¡Pero qué vaina, raza! Después de un año entero de que los carros anduvieran sorteando esas rotondas que pusieron en la Ruta 32, la Sala Cuatro finalmente dijo basta. Resulta que el diseño era más riesgoso que andar en bicicleta por la autopista sin casco. Un año nos dieron para deshacer el brete, así que prepárense porque habrá más tráfico y más bronca, máng!
Todo empezó hace unos cuantos años, cuando decidieron modernizar la ruta que va pa' Limón. Pensaron que unas rotondas iban a solucionar el problema de los tranques, pero parece que nadie se puso a pensar bien cómo funcionarían realmente, especialmente con todos los camiones que van y vienen cargados de banano. El Laboratorio Lanamme, desde el principio, ya había soltado alertas diciendo que algo no cuadraba, pero bueno, ¿quién escucha a los técnicos cuando hay plata de por medio?
Ahora, la Sala Constitucional, luego de recibir un recurso de amparo, le dice al MOPT que quite esas rotondas urgentemente. Un plazo de 12 meses les dio, que no es tan poco, pero tampoco es tanto considerando el trabajo que implica remover todo eso. Lo peor de todo es que la responsabilidad recae sobre el Conavi, esa institución que siempre anda metida en líos. Parece que ellos fueron los que le echaron tierra encima al asunto, ignorando las advertencias del Lanamme y dejando a la gente en un estado de abandono que da pena.
El magistrado Jorge Garro Vargas dejó claro que la Sala no va a estar revisando cada detalle de la obra, eso es tarea del Tribunal Contencioso Administrativo. Según él, esa instancia sí puede hacer un seguimiento más cercano de cómo se elimina todo esto. Pero, sinceramente, uno se pregunta si el Tribunal tendrá el tiempo o la voluntad de meterle mano a semejante varadura. Porque, díganlo ustedes, remover todas esas rotondas no es como quitarle una llanta a un carro; es un trabajo pesado y costoso.
Y hablando de dinero, ahí viene el hueso. ¿Quién va a pagar todo esto? Porque seguramente no será gratis. Ya estamos pensando en aumentos de impuestos, nuevos préstamos... ¡Un despache! Una cosa es clara: alguien va a tener que ponerle candado a la billetera. Y la pregunta obvia es: ¿serán los responsables directos quienes terminen pagando con sus bolsillos, o la cuenta la terminaremos pagando todos los costarricenses?
Esto me recuerda a aquella vez que hicieron la ciclovía en Escazú, que también resultó ser un fracaso rotundo. Parecía que nadie pensaba en la realidad de nuestras carreteras y en cómo afectan la vida diaria de la gente. Uno esperaría que estas autoridades aprendieran la lección, pero parece que la memoria de los políticos es tan corta como la vida de un mosquito.
Además, ¿qué pasa con las empresas constructoras? Seguramente ellas tienen alguna póliza de seguro que cubra estos percances, pero aún así, la burocracia para conseguir el reembolso puede ser eterna. Mientras tanto, los camioneros y los pasajeros siguen sufriendo las consecuencias de malas decisiones tomadas por personas que viven en otro mundo. Y no nos olvidemos de los pobres taxistas, que ahora tendrán que navegar entre baches, curvas y señales confusas durante un año entero.
En fin, la historia de las rotondas de la 32 es un ejemplo perfecto de cómo la corrupción y la falta de planificación pueden afectar la vida de las personas. Pero dime tú, ¿crees que este plazo de 12 meses es suficiente para deshacer toda esta maraña, o deberíamos esperar un milagro para ver la Ruta 32 despejada y segura? Déjanos tus opiniones en los comentarios, ¡queremos saber qué piensas tú sobre este nuevo brreo!
Todo empezó hace unos cuantos años, cuando decidieron modernizar la ruta que va pa' Limón. Pensaron que unas rotondas iban a solucionar el problema de los tranques, pero parece que nadie se puso a pensar bien cómo funcionarían realmente, especialmente con todos los camiones que van y vienen cargados de banano. El Laboratorio Lanamme, desde el principio, ya había soltado alertas diciendo que algo no cuadraba, pero bueno, ¿quién escucha a los técnicos cuando hay plata de por medio?
Ahora, la Sala Constitucional, luego de recibir un recurso de amparo, le dice al MOPT que quite esas rotondas urgentemente. Un plazo de 12 meses les dio, que no es tan poco, pero tampoco es tanto considerando el trabajo que implica remover todo eso. Lo peor de todo es que la responsabilidad recae sobre el Conavi, esa institución que siempre anda metida en líos. Parece que ellos fueron los que le echaron tierra encima al asunto, ignorando las advertencias del Lanamme y dejando a la gente en un estado de abandono que da pena.
El magistrado Jorge Garro Vargas dejó claro que la Sala no va a estar revisando cada detalle de la obra, eso es tarea del Tribunal Contencioso Administrativo. Según él, esa instancia sí puede hacer un seguimiento más cercano de cómo se elimina todo esto. Pero, sinceramente, uno se pregunta si el Tribunal tendrá el tiempo o la voluntad de meterle mano a semejante varadura. Porque, díganlo ustedes, remover todas esas rotondas no es como quitarle una llanta a un carro; es un trabajo pesado y costoso.
Y hablando de dinero, ahí viene el hueso. ¿Quién va a pagar todo esto? Porque seguramente no será gratis. Ya estamos pensando en aumentos de impuestos, nuevos préstamos... ¡Un despache! Una cosa es clara: alguien va a tener que ponerle candado a la billetera. Y la pregunta obvia es: ¿serán los responsables directos quienes terminen pagando con sus bolsillos, o la cuenta la terminaremos pagando todos los costarricenses?
Esto me recuerda a aquella vez que hicieron la ciclovía en Escazú, que también resultó ser un fracaso rotundo. Parecía que nadie pensaba en la realidad de nuestras carreteras y en cómo afectan la vida diaria de la gente. Uno esperaría que estas autoridades aprendieran la lección, pero parece que la memoria de los políticos es tan corta como la vida de un mosquito.
Además, ¿qué pasa con las empresas constructoras? Seguramente ellas tienen alguna póliza de seguro que cubra estos percances, pero aún así, la burocracia para conseguir el reembolso puede ser eterna. Mientras tanto, los camioneros y los pasajeros siguen sufriendo las consecuencias de malas decisiones tomadas por personas que viven en otro mundo. Y no nos olvidemos de los pobres taxistas, que ahora tendrán que navegar entre baches, curvas y señales confusas durante un año entero.
En fin, la historia de las rotondas de la 32 es un ejemplo perfecto de cómo la corrupción y la falta de planificación pueden afectar la vida de las personas. Pero dime tú, ¿crees que este plazo de 12 meses es suficiente para deshacer toda esta maraña, o deberíamos esperar un milagro para ver la Ruta 32 despejada y segura? Déjanos tus opiniones en los comentarios, ¡queremos saber qué piensas tú sobre este nuevo brreo!