Diay, maes, hay que sentarse un toquecito a procesar la última joya que nos regalaron desde Zapote. Mientras el país se nos cae a pedazos con una ola de violencia que ya ni asusta, sino que cansa, el presi Chaves decide que la mejor movida es sacar la artillería pesada. ¿Contra el narco? No, mae, qué va. Contra Laura Chinchilla. La frase del día, para enmarcarla y ponerla en la sala del absurdo: no hay que "gastar pólvora en zopilotes". O sea, en buen tico, que ni para qué gastarse en contestarle a la expresidenta. ¡Qué nivel de prioridad!
Y es que, seamos honestos, la vara es un despiche monumental. Por un lado, tenés a Chinchilla, que sale a decir lo que ya todos sabemos hasta el cansancio: la crisis de seguridad es real y la administración actual tiene una responsabilidad enorme. No está descubriendo el agua tibia, pero diay, alguien tiene que decirlo. Y por el otro, tenés a Chaves, que en lugar de responder con un plan, con datos o, no sé, con algo que suene a estrategia, decide desempolvar el baúl de los apodos y los fantasmas del pasado: que si "Doña Trocha", que si la narcoavioneta, que si el compinche era Celso Gamboa... Mae, es el equivalente político a una pelea de güilas en el recreo, donde en vez de resolver algo, se sacan los trapos sucios de hace diez años. ¡Qué torta!
Lo que de verdad agüeva de todo este circo es el contexto. No estamos hablando de un pleito por el precio del chifrijo. Estamos hablando de que el país va que vuela para romper el récord de homicidios, con casi 900 casos proyectados para este 2025. ¡Novecientos! Es una cifra que debería tener a todo el gobierno en alerta roja, trabajando 24/7. Pero no, la conferencia de prensa se convierte en un ring de boxeo personal. Mientras las bandas se matan en las calles por territorio, la pólvora del discurso presidencial se gasta en una figura política cuyo poder real, hoy por hoy, es bastante limitado. El plan para la seguridad ciudadana parece que se nos fue al traste, ahogado entre insultos y recuerdos.
Al final, ¿quién pierde acá? Nosotros, los de a pie. Los que tenemos que pensarla dos veces antes de salir de noche, los que vemos cómo los barrios se ponen cada vez más calientes y los que sentimos que el "Pura Vida" se está convirtiendo en un eslogan hueco. El brete del gobierno es darnos seguridad, no darnos un show semanal de dimes y diretes. La crítica de Chinchilla, venga de donde venga, toca un nervio que es real. Minimizarla con apodos y ataques personales no hace que los muertos desaparezcan ni que las balaceras se detengan. Es una distracción, una muy mala y que, francamente, nos insulta la inteligencia.
Así que la situación queda en el aire. La pólvora se sigue gastando en "zopilotes" políticos, mientras los verdaderos depredadores, los narcos, siguen haciendo fiesta. Es agotador ver cómo la energía que debería estar enfocada en desarticular bandas criminales se desperdicia en descalificar a una expresidenta que, nos guste o no, está señalando un problema que nos explota en la cara todos los días. La pregunta es si en algún momento se van a dar cuenta de que el enemigo no está en las conferencias de prensa del pasado, sino en las calles de nuestro presente.
Y es que, seamos honestos, la vara es un despiche monumental. Por un lado, tenés a Chinchilla, que sale a decir lo que ya todos sabemos hasta el cansancio: la crisis de seguridad es real y la administración actual tiene una responsabilidad enorme. No está descubriendo el agua tibia, pero diay, alguien tiene que decirlo. Y por el otro, tenés a Chaves, que en lugar de responder con un plan, con datos o, no sé, con algo que suene a estrategia, decide desempolvar el baúl de los apodos y los fantasmas del pasado: que si "Doña Trocha", que si la narcoavioneta, que si el compinche era Celso Gamboa... Mae, es el equivalente político a una pelea de güilas en el recreo, donde en vez de resolver algo, se sacan los trapos sucios de hace diez años. ¡Qué torta!
Lo que de verdad agüeva de todo este circo es el contexto. No estamos hablando de un pleito por el precio del chifrijo. Estamos hablando de que el país va que vuela para romper el récord de homicidios, con casi 900 casos proyectados para este 2025. ¡Novecientos! Es una cifra que debería tener a todo el gobierno en alerta roja, trabajando 24/7. Pero no, la conferencia de prensa se convierte en un ring de boxeo personal. Mientras las bandas se matan en las calles por territorio, la pólvora del discurso presidencial se gasta en una figura política cuyo poder real, hoy por hoy, es bastante limitado. El plan para la seguridad ciudadana parece que se nos fue al traste, ahogado entre insultos y recuerdos.
Al final, ¿quién pierde acá? Nosotros, los de a pie. Los que tenemos que pensarla dos veces antes de salir de noche, los que vemos cómo los barrios se ponen cada vez más calientes y los que sentimos que el "Pura Vida" se está convirtiendo en un eslogan hueco. El brete del gobierno es darnos seguridad, no darnos un show semanal de dimes y diretes. La crítica de Chinchilla, venga de donde venga, toca un nervio que es real. Minimizarla con apodos y ataques personales no hace que los muertos desaparezcan ni que las balaceras se detengan. Es una distracción, una muy mala y que, francamente, nos insulta la inteligencia.
Así que la situación queda en el aire. La pólvora se sigue gastando en "zopilotes" políticos, mientras los verdaderos depredadores, los narcos, siguen haciendo fiesta. Es agotador ver cómo la energía que debería estar enfocada en desarticular bandas criminales se desperdicia en descalificar a una expresidenta que, nos guste o no, está señalando un problema que nos explota en la cara todos los días. La pregunta es si en algún momento se van a dar cuenta de que el enemigo no está en las conferencias de prensa del pasado, sino en las calles de nuestro presente.