¡Aguante ahí, parce! Parece que el negocio de las aseguradoras no anda tan chiva como pintaban. Últimamente, las cosas se pusieron más feas de lo esperado, y la brecha entre lo que pagan en indemnizaciones y lo que recogen en primas se ha agrandado tanto que da qué pensar. Según datos de la SUGESE, en septiembre la cosa explotó: pasamos de unos ¢2,6 mil millones a ¡¢15,4 mil millones! ¡Un cambio radical, diay!
Y ojo, que esto no es novedad de ayer. Ya desde agosto se veía venir, pero ahora la cosa se puso seria. Mientras que las pólizas apenas crecieron ¢28,5 mil millones en el tercer trimestre, los reclamos escalaron hasta los ¢43,9 mil millones. Esto quiere decir, en cristiano, que están gastando más plata de la que están ganando, y eso nunca es bueno para nadie.
Lo que más preocupa es el ritmo al que van las cosas. El crecimiento de las pólizas se ralentizó bastante; en agosto andábamos al 4,4%, pero en septiembre ni llegamos al 3%. Y pa’ colmo, los seguros generales sufrieron un golpe duro: cayeron -3,9%. Imagínate la espiga, ¡menos ocho puntos porcentuales en el crecimiento interanual! Parece que el clímax ya pasó, y estamos bajando cuesta abajo, ¿no?
Ahora, claro, hay quienes dicen que el panorama anual sigue siendo positivo. Recaudaron ¡¢973 mil millones! en pólizas directas y pagaron ¢458 mil millones en subsidios, así que todavía hay un margen. Pero, compa, si la cosa sigue así, con los siniestros aumentando y las ventas estancándose, las aseguradoras van a tener que apretarse el cinturón, créeme.
¿Y dónde está el problema, exactamente? Pues parece que los ramos de autos y de vida son los principales causantes de esta crisis. Las reparaciones de carros siguen por las nubes, la gente busca cobertura para todo, y los eventos inesperados siempre están ahí, listos para sacar la chequera. Es una combinación peligrosa, vamos a ser honestos.
Algunos expertos dicen que la inflación también juega un papel importante en esto. Con los precios de todo subiendo, las reparaciones cuestan más, y las indemnizaciones tienen que subir también. Entonces, te encuentas en una vorágine donde los gastos se disparan, y las ganancias no pueden seguirle el ritmo. ¡Una torta, díganlo como está hecho!
Pero no todo está perdido, todavía hay tiempo para reaccionar. Las aseguradoras podrían buscar formas de reducir costos, ofrecer productos más flexibles y adaptarse a las nuevas necesidades de los clientes. También podrían enfocarse en la prevención de riesgos y educar a la población sobre cómo evitar accidentes y reclamaciones innecesarias. A fin de cuentas, todos salimos perdiendo si el sistema se va al traste.
Así que, dime, ¿crees que este ajuste en el mercado asegurador es temporal, o estamos ante un cambio estructural que obligará a las compañías a replantearse su modelo de negocio? ¿Y tú, qué medidas tomarías si fueras el director general de una aseguradora en estos tiempos difíciles? ¡Déjame tu opinión en los comentarios!
Y ojo, que esto no es novedad de ayer. Ya desde agosto se veía venir, pero ahora la cosa se puso seria. Mientras que las pólizas apenas crecieron ¢28,5 mil millones en el tercer trimestre, los reclamos escalaron hasta los ¢43,9 mil millones. Esto quiere decir, en cristiano, que están gastando más plata de la que están ganando, y eso nunca es bueno para nadie.
Lo que más preocupa es el ritmo al que van las cosas. El crecimiento de las pólizas se ralentizó bastante; en agosto andábamos al 4,4%, pero en septiembre ni llegamos al 3%. Y pa’ colmo, los seguros generales sufrieron un golpe duro: cayeron -3,9%. Imagínate la espiga, ¡menos ocho puntos porcentuales en el crecimiento interanual! Parece que el clímax ya pasó, y estamos bajando cuesta abajo, ¿no?
Ahora, claro, hay quienes dicen que el panorama anual sigue siendo positivo. Recaudaron ¡¢973 mil millones! en pólizas directas y pagaron ¢458 mil millones en subsidios, así que todavía hay un margen. Pero, compa, si la cosa sigue así, con los siniestros aumentando y las ventas estancándose, las aseguradoras van a tener que apretarse el cinturón, créeme.
¿Y dónde está el problema, exactamente? Pues parece que los ramos de autos y de vida son los principales causantes de esta crisis. Las reparaciones de carros siguen por las nubes, la gente busca cobertura para todo, y los eventos inesperados siempre están ahí, listos para sacar la chequera. Es una combinación peligrosa, vamos a ser honestos.
Algunos expertos dicen que la inflación también juega un papel importante en esto. Con los precios de todo subiendo, las reparaciones cuestan más, y las indemnizaciones tienen que subir también. Entonces, te encuentas en una vorágine donde los gastos se disparan, y las ganancias no pueden seguirle el ritmo. ¡Una torta, díganlo como está hecho!
Pero no todo está perdido, todavía hay tiempo para reaccionar. Las aseguradoras podrían buscar formas de reducir costos, ofrecer productos más flexibles y adaptarse a las nuevas necesidades de los clientes. También podrían enfocarse en la prevención de riesgos y educar a la población sobre cómo evitar accidentes y reclamaciones innecesarias. A fin de cuentas, todos salimos perdiendo si el sistema se va al traste.
Así que, dime, ¿crees que este ajuste en el mercado asegurador es temporal, o estamos ante un cambio estructural que obligará a las compañías a replantearse su modelo de negocio? ¿Y tú, qué medidas tomarías si fueras el director general de una aseguradora en estos tiempos difíciles? ¡Déjame tu opinión en los comentarios!
