Bueno, pues mi gente, aquí les vamos con las gacetas: ¡Esto está feo, bien feo! Cuarenta y sesenta vidas segadas en nuestras carreteras este 2025. Una cifra que te deja frío, ¿verdad? Uno piensa, '¿Hasta cuándo vamos a seguir así?' A ver si esto nos despierta un poquito, porque parece que estamos viviendo en una película de terror.
Y no es que octubre haya sido precisamente un mes de fiesta, aunque hubo algunos respiros. Sí, es cierto que tuvimos 33 decesos en octubre, la cifra más baja desde junio del año pasado, pero eso no significa que estemos sacando pecho. Digamos que es un atajo de aire en medio de un huracán, pero el huracán sigue ahí, pegándole duro a nuestro país.
Las estadísticas, esas cosas frías y calculadoras, nos dicen que la velocidad es la reina del drama, responsable de 173 muertes. Después le siguen los que invaden carril – ¡qué gallos!, ¿no es cierto? – con 103 fallecimientos. Luego viene la imprudencia del conductor, esos mae’s que creen que tienen la pista pa' ellos solos, y la imprudencia del peatón, aquellos que cruzan la calle pensando que pueden desafiar a los autos. Un verdadero chungo.
Martín Sánchez Agüero, el subdirector de la Policía de Tránsito, dice que octubre fue bueno, “alentador” incluso, considerando lluvia, partidos de la Selección y todo el rollo que suele aumentar los riesgos. Pero también advierte, con toda razón, que hay que tener los ojos abiertos, sobre todo ahora que se acerca fin de año y la gente sale a celebrar y a hacer sus bretes. Porque, diay, ya saben cómo somos nosotros… ¡A darle!
Pero lo que realmente duele, mi gente, es que más de la mitad de las víctimas son motociclistas. ¡Doscientos cuarenta! Más de la mitad, ¿me escuchan? Y ahí entra la responsabilidad nuestra, de todos. ¿Vamos a esperar a que alguien salga herido o peor, para ponernos las pilas? Recordarle a estos hermanos que el casco no es un accesorio de moda, sino un salvavidas. Que la velocidad es enemiga, y que entregar comida no justifica poner en riesgo su vida. ¡Por favor, mánguese!
Y no solo los motociclistas. Los peatones también están jugando con fuego. Cruzar con el semáforo, caminar mirando el celular, usar audífonos... ¡Una distracción fatal! Ya sabemos que la calle no es un parque de diversiones. Hay que prestar atención, mirar a los lados, usar los puentes peatonales. No cuesta nada, ¿verdad?
Lo bueno de todo esto, si es que podemos encontrar algo bueno, es que sí es posible reducir la mortalidad. Lo dijo Sánchez, y él sabe de lo que habla. Pero requiere compromiso de todos: conductores, peatones, ciclistas. Todos tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad. Necesitamos un cambio cultural, un despertar colectivo. Porque, honestamente, esta situación ya no da para más. Este panorama está más que salado, mi gente.
Entonces, aquí va la reflexión de rigor: Con tanta campaña de concientización, multas y restricciones, ¿cree usted que realmente estamos cambiando nuestros hábitos en la carretera o seguimos arrastrando la misma espina dorsal de imprudencia y desconsideración? ¿Cuál sería la medida más efectiva para frenar esta ola de tragedias viales y, de una vez por todas, transformar nuestras calles en lugares seguros para todos?
Y no es que octubre haya sido precisamente un mes de fiesta, aunque hubo algunos respiros. Sí, es cierto que tuvimos 33 decesos en octubre, la cifra más baja desde junio del año pasado, pero eso no significa que estemos sacando pecho. Digamos que es un atajo de aire en medio de un huracán, pero el huracán sigue ahí, pegándole duro a nuestro país.
Las estadísticas, esas cosas frías y calculadoras, nos dicen que la velocidad es la reina del drama, responsable de 173 muertes. Después le siguen los que invaden carril – ¡qué gallos!, ¿no es cierto? – con 103 fallecimientos. Luego viene la imprudencia del conductor, esos mae’s que creen que tienen la pista pa' ellos solos, y la imprudencia del peatón, aquellos que cruzan la calle pensando que pueden desafiar a los autos. Un verdadero chungo.
Martín Sánchez Agüero, el subdirector de la Policía de Tránsito, dice que octubre fue bueno, “alentador” incluso, considerando lluvia, partidos de la Selección y todo el rollo que suele aumentar los riesgos. Pero también advierte, con toda razón, que hay que tener los ojos abiertos, sobre todo ahora que se acerca fin de año y la gente sale a celebrar y a hacer sus bretes. Porque, diay, ya saben cómo somos nosotros… ¡A darle!
Pero lo que realmente duele, mi gente, es que más de la mitad de las víctimas son motociclistas. ¡Doscientos cuarenta! Más de la mitad, ¿me escuchan? Y ahí entra la responsabilidad nuestra, de todos. ¿Vamos a esperar a que alguien salga herido o peor, para ponernos las pilas? Recordarle a estos hermanos que el casco no es un accesorio de moda, sino un salvavidas. Que la velocidad es enemiga, y que entregar comida no justifica poner en riesgo su vida. ¡Por favor, mánguese!
Y no solo los motociclistas. Los peatones también están jugando con fuego. Cruzar con el semáforo, caminar mirando el celular, usar audífonos... ¡Una distracción fatal! Ya sabemos que la calle no es un parque de diversiones. Hay que prestar atención, mirar a los lados, usar los puentes peatonales. No cuesta nada, ¿verdad?
Lo bueno de todo esto, si es que podemos encontrar algo bueno, es que sí es posible reducir la mortalidad. Lo dijo Sánchez, y él sabe de lo que habla. Pero requiere compromiso de todos: conductores, peatones, ciclistas. Todos tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad. Necesitamos un cambio cultural, un despertar colectivo. Porque, honestamente, esta situación ya no da para más. Este panorama está más que salado, mi gente.
Entonces, aquí va la reflexión de rigor: Con tanta campaña de concientización, multas y restricciones, ¿cree usted que realmente estamos cambiando nuestros hábitos en la carretera o seguimos arrastrando la misma espina dorsal de imprudencia y desconsideración? ¿Cuál sería la medida más efectiva para frenar esta ola de tragedias viales y, de una vez por todas, transformar nuestras calles en lugares seguros para todos?