¡Ay, Dios mío! La cosa está que arde, filetes. Resulta que entre tanto grito y pancarta en la marcha de los agricultores, unos polis de la Fuerza Pública le metieron cambazo a Karen Dondi, periodista, y a Marco Monge, fotoperiodista. ¡Una torta!, vamos. El Colegio de Periodistas ya salió con las barbas de ralla, claro.
Según el Colper, este tipo de ataques – bueno, ¡agresiones directas, digámoslo así! – son totalmente inaceptables y atentan contra nuestro derecho a saber qué pasa en este país. No es ningún secreto que hay tensiones por las importaciones agrícolas y los tipos andan calientes, pero eso no justifica ir encima de los medios de comunicación intentando amordazar la información. Y ni hablar, ¡qué despiche!
El problema es que esto no es novedad, ¿eh? El gremio recuerda que la labor periodística es fundamental para vigilar cómo nos va y exigirle cuentas a los políticos. Es el contrapeso, el ojo que todo lo ve. Y si nosotros no podemos hacer nuestro trabajo tranquilamente, entonces la democracia se va al traste. Un brete, vamos, porque los periodistas somos los que les recordamos a los gobernantes que trabajan para el pueblo, no al revés.
Desde el Colper exigen una investigación profunda, no esas limpiezas rápidas que hacen siempre y luego nadie sale culpable. Quieren ver a los responsables identificados y castigados, sí o sí. Pero ahí es donde viene la vara más salada: tienen razón en pedirla, pero vaya, ¿cuántas veces han hecho estas gestiones antes sin que pase absolutamente nada?
La verdad, a uno le da pena, ¿verdad? Porque parece que la Fuerza Pública a veces olvida que la libertad de expresión y prensa están protegidas por la Convención Americana de Derechos Humanos. Que tenemos derechos, todos. Y uno de ellos es recibir información de manera libre y sin temor a represalias. Eso sí que es un chunche importante, chavales.
Ahora, el gobierno debería ponerle un alto a esta telenovela y empezar a tomar cartas en el asunto. Implementar protocolos claros para que la policía respete el trabajo de los periodistas en situaciones de protesta. No es pedir mucho, ¿verdad? Es asegurar que podamos informar sin tener que preocuparnos por si nos van a lanzar una bomba lacrimógena o, peor aún, arrestarnos injustamente. ¡Qué carga!, señores, tener que pelear por cosas tan básicas.
Lo que me preocupa es que esto refleja un problema mayor, ¿no creen? Una cultura de impunidad y desconfianza hacia los medios de comunicación. Muchos piensan que los periodistas somos enemigos, en lugar de aliados en la búsqueda de la verdad. Y ahí es donde debemos trabajar todos juntos, desde los periodistas hasta los ciudadanos, para cambiar esa percepción. Hay que recordar que un medio de comunicación libre e independiente es vital para una sociedad sana y democrática. De lo contrario, nos vamos a ir al traste como país.
Sin embargo, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Será que alguna vez veremos una respuesta seria y efectiva a estos atropellos contra la libertad de prensa en Costa Rica? ¿O continuaremos siendo testigos de actos violentos contra aquellos que buscan informar a la ciudadanía? Diganme, ¿ustedes creen que realmente el gobierno escuchará esta vez o será otra falsa promesa?
Según el Colper, este tipo de ataques – bueno, ¡agresiones directas, digámoslo así! – son totalmente inaceptables y atentan contra nuestro derecho a saber qué pasa en este país. No es ningún secreto que hay tensiones por las importaciones agrícolas y los tipos andan calientes, pero eso no justifica ir encima de los medios de comunicación intentando amordazar la información. Y ni hablar, ¡qué despiche!
El problema es que esto no es novedad, ¿eh? El gremio recuerda que la labor periodística es fundamental para vigilar cómo nos va y exigirle cuentas a los políticos. Es el contrapeso, el ojo que todo lo ve. Y si nosotros no podemos hacer nuestro trabajo tranquilamente, entonces la democracia se va al traste. Un brete, vamos, porque los periodistas somos los que les recordamos a los gobernantes que trabajan para el pueblo, no al revés.
Desde el Colper exigen una investigación profunda, no esas limpiezas rápidas que hacen siempre y luego nadie sale culpable. Quieren ver a los responsables identificados y castigados, sí o sí. Pero ahí es donde viene la vara más salada: tienen razón en pedirla, pero vaya, ¿cuántas veces han hecho estas gestiones antes sin que pase absolutamente nada?
La verdad, a uno le da pena, ¿verdad? Porque parece que la Fuerza Pública a veces olvida que la libertad de expresión y prensa están protegidas por la Convención Americana de Derechos Humanos. Que tenemos derechos, todos. Y uno de ellos es recibir información de manera libre y sin temor a represalias. Eso sí que es un chunche importante, chavales.
Ahora, el gobierno debería ponerle un alto a esta telenovela y empezar a tomar cartas en el asunto. Implementar protocolos claros para que la policía respete el trabajo de los periodistas en situaciones de protesta. No es pedir mucho, ¿verdad? Es asegurar que podamos informar sin tener que preocuparnos por si nos van a lanzar una bomba lacrimógena o, peor aún, arrestarnos injustamente. ¡Qué carga!, señores, tener que pelear por cosas tan básicas.
Lo que me preocupa es que esto refleja un problema mayor, ¿no creen? Una cultura de impunidad y desconfianza hacia los medios de comunicación. Muchos piensan que los periodistas somos enemigos, en lugar de aliados en la búsqueda de la verdad. Y ahí es donde debemos trabajar todos juntos, desde los periodistas hasta los ciudadanos, para cambiar esa percepción. Hay que recordar que un medio de comunicación libre e independiente es vital para una sociedad sana y democrática. De lo contrario, nos vamos a ir al traste como país.
Sin embargo, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Será que alguna vez veremos una respuesta seria y efectiva a estos atropellos contra la libertad de prensa en Costa Rica? ¿O continuaremos siendo testigos de actos violentos contra aquellos que buscan informar a la ciudadanía? Diganme, ¿ustedes creen que realmente el gobierno escuchará esta vez o será otra falsa promesa?