¡Ay, Dios mío, qué historia! Resulta que Mauricio Hoyos, el biólogo marino azteca que anda estudiando tiburones en nuestro Pacífico, casi se va al traste el mes pasado en la Isla del Coco. Imagínate, un mordisco de tiburón de cuatro metros, ¡directito en la cabeza!
El señor Hoyos lleva más de treinta años metido en esto de los tiburones, dice tener como 17 visitas al Coco ya, así que no es precisamente un novato. Pero ni la experiencia te prepara para que te agarre un tiburón galápagos desprevenido mientras le estás poniendo una etiqueta electrónica para seguirlo. ¡Qué brisa se apagó por un momento!
Según contó él mismo a CR Hoy, todo pasó cuando le estaban colocando el aparatito en la aleta. El tiburón, que andaba nadando tranquilito, se puso nervioso con el pincho y reaccionó como cualquiera: le dio un mordisco. No fue pa' matarle, claro, pero sí pa' hacerle entender que no le gustaba la visita. El mae asegura que el tiburón solo quería avisarle que no se acercara mucho.
“Es como los perritos, cuando les quieres quitar la comida, te marcan la mordida para que entiendas,” nos contaba Hoyos con una sonrisa, mostrando orgullosamente las cicatrices que le dejó el encuentro. Dice que, si hubiera girado la cabeza, el tiburón lo podía haber cortado el cuello, pero afortunadamente, fue solo un mordisco, un susto tremendo, pero sobrevivible. Un alivio tremendo, diay.
Y ahora, ¿qué creen? El biólogo se está tomando la jugada con humor. Subió una foto a Instagram con sus cicatrices y escribió: “Ahora yo también tengo branquias.” ¡Un crack! Parece que el tipo le encontró la vuelta a la situación, aunque reconoce que tendrá que ir a terapia psicológica para procesar bien lo que le pasó. Ya saben, luego te quedas con el miedo, y eso no es bueno para nadie.
Después del mordisco, el buenazo fue atendido rápido por los guardaparques y bomberos, directo a Puntarenas. Dicen que llegó tan rápido a la clínica que los paramédicos se quedaron con la boca abierta. Tranquilo, dicen, porque eso ayudó con la recuperación. El estrés agobia, y él se mantuvo calmado, tratando de respirar y pensar en cosas positivas. Ahí te digo, un mae con los nervios de acero.
Hoyos está agradecido con todos los que mandaron buenos deseos, dice que recibió mensajes de apoyo desde todas partes del mundo. Y prometió que regresará al Coco, a pesar del susto. ¡Imagínate! Quién se achanta con un tiburón mordisqueándole la cabeza, ¿verdad? Él dice que la Isla del Coco es uno de sus lugares favoritos, y que Costa Rica es el ejemplo perfecto de cómo cuidar los recursos naturales. ¡Qué chiva que tenga esa visión!
Y hablando de eso, ¿ustedes qué opinan? ¿Volverían a nadar en aguas donde hay tiburones después de escuchar esta historia? ¿Creen que el manejo de estos ecosistemas requiere medidas más estrictas para proteger tanto a los investigadores como a la fauna marina? ¡Déjenme sus comentarios aquí abajo, que quiero leerlos!
El señor Hoyos lleva más de treinta años metido en esto de los tiburones, dice tener como 17 visitas al Coco ya, así que no es precisamente un novato. Pero ni la experiencia te prepara para que te agarre un tiburón galápagos desprevenido mientras le estás poniendo una etiqueta electrónica para seguirlo. ¡Qué brisa se apagó por un momento!
Según contó él mismo a CR Hoy, todo pasó cuando le estaban colocando el aparatito en la aleta. El tiburón, que andaba nadando tranquilito, se puso nervioso con el pincho y reaccionó como cualquiera: le dio un mordisco. No fue pa' matarle, claro, pero sí pa' hacerle entender que no le gustaba la visita. El mae asegura que el tiburón solo quería avisarle que no se acercara mucho.
“Es como los perritos, cuando les quieres quitar la comida, te marcan la mordida para que entiendas,” nos contaba Hoyos con una sonrisa, mostrando orgullosamente las cicatrices que le dejó el encuentro. Dice que, si hubiera girado la cabeza, el tiburón lo podía haber cortado el cuello, pero afortunadamente, fue solo un mordisco, un susto tremendo, pero sobrevivible. Un alivio tremendo, diay.
Y ahora, ¿qué creen? El biólogo se está tomando la jugada con humor. Subió una foto a Instagram con sus cicatrices y escribió: “Ahora yo también tengo branquias.” ¡Un crack! Parece que el tipo le encontró la vuelta a la situación, aunque reconoce que tendrá que ir a terapia psicológica para procesar bien lo que le pasó. Ya saben, luego te quedas con el miedo, y eso no es bueno para nadie.
Después del mordisco, el buenazo fue atendido rápido por los guardaparques y bomberos, directo a Puntarenas. Dicen que llegó tan rápido a la clínica que los paramédicos se quedaron con la boca abierta. Tranquilo, dicen, porque eso ayudó con la recuperación. El estrés agobia, y él se mantuvo calmado, tratando de respirar y pensar en cosas positivas. Ahí te digo, un mae con los nervios de acero.
Hoyos está agradecido con todos los que mandaron buenos deseos, dice que recibió mensajes de apoyo desde todas partes del mundo. Y prometió que regresará al Coco, a pesar del susto. ¡Imagínate! Quién se achanta con un tiburón mordisqueándole la cabeza, ¿verdad? Él dice que la Isla del Coco es uno de sus lugares favoritos, y que Costa Rica es el ejemplo perfecto de cómo cuidar los recursos naturales. ¡Qué chiva que tenga esa visión!
Y hablando de eso, ¿ustedes qué opinan? ¿Volverían a nadar en aguas donde hay tiburones después de escuchar esta historia? ¿Creen que el manejo de estos ecosistemas requiere medidas más estrictas para proteger tanto a los investigadores como a la fauna marina? ¡Déjenme sus comentarios aquí abajo, que quiero leerlos!
