¡Ay, mae! Esto sí que es un escándalo que nos llega desde el norte frío. Resulta que Canadá le ha puesto el alto a un parque llamado Marineland, que quería mandar pa' China a unas 30 belugas. Un negocio redondo, imagínate, pero parece que a nuestros vecinos canadienses les importó más el bienestar de esos animalitos que unos cuantos dólares.
La movida es bastante compleja, chunches. Marineland lleva años en problemas, enfrentando acusaciones por cómo trataban a los animales. Dicen que cerraron las puertas al público en 2024 porque ya no podían mantener la chimba, y ahora querían deshacerse de sus “activos” – como si las belugas fueran simples mercancías. Según la prensa canadiense, la cifra de animales muertos ahí dentro es escalofriante: más de 20 orcas y 19 belugas desde 2019… ¡qué sal!
La ministra de Pesca canadiense, Joanne Thompson, fue quien le puso el cascabel al gato. En un comunicado, dejó claro que no iba a permitir que esas belugas siguieran sufriendo. Citó la necesidad de protegerlos de la explotación, lo cual suena lindo en el papel, pero te deja pensando qué clase de vida llevaban antes de eso. Que no podían con la conciencia, dicen… bueno, espero que hayan aprendido la lección, diay.
Lo que más me sacudió es que estas 30 belugas eran las últimas ballenas cautivas en todo Canadá. Imagínate, toda una especie reducida a este tipo de cautiverio. Uno piensa en la inmensidad del océano, en la libertad que tienen esos seres, y luego ves esto… da pesar, señor. Las belugas pertenecen al mar, como dice la ministra, y no a unos tanques para nuestro mero gusto.
Y no es la primera vez que Marineland mete la pata. Ya en 2021 mandaron cinco belugas al acuario Mystic en Connecticut, Estados Unidos. Pues resulta que de esas cinco, tres terminaron expirando. ¡Qué torta! Demuestra que meterlas en ambientes artificiales, aunque sea con las mejores intenciones, puede tener consecuencias fatales. Hay que preguntarse si el bien del animal no está en dejarlo en su hábitat natural, ¿no?
Este caso nos hace reflexionar sobre nuestra relación con los animales, maes. ¿Hasta dónde podemos llegar en nombre del entretenimiento o el lucro? ¿Es justo privarlos de su libertad, incluso si creemos que estamos cuidándolos? Pareciera que el mundo entero está despertando a esta realidad, exigiendo estándares más altos de bienestar animal. Eso sí es progreso, mi pana.
Por supuesto, hay quienes argumentarán que Marineland invirtió mucho dinero en esos animales, que perder la exportación significa pérdidas económicas significativas. Pero yo pregunto, ¿el dinero vale más que la vida y la libertad de un ser vivo? Me parece una pregunta fundamental que debemos hacernos como sociedad. Además, es momento de ver qué pasa con ese parque, si va a cerrar definitivamente o buscará otras alternativas, tal vez más éticas.
Ahora me pregunto, ¿cree usted que este caso debería servir de precedente para que otros países reevalúen sus políticas sobre animales en cautiverio? ¿Es posible conciliar el entretenimiento humano con el respeto absoluto por la fauna marina, o siempre habrá un conflicto inevitable entre ambos? ¡Compartan sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan ustedes sobre este brete!
La movida es bastante compleja, chunches. Marineland lleva años en problemas, enfrentando acusaciones por cómo trataban a los animales. Dicen que cerraron las puertas al público en 2024 porque ya no podían mantener la chimba, y ahora querían deshacerse de sus “activos” – como si las belugas fueran simples mercancías. Según la prensa canadiense, la cifra de animales muertos ahí dentro es escalofriante: más de 20 orcas y 19 belugas desde 2019… ¡qué sal!
La ministra de Pesca canadiense, Joanne Thompson, fue quien le puso el cascabel al gato. En un comunicado, dejó claro que no iba a permitir que esas belugas siguieran sufriendo. Citó la necesidad de protegerlos de la explotación, lo cual suena lindo en el papel, pero te deja pensando qué clase de vida llevaban antes de eso. Que no podían con la conciencia, dicen… bueno, espero que hayan aprendido la lección, diay.
Lo que más me sacudió es que estas 30 belugas eran las últimas ballenas cautivas en todo Canadá. Imagínate, toda una especie reducida a este tipo de cautiverio. Uno piensa en la inmensidad del océano, en la libertad que tienen esos seres, y luego ves esto… da pesar, señor. Las belugas pertenecen al mar, como dice la ministra, y no a unos tanques para nuestro mero gusto.
Y no es la primera vez que Marineland mete la pata. Ya en 2021 mandaron cinco belugas al acuario Mystic en Connecticut, Estados Unidos. Pues resulta que de esas cinco, tres terminaron expirando. ¡Qué torta! Demuestra que meterlas en ambientes artificiales, aunque sea con las mejores intenciones, puede tener consecuencias fatales. Hay que preguntarse si el bien del animal no está en dejarlo en su hábitat natural, ¿no?
Este caso nos hace reflexionar sobre nuestra relación con los animales, maes. ¿Hasta dónde podemos llegar en nombre del entretenimiento o el lucro? ¿Es justo privarlos de su libertad, incluso si creemos que estamos cuidándolos? Pareciera que el mundo entero está despertando a esta realidad, exigiendo estándares más altos de bienestar animal. Eso sí es progreso, mi pana.
Por supuesto, hay quienes argumentarán que Marineland invirtió mucho dinero en esos animales, que perder la exportación significa pérdidas económicas significativas. Pero yo pregunto, ¿el dinero vale más que la vida y la libertad de un ser vivo? Me parece una pregunta fundamental que debemos hacernos como sociedad. Además, es momento de ver qué pasa con ese parque, si va a cerrar definitivamente o buscará otras alternativas, tal vez más éticas.
Ahora me pregunto, ¿cree usted que este caso debería servir de precedente para que otros países reevalúen sus políticas sobre animales en cautiverio? ¿Es posible conciliar el entretenimiento humano con el respeto absoluto por la fauna marina, o siempre habrá un conflicto inevitable entre ambos? ¡Compartan sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan ustedes sobre este brete!