¡Ay, Dios mío! Resulta que estar pensando en la jubilación, eso sí, como la meta final, podría estar echándonos una pulla bien grande a la salud. Un científico gringo, Dan Buettner, el mismo que andaba estudiando esas zonas del mundo donde la gente vive hasta los cien años como si fueran veinte, soltó una bomba hace poco: el primer año después de dejar el brete, dicen, ¡podría ser el más peligroso!
Imagínate, justo cuando uno cree que va a empezar a vivir a gusto, pescando en río celeste y tomando café bien sabroso, la ciencia nos dice que estamos entrando en terreno pantanoso. Según Buettner, esto no es una maldición, sino un tema de cómo manejamos el cambio. No es que tenerle miedo a la jubilación sea absurdo, sino que quizás le hemos dado demasiada importancia al trabajo como único motor de nuestras vidas.
La vaina es que cuando dejamos de trabajar, muchas cosas cambian. Se pierde el sentido de pertenecer a un lugar, se reduce el contacto con otros compañeros, la rutina se desordena… todo eso suma y parece que afecta nuestra salud física y mental. Es como si el cuerpo y la mente se pusieran en modo avión porque no saben qué hacer sin el ‘motor’ del trabajo funcionando a toda marcha. Ese vacío, mae, puede ser peor que cualquier enfermedad crónica.
El tipo cita un concepto japonés llamado 'ikigai', que básicamente significa encontrarle un propósito a cada día. No necesariamente tiene que ser el trabajo, claro, pero sí algo que te haga sentir útil, motivado y conectado con el mundo. De hecho, dice que seguir trabajando, si es posible, o buscar nuevas ocupaciones después de la jubilación, podría prolongar la vida. ¡Una verdadera directa al ego de los jubilados!
Y ojo, esto lo confirma el estudio de Okinawa, Japón, una de esas zonas azules que Buettner ha estado investigando. Allí, la gente sigue activa hasta avanzada edad, participa en actividades comunitarias y mantiene una red social sólida. ¿Se imaginarán a don José cantando en el coro de la iglesia y doña María vendiendo empanadas en el mercado? Esa es la clave, muchachos, mantenerse activos y conectados.
Este asunto también me recuerda a aquel sistema Hanasaki que salió hace unos años, promovido por ese señor Marcos Cartagena. Tiene nueve pilares, y adiviná, el 'ikigai' figura entre ellos como uno de los más importantes para llegar al centenario con la cabeza bien amarrada. Parece que en todas partes del mundo llegan a la misma conclusión: tener un motivo para levantarse cada mañana es vital, diay.
Ahora bien, yo creo que esto también nos invita a reflexionar sobre cómo estamos construyendo nuestras vidas. ¿Estamos enfocados únicamente en la carrera profesional y olvidándonos de otras cosas importantes, como la familia, los amigos, los hobbies...? ¿Estamos dejando espacio para construir un futuro después del trabajo que sea igual de significativo y satisfactorio?
En fin, la reflexión queda abierta. Así que les pregunto, compas: ¿Ustedes creen que la jubilación debería ser vista como el principio de una nueva aventura o el final de una etapa? ¿Qué planes tienen ustedes para mantenerse activos y con propósito después de dejar el trabajo?
Imagínate, justo cuando uno cree que va a empezar a vivir a gusto, pescando en río celeste y tomando café bien sabroso, la ciencia nos dice que estamos entrando en terreno pantanoso. Según Buettner, esto no es una maldición, sino un tema de cómo manejamos el cambio. No es que tenerle miedo a la jubilación sea absurdo, sino que quizás le hemos dado demasiada importancia al trabajo como único motor de nuestras vidas.
La vaina es que cuando dejamos de trabajar, muchas cosas cambian. Se pierde el sentido de pertenecer a un lugar, se reduce el contacto con otros compañeros, la rutina se desordena… todo eso suma y parece que afecta nuestra salud física y mental. Es como si el cuerpo y la mente se pusieran en modo avión porque no saben qué hacer sin el ‘motor’ del trabajo funcionando a toda marcha. Ese vacío, mae, puede ser peor que cualquier enfermedad crónica.
El tipo cita un concepto japonés llamado 'ikigai', que básicamente significa encontrarle un propósito a cada día. No necesariamente tiene que ser el trabajo, claro, pero sí algo que te haga sentir útil, motivado y conectado con el mundo. De hecho, dice que seguir trabajando, si es posible, o buscar nuevas ocupaciones después de la jubilación, podría prolongar la vida. ¡Una verdadera directa al ego de los jubilados!
Y ojo, esto lo confirma el estudio de Okinawa, Japón, una de esas zonas azules que Buettner ha estado investigando. Allí, la gente sigue activa hasta avanzada edad, participa en actividades comunitarias y mantiene una red social sólida. ¿Se imaginarán a don José cantando en el coro de la iglesia y doña María vendiendo empanadas en el mercado? Esa es la clave, muchachos, mantenerse activos y conectados.
Este asunto también me recuerda a aquel sistema Hanasaki que salió hace unos años, promovido por ese señor Marcos Cartagena. Tiene nueve pilares, y adiviná, el 'ikigai' figura entre ellos como uno de los más importantes para llegar al centenario con la cabeza bien amarrada. Parece que en todas partes del mundo llegan a la misma conclusión: tener un motivo para levantarse cada mañana es vital, diay.
Ahora bien, yo creo que esto también nos invita a reflexionar sobre cómo estamos construyendo nuestras vidas. ¿Estamos enfocados únicamente en la carrera profesional y olvidándonos de otras cosas importantes, como la familia, los amigos, los hobbies...? ¿Estamos dejando espacio para construir un futuro después del trabajo que sea igual de significativo y satisfactorio?
En fin, la reflexión queda abierta. Así que les pregunto, compas: ¿Ustedes creen que la jubilación debería ser vista como el principio de una nueva aventura o el final de una etapa? ¿Qué planes tienen ustedes para mantenerse activos y con propósito después de dejar el trabajo?