todos, la viejita le enseña un fajo de billetes tremendo. De inmediato, el director la hace pasar a su despacho.
Ya en el despacho, la abuelita ingresa los 30,000 dólares que traía en una cuenta que le abre el propio director general, pero éste, muerto de curiosidad, le pregunta de dónde saca tanto dinero, a lo que la señora responde que hace apuestas. El director, extrañado, le pregunta qué tipo de apuestas y la abuela le contesta:
"Mire, por ejemplo, le apuesto los 30,000 dólares de mi cuenta a que usted tiene tres huevos en vez de dos."
No pudiendo dar crédito a sus oídos y ante la posibilidad de ganar tanto dinero, el director del banco acepta y la abuela se ofrece a presentarse al día siguiente con un testigo.
El director no puede dormir en toda la noche ante la cuantiosa apuesta y no deja de tocárselos y contárselos. A la mañana siguiente se presenta la abuela con el testigo en el despacho del director. La señora quiere asegurarse del número de huevos de que dispone el director y éste la deja, ante el monto de la apuesta. Entonces, el testigo empieza a darse de cabezazos contra la pared y el director, extrañado, le pregunta a la buena señora:
"¿Qué le sucede?"
"Nada", responde la abuela, "es que ayer apostó 100,000 dólares conmigo a que no le tocaba los huevos al director del Banco Central de Canadá."
Ya en el despacho, la abuelita ingresa los 30,000 dólares que traía en una cuenta que le abre el propio director general, pero éste, muerto de curiosidad, le pregunta de dónde saca tanto dinero, a lo que la señora responde que hace apuestas. El director, extrañado, le pregunta qué tipo de apuestas y la abuela le contesta:
"Mire, por ejemplo, le apuesto los 30,000 dólares de mi cuenta a que usted tiene tres huevos en vez de dos."
No pudiendo dar crédito a sus oídos y ante la posibilidad de ganar tanto dinero, el director del banco acepta y la abuela se ofrece a presentarse al día siguiente con un testigo.
El director no puede dormir en toda la noche ante la cuantiosa apuesta y no deja de tocárselos y contárselos. A la mañana siguiente se presenta la abuela con el testigo en el despacho del director. La señora quiere asegurarse del número de huevos de que dispone el director y éste la deja, ante el monto de la apuesta. Entonces, el testigo empieza a darse de cabezazos contra la pared y el director, extrañado, le pregunta a la buena señora:
"¿Qué le sucede?"
"Nada", responde la abuela, "es que ayer apostó 100,000 dólares conmigo a que no le tocaba los huevos al director del Banco Central de Canadá."