¡Aguántense!, porque esto del Liceo de Poás se puso más complicado que un brete en hora picada. Resulta que el exdirector, don Andrey Sibaja –que ya no anda por ahí dirigiendo– salió a hablar para justificar el desmadre que hubo con la falta de insumos y los salarios atrasados, echándole toda la culpa a la junta educativa que renunció. ¡Imagínate la bronca!
Pues sí, la movida es así: según él, la renuncia de la junta en junio del año pasado dejó al colegio sin poder comprar ni pagar nada por casi dos meses. Dice que anduvo rogándole a la jefatura de servicios administrativos que le dieran luz verde para conseguir cositas básicas, como papel higiénico y jabón, pero le dijeron que no podían hasta que se nombrara una nueva junta. ¡Una torta, vamos!
"Desde el 24 de junio yo estaba haciendo solicitudes, tratando de mover cosas", explica Sibaja. "Pero era imposible. No sé cómo esperaban que limpiáramos los baños o que la gente se lavara las manos si no teníamos nada". Y ahí empezó la historia. Cuando finalmente lograron instalar una nueva junta en agosto, dice que no le dieron prioridad a los insumos, aunque él estuviera insistiendo día y noche.
Los estudiantes, claro, no estaban pa’ bromear. Hicieron una protesta bien grande, reclamando por la limpieza, el transporte y las condiciones del colegio. Que se había puesto horrible, que parecían estar estudiando en medio del monte. Y el exdirector, ahora con la boca llena de tecnicismos, dice que él hizo lo que pudo, pero que la responsabilidad final recae en la junta... ¡Vaya excusa!
Otro tema candente fue la situación de las cocineras. Ellas también estaban furiosas porque no les habían pagado sus salarios a tiempo, y encima decían que Sibaja las trataba mal. Él niega rotundamente estas acusaciones, diciendo que todo fue por culpa de los atrasos en los pagos de la antigua junta. Incluso tuvo que sacar un préstamo en la cooperativa para cubrirles la quincena, ¡como para aliviar un poco la situación!
“Yo gestioné un préstamo, me endeudé, para ayudar a esas señoras”, afirma con cara de inocente. “No es mi culpa que la junta se demorara tanto en autorizar los recursos”. Ahí vemos que la defensa va a tope. Pero, ¿realmente todas las culpas pueden echarse a espaldas de la junta?
Además, Sibaja sacó a relucir unas fotos suyas durmiendo en su oficina, argumentando que solo fue un descanso de diez minutos durante su hora de almuerzo. Acusó a algunos docentes de manipular a los estudiantes para crear disturbios y afectar su imagen. ¡Qué batallar! Dice que existen videos, audios y mensajes falsos circulando en redes sociales que buscan desacreditarlo. Parece que la vaina está más turbia de lo que parece.
En fin, parece que el caso del Liceo de Poás tiene tela que cortar. Un buen revoltijo de responsabilidades, acusaciones y justificaciones. Con todo esto, me pregunto: ¿Será posible que en algún momento alguien asuma la verdadera responsabilidad por el desastre administrativo que afectó a tantos estudiantes y trabajadores del Liceo de Poás, o seguiremos dando vueltas en círculos buscando culpables?
Pues sí, la movida es así: según él, la renuncia de la junta en junio del año pasado dejó al colegio sin poder comprar ni pagar nada por casi dos meses. Dice que anduvo rogándole a la jefatura de servicios administrativos que le dieran luz verde para conseguir cositas básicas, como papel higiénico y jabón, pero le dijeron que no podían hasta que se nombrara una nueva junta. ¡Una torta, vamos!
"Desde el 24 de junio yo estaba haciendo solicitudes, tratando de mover cosas", explica Sibaja. "Pero era imposible. No sé cómo esperaban que limpiáramos los baños o que la gente se lavara las manos si no teníamos nada". Y ahí empezó la historia. Cuando finalmente lograron instalar una nueva junta en agosto, dice que no le dieron prioridad a los insumos, aunque él estuviera insistiendo día y noche.
Los estudiantes, claro, no estaban pa’ bromear. Hicieron una protesta bien grande, reclamando por la limpieza, el transporte y las condiciones del colegio. Que se había puesto horrible, que parecían estar estudiando en medio del monte. Y el exdirector, ahora con la boca llena de tecnicismos, dice que él hizo lo que pudo, pero que la responsabilidad final recae en la junta... ¡Vaya excusa!
Otro tema candente fue la situación de las cocineras. Ellas también estaban furiosas porque no les habían pagado sus salarios a tiempo, y encima decían que Sibaja las trataba mal. Él niega rotundamente estas acusaciones, diciendo que todo fue por culpa de los atrasos en los pagos de la antigua junta. Incluso tuvo que sacar un préstamo en la cooperativa para cubrirles la quincena, ¡como para aliviar un poco la situación!
“Yo gestioné un préstamo, me endeudé, para ayudar a esas señoras”, afirma con cara de inocente. “No es mi culpa que la junta se demorara tanto en autorizar los recursos”. Ahí vemos que la defensa va a tope. Pero, ¿realmente todas las culpas pueden echarse a espaldas de la junta?
Además, Sibaja sacó a relucir unas fotos suyas durmiendo en su oficina, argumentando que solo fue un descanso de diez minutos durante su hora de almuerzo. Acusó a algunos docentes de manipular a los estudiantes para crear disturbios y afectar su imagen. ¡Qué batallar! Dice que existen videos, audios y mensajes falsos circulando en redes sociales que buscan desacreditarlo. Parece que la vaina está más turbia de lo que parece.
En fin, parece que el caso del Liceo de Poás tiene tela que cortar. Un buen revoltijo de responsabilidades, acusaciones y justificaciones. Con todo esto, me pregunto: ¿Será posible que en algún momento alguien asuma la verdadera responsabilidad por el desastre administrativo que afectó a tantos estudiantes y trabajadores del Liceo de Poás, o seguiremos dando vueltas en círculos buscando culpables?
