¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con los datos que nos dan un susto de muerte. Según el Décimo Informe del Estado de la Educación, si seguimos así, para el 2035 van a estar más de la mitad de nuestros jóvenes sin tener siquiera un título universitario. ¡Qué despiche! Parece que nadie quiere agarrarle la mano al problema.
La verdad, esto no es novedad. Llevamos tiempo viendo cómo nuestra educación va perdiendo terreno frente a otros países. Hace unos años, la brecha con los países de la OCDE era manejable, pero ahora se ha triplicado. Imagínense, ¡triplicada! Estamos hablando de un rezago educativo de 21 años para el 2035. Eso significa que estamos caminando hacia atrás mientras el resto del mundo avanza a toda marcha.
Y no es cualquier cosa, ¿eh? Este informe del Programa Estado de la Nación (PEN) lo dice clarito: nuestro modelo económico depende del talento de nuestros jóvenes. Atractivizamos inversiones porque somos ‘el país de intelectuales’, pero si no les damos las herramientas para competir, ¿de qué sirve? Nos vamos a quedar varados, diay.
Marcela Román, la investigadora del informe, lo expresó muy bien: “El futuro del país dependerá de que formemos a más jóvenes con las competencias necesarias para prosperar en una economía basada en el conocimiento”. Que le hagan caso a la señora, que sabe de lo que habla. No podemos seguir jugando con el futuro de nuestros hijos y nietos.
Ahora, claro, todos se ponen las manos a la cabeza y dicen “hay que reformar el sistema educativo”. Pero eso es decir, poco. Hay que meterle empeño de verdad, ponerle ganas. Y eso implica cambiar muchas cosas, empezando por fortalecer la educación básica, desde la primaria hasta la secundaria. Porque ahí es donde se construye la base para poder acceder a la universidad, ¿entienden?
El informe plantea algunas soluciones, como ampliar los programas técnicos cortos, aprovechar mejor los espacios en las universidades y reformar cómo se enseña. Lo del meta nacional de logro universitario suena interesante, aunque me pregunto quién va a fiscalizar si realmente se cumple. Siempre hay quienes se quedan dormidos cuando tienen que cumplir promesas, ¿verdad?
Pero miren, la realidad es que el problema es más profundo. No solo se trata de mejorar los planes de estudio o aumentar la oferta académica. También hay que ver por qué tantos jóvenes se están alejando de la escuela. Factores socioeconómicos, falta de oportunidades, desinterés… Son demasiadas variables para ignorar. Necesitamos un enfoque integral, que abarque todas las áreas.
En fin, la situación es complicada, pero no imposible. Podemos revertir esta tendencia si ponemos el corazón en el asunto y tomamos medidas drásticas. ¿Será que estamos dispuestos a sacrificar algunos intereses particulares para asegurar un futuro mejor para las próximas generaciones? ¿O seguiremos mirando para otro lado mientras Costa Rica se va al traste en materia educativa?
La verdad, esto no es novedad. Llevamos tiempo viendo cómo nuestra educación va perdiendo terreno frente a otros países. Hace unos años, la brecha con los países de la OCDE era manejable, pero ahora se ha triplicado. Imagínense, ¡triplicada! Estamos hablando de un rezago educativo de 21 años para el 2035. Eso significa que estamos caminando hacia atrás mientras el resto del mundo avanza a toda marcha.
Y no es cualquier cosa, ¿eh? Este informe del Programa Estado de la Nación (PEN) lo dice clarito: nuestro modelo económico depende del talento de nuestros jóvenes. Atractivizamos inversiones porque somos ‘el país de intelectuales’, pero si no les damos las herramientas para competir, ¿de qué sirve? Nos vamos a quedar varados, diay.
Marcela Román, la investigadora del informe, lo expresó muy bien: “El futuro del país dependerá de que formemos a más jóvenes con las competencias necesarias para prosperar en una economía basada en el conocimiento”. Que le hagan caso a la señora, que sabe de lo que habla. No podemos seguir jugando con el futuro de nuestros hijos y nietos.
Ahora, claro, todos se ponen las manos a la cabeza y dicen “hay que reformar el sistema educativo”. Pero eso es decir, poco. Hay que meterle empeño de verdad, ponerle ganas. Y eso implica cambiar muchas cosas, empezando por fortalecer la educación básica, desde la primaria hasta la secundaria. Porque ahí es donde se construye la base para poder acceder a la universidad, ¿entienden?
El informe plantea algunas soluciones, como ampliar los programas técnicos cortos, aprovechar mejor los espacios en las universidades y reformar cómo se enseña. Lo del meta nacional de logro universitario suena interesante, aunque me pregunto quién va a fiscalizar si realmente se cumple. Siempre hay quienes se quedan dormidos cuando tienen que cumplir promesas, ¿verdad?
Pero miren, la realidad es que el problema es más profundo. No solo se trata de mejorar los planes de estudio o aumentar la oferta académica. También hay que ver por qué tantos jóvenes se están alejando de la escuela. Factores socioeconómicos, falta de oportunidades, desinterés… Son demasiadas variables para ignorar. Necesitamos un enfoque integral, que abarque todas las áreas.
En fin, la situación es complicada, pero no imposible. Podemos revertir esta tendencia si ponemos el corazón en el asunto y tomamos medidas drásticas. ¿Será que estamos dispuestos a sacrificar algunos intereses particulares para asegurar un futuro mejor para las próximas generaciones? ¿O seguiremos mirando para otro lado mientras Costa Rica se va al traste en materia educativa?