¡Ay, Dios mío! Aquí seguimos con el rollo del aborto terapéutico y parece que la cosa no va a amainar pronto. La viceministra de Salud, Mariela Marín, tuvo que sudar la gota gorda en la Comisión de Derechos Humanos esta semana, explicando los cambios en la norma técnica. Un verdadero brete, má’.
Resulta que la señora Marín dice que la norma anterior era demasiado abierta y permitía que cualquier maquina se hiciera la víctima para conseguir un aborto. Según ella, algunas mujeres podían inventar depresiones y hasta gripes para justificar que estaban en peligro y así poder abortar. ¡Imagínate el maíz! Una verdadera laguna legal, vamos.
Pero claro, esto no le cayó nada bien a algunos diputados. Antonio Ortega, del Frente Amplio, le recriminó la falta de empatía hacia las mujeres. Y vaya que sí hubo tensión. Él sacó a relucir que en 2024 se pidieron 20 abortos por esta vía y sólo se hicieron 10. ¡Un misterio!, ¿no creen?
José Pablo Sibaja, otro diputado, le puso presión a la viceministra preguntándole si alguno de esos 10 abortos correspondía a futuras promesas del país. ¡Una forma peculiar de preguntar!, pero ahí quedó la duda flotando en el aire. Mariela Marín insistió en que esos casos eran muy puntuales y que habían sido evaluados por médicos tanto de la CCSS como en clínicas privadas. Dijo que eso era “completamente aparte del aborto ilegal”.
Lo que realmente encendió las alarmas fue cuando diputadas de Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana le reprocharon unas declaraciones que parecían culpar a las mujeres por quedar embarazadas. “¡Qué torta!”, exclamó Andrea Álvarez, recalcando que el gobierno actual eliminó programas de salud sexual y reproductiva en las escuelas, precisamente para prevenir estos embarazos adolescentes. ¡Nosotros íbamos bien y ahora mira!
Melina Ajoy, con toda la razón, señaló que hablar de que las mujeres no se cuidan es caer en juicios de valor simplistas, especialmente en zonas rurales donde el acceso a los servicios de salud es limitado. “Estamos hablando de aborto terapéutico, requerido por razones médicas, no de abortos voluntarios,” enfatizó, dejando claro cuál era el tema central de la discusión. Ese es el punto, ¿verdad?
Y para colmo, resulta que el Gobierno modificó la norma mientras la Ministra de Salud, Mary Munive, estaba de vacaciones. ¡Un movimiento sospechoso!, dicen algunos. Al parecer, la viceministra Marín actuó por cuenta propia, argumentando que tenía las facultades necesarias para tomar esas decisiones como ministra interina. Aseguró haber conversado previamente con Munive, quien supuestamente le dio luz verde. ¡Esta vaina se está poniendo picante! La diputada Priscilla Vindas incluso calificó los cambios como un retroceso en derechos humanos.
Con todo este panorama, la reforma al reglamento sigue generando controversia y divisiones en la sociedad costarricense. ¿Será que estamos abriendo la puerta a interpretaciones peligrosas o protegiendo la vida de las mujeres en situaciones extremas? Con tanta polémica y opiniones encontradas, les pregunto: ¿Consideran que las modificaciones a la norma técnica del aborto terapéutico van en la dirección correcta o representan un riesgo para los derechos de las mujeres?
Resulta que la señora Marín dice que la norma anterior era demasiado abierta y permitía que cualquier maquina se hiciera la víctima para conseguir un aborto. Según ella, algunas mujeres podían inventar depresiones y hasta gripes para justificar que estaban en peligro y así poder abortar. ¡Imagínate el maíz! Una verdadera laguna legal, vamos.
Pero claro, esto no le cayó nada bien a algunos diputados. Antonio Ortega, del Frente Amplio, le recriminó la falta de empatía hacia las mujeres. Y vaya que sí hubo tensión. Él sacó a relucir que en 2024 se pidieron 20 abortos por esta vía y sólo se hicieron 10. ¡Un misterio!, ¿no creen?
José Pablo Sibaja, otro diputado, le puso presión a la viceministra preguntándole si alguno de esos 10 abortos correspondía a futuras promesas del país. ¡Una forma peculiar de preguntar!, pero ahí quedó la duda flotando en el aire. Mariela Marín insistió en que esos casos eran muy puntuales y que habían sido evaluados por médicos tanto de la CCSS como en clínicas privadas. Dijo que eso era “completamente aparte del aborto ilegal”.
Lo que realmente encendió las alarmas fue cuando diputadas de Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana le reprocharon unas declaraciones que parecían culpar a las mujeres por quedar embarazadas. “¡Qué torta!”, exclamó Andrea Álvarez, recalcando que el gobierno actual eliminó programas de salud sexual y reproductiva en las escuelas, precisamente para prevenir estos embarazos adolescentes. ¡Nosotros íbamos bien y ahora mira!
Melina Ajoy, con toda la razón, señaló que hablar de que las mujeres no se cuidan es caer en juicios de valor simplistas, especialmente en zonas rurales donde el acceso a los servicios de salud es limitado. “Estamos hablando de aborto terapéutico, requerido por razones médicas, no de abortos voluntarios,” enfatizó, dejando claro cuál era el tema central de la discusión. Ese es el punto, ¿verdad?
Y para colmo, resulta que el Gobierno modificó la norma mientras la Ministra de Salud, Mary Munive, estaba de vacaciones. ¡Un movimiento sospechoso!, dicen algunos. Al parecer, la viceministra Marín actuó por cuenta propia, argumentando que tenía las facultades necesarias para tomar esas decisiones como ministra interina. Aseguró haber conversado previamente con Munive, quien supuestamente le dio luz verde. ¡Esta vaina se está poniendo picante! La diputada Priscilla Vindas incluso calificó los cambios como un retroceso en derechos humanos.
Con todo este panorama, la reforma al reglamento sigue generando controversia y divisiones en la sociedad costarricense. ¿Será que estamos abriendo la puerta a interpretaciones peligrosas o protegiendo la vida de las mujeres en situaciones extremas? Con tanta polémica y opiniones encontradas, les pregunto: ¿Consideran que las modificaciones a la norma técnica del aborto terapéutico van en la dirección correcta o representan un riesgo para los derechos de las mujeres?