¡Ay, Dios mío! La cosa está dura para nuestros emprendedores más chiquitos, ¿eh? Un estudio nuevo del CINPE–UNA le dio duro al coco y nos pinta un panorama bien amargo: las microempresas se fueron al traste en casi un 26% desde que llegó la pandemia. Mientras tanto, las empresas grandotas sigues nadando en billetes y agarrando terreno en la economía nacional.
Verás, antes de que el COVID nos echara toda, había como 365 mil microempresas moviéndose en Costa Rica. Ahora, apenas quedan 271 mil. ¡Imagínate la bronca! En cambio, las peques, medianas y grandotas han ido creciendo tranquilamente. Las pequeñas sumaron unas cuantas, las medianas un poquito más y las grandes... ¡pues ahí andan engordando!
Si hacemos cuentas, el país pasó de tener casi 433 mil empresas en 2020 a poco más de 335 mil en 2024. Eso quiere decir que perdimos casi 100 mil negocios, ¡qué cosa más triste! Y eso afecta a muchísima gente, pues, aunque sean micropymes, representan la mayoría del parque empresarial – alrededor del 81%, pa' que te hagas una idea.
Pero aquí viene lo curioso: aunque tengan la mayor parte de la presencia, no aportan mucho a la economía general. Mira, las empresas grandes se llevan el 74% de los ingresos. ¡El 74%! Las micro y medianas juntas apenas suman el 9% cada una, y las pequeñas un humilde 8%. Parece mentira, pero así es la vaina.
Y ni hablar del comercio exterior. Ahí las empresas grandes mandan con todo: se llevan el 95% de las exportaciones y el 87% de las importaciones. Las microempresas, pues… bueno, casi ni entran en esas estadísticas. Esto demuestra la desigualdad que hay en nuestro sistema, ¿verdad?
Ahora, ¿por qué pasa esto? Pues porque las grandes tienen la maquinaria bien aceitada. Tienen cadenas de valor, personal capacitado, estructuras formales... Todo eso les permite pagarle mejor a sus empleados y ofrecerles mejores condiciones laborales. Las micro y pequeñas, en cambio, suelen estar al límite, dependiendo del esfuerzo de unos pocos y a veces hasta de la familia.
Para que te des cuenta de la diferencia, fíjate en los salarios. Entre 2005 y 2024, un empleado de una empresa grande ganaba en promedio unos ¢10.12 millones al año. ¡Una fortuna! En una microempresa, apenas unos ¢3.63 millones. Las medianas pagaban unos ¢6.33 millones y las pequeñas ¢5.08 millones. ¡Qué nivel de diferencia, mae!
Esta situación nos deja pensando: ¿Cómo podemos apoyar a nuestras micro y pequeñas empresas para que puedan crecer y competir en igualdad de condiciones? Es urgente buscar soluciones, porque si no, corremos el riesgo de seguir viendo cómo se van al traste esos negocios que tanta vida le dan a nuestra economía y a tantos hogares. ¿Qué medidas creen ustedes que podrían ayudar a revitalizar este sector y darle una oportunidad justa a todos los emprendedores ticos?
Verás, antes de que el COVID nos echara toda, había como 365 mil microempresas moviéndose en Costa Rica. Ahora, apenas quedan 271 mil. ¡Imagínate la bronca! En cambio, las peques, medianas y grandotas han ido creciendo tranquilamente. Las pequeñas sumaron unas cuantas, las medianas un poquito más y las grandes... ¡pues ahí andan engordando!
Si hacemos cuentas, el país pasó de tener casi 433 mil empresas en 2020 a poco más de 335 mil en 2024. Eso quiere decir que perdimos casi 100 mil negocios, ¡qué cosa más triste! Y eso afecta a muchísima gente, pues, aunque sean micropymes, representan la mayoría del parque empresarial – alrededor del 81%, pa' que te hagas una idea.
Pero aquí viene lo curioso: aunque tengan la mayor parte de la presencia, no aportan mucho a la economía general. Mira, las empresas grandes se llevan el 74% de los ingresos. ¡El 74%! Las micro y medianas juntas apenas suman el 9% cada una, y las pequeñas un humilde 8%. Parece mentira, pero así es la vaina.
Y ni hablar del comercio exterior. Ahí las empresas grandes mandan con todo: se llevan el 95% de las exportaciones y el 87% de las importaciones. Las microempresas, pues… bueno, casi ni entran en esas estadísticas. Esto demuestra la desigualdad que hay en nuestro sistema, ¿verdad?
Ahora, ¿por qué pasa esto? Pues porque las grandes tienen la maquinaria bien aceitada. Tienen cadenas de valor, personal capacitado, estructuras formales... Todo eso les permite pagarle mejor a sus empleados y ofrecerles mejores condiciones laborales. Las micro y pequeñas, en cambio, suelen estar al límite, dependiendo del esfuerzo de unos pocos y a veces hasta de la familia.
Para que te des cuenta de la diferencia, fíjate en los salarios. Entre 2005 y 2024, un empleado de una empresa grande ganaba en promedio unos ¢10.12 millones al año. ¡Una fortuna! En una microempresa, apenas unos ¢3.63 millones. Las medianas pagaban unos ¢6.33 millones y las pequeñas ¢5.08 millones. ¡Qué nivel de diferencia, mae!
Esta situación nos deja pensando: ¿Cómo podemos apoyar a nuestras micro y pequeñas empresas para que puedan crecer y competir en igualdad de condiciones? Es urgente buscar soluciones, porque si no, corremos el riesgo de seguir viendo cómo se van al traste esos negocios que tanta vida le dan a nuestra economía y a tantos hogares. ¿Qué medidas creen ustedes que podrían ayudar a revitalizar este sector y darle una oportunidad justa a todos los emprendedores ticos?