¡Ay, mae! Quién diría que después de tanto encierro y rollo con la pandemia, nos estamos comprando hasta lo que no necesitamos. Parece que ahora todos andamos buscando alivio en las tiendas, llenándonos de cosas nuevas, y los psicólogos acá en Costa Rica están poniendole lupa a esto. Ya no es solo cuestión de moda o “tener”, parece que hay algo más profundo detrás de tanta compra.
Según la Dra. Ana Yendry Morales, una reconocida psicóloga clínica, el consumismo excesivo ya no se ve solo como un hábito, sino como una posible señal de alerta. Muchos adultos, después de pasar por situaciones difíciles como la pandemia, duelos, cambios de trabajo o relaciones, recurren a las compras como una forma rápida de sentirse bien. Pero, bregados, ese "bien" dura poquito y luego regresa la pena, y ahí nos vamos metiendo en un círculo vicioso. Un verdadero brete, díganlo ustedes.
Lo que pasa es que el acto de comprar nos da una satisfacción instantánea, una sensación de control. Por un ratito sentimos que podemos manejar nuestras emociones, que podemos distraernos del vacío, de la tristeza o incluso de la ansiedad. ¿Pero qué ocurre cuando terminamos de desembolsar? Ahí es cuando la realidad nos golpea: la felicidad duradera no está en esas pantuflas nuevas ni en el celular más moderno. Ese vacío sigue ahí, esperando a ser atendido, y lo único que hemos hecho es disfrazarlo temporalmente.
La doctora Morales explica que esta conducta es como si estuviéramos tratando de llenar un agujero con cosas materiales. Es como intentar arreglar un techo con cinta adhesiva; tapa el problema por un momento, pero la gotera sigue ahí. Ese hueco, ese vacío, a veces viene de carencias emocionales que nunca fueron sanadas, de problemas de autoestima, o de conflictos internos que seguimos arrastrando. ¡Qué vara! Pura pena acumulada.
Y ojo, esto no significa que comprar sea malo. Todos disfrutamos de regalarnos algo de vez en cuando, de sentirnos contentos con una adquisición. Lo importante es entender cuándo el acto de comprar se convierte en una necesidad compulsiva, cuando dejamos de disfrutarlo y empezamos a depender de él para regular nuestras emociones. Cuando vemos que estamos gastando más de lo que deberíamos, endeudándonos o sintiéndonos culpables después de comprar, ahí es cuando debemos ponerle freno y buscar ayuda profesional.
La terapia psicológica puede ayudarnos a identificar las causas profundas de nuestro consumismo, a aprender a gestionar nuestras emociones de manera saludable y a encontrar otras formas de satisfacer nuestras necesidades emocionales. Se trata de conectar con nosotros mismos, de entendernos y de aceptarnos tal como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Dejar de buscar afuera lo que realmente tenemos que encontrar adentro. ¡Un buen chunche de introspección, eso es lo que necesitamos!
Además, muchos expertos apuntan a que la publicidad agresiva y las redes sociales juegan un papel fundamental en este fenómeno. Nos bombardean constantemente con mensajes que nos dicen que necesitamos ciertas cosas para ser felices, para tener éxito, para ser amados. Y caemos en la trampa, creyendo que si compramos esos productos, nuestra vida será perfecta. ¡Qué engaño! A ver, ¿quién nunca ha sentido la tentación de comprar algo que no necesita solo porque lo vio en Instagram?
Así que, mi gente, reflexionemos un poco sobre esto. ¿Estamos usando las compras como una forma de evadir nuestras emociones? ¿Nos identificamos con las marcas o con las posesiones materiales? ¿Estamos buscando la felicidad en lugares equivocados? Creo que es hora de hacer un alto, de mirarnos al espejo y preguntarnos: ¿qué es lo que realmente nos hace felices? ¿Realmente vale la pena endeudarse y vivir con estrés para tener lo último que sale? ¿Ustedes creen que estamos perdiendo el rumbo y priorizando las cosas materiales sobre las relaciones humanas y la salud mental?
Según la Dra. Ana Yendry Morales, una reconocida psicóloga clínica, el consumismo excesivo ya no se ve solo como un hábito, sino como una posible señal de alerta. Muchos adultos, después de pasar por situaciones difíciles como la pandemia, duelos, cambios de trabajo o relaciones, recurren a las compras como una forma rápida de sentirse bien. Pero, bregados, ese "bien" dura poquito y luego regresa la pena, y ahí nos vamos metiendo en un círculo vicioso. Un verdadero brete, díganlo ustedes.
Lo que pasa es que el acto de comprar nos da una satisfacción instantánea, una sensación de control. Por un ratito sentimos que podemos manejar nuestras emociones, que podemos distraernos del vacío, de la tristeza o incluso de la ansiedad. ¿Pero qué ocurre cuando terminamos de desembolsar? Ahí es cuando la realidad nos golpea: la felicidad duradera no está en esas pantuflas nuevas ni en el celular más moderno. Ese vacío sigue ahí, esperando a ser atendido, y lo único que hemos hecho es disfrazarlo temporalmente.
La doctora Morales explica que esta conducta es como si estuviéramos tratando de llenar un agujero con cosas materiales. Es como intentar arreglar un techo con cinta adhesiva; tapa el problema por un momento, pero la gotera sigue ahí. Ese hueco, ese vacío, a veces viene de carencias emocionales que nunca fueron sanadas, de problemas de autoestima, o de conflictos internos que seguimos arrastrando. ¡Qué vara! Pura pena acumulada.
Y ojo, esto no significa que comprar sea malo. Todos disfrutamos de regalarnos algo de vez en cuando, de sentirnos contentos con una adquisición. Lo importante es entender cuándo el acto de comprar se convierte en una necesidad compulsiva, cuando dejamos de disfrutarlo y empezamos a depender de él para regular nuestras emociones. Cuando vemos que estamos gastando más de lo que deberíamos, endeudándonos o sintiéndonos culpables después de comprar, ahí es cuando debemos ponerle freno y buscar ayuda profesional.
La terapia psicológica puede ayudarnos a identificar las causas profundas de nuestro consumismo, a aprender a gestionar nuestras emociones de manera saludable y a encontrar otras formas de satisfacer nuestras necesidades emocionales. Se trata de conectar con nosotros mismos, de entendernos y de aceptarnos tal como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Dejar de buscar afuera lo que realmente tenemos que encontrar adentro. ¡Un buen chunche de introspección, eso es lo que necesitamos!
Además, muchos expertos apuntan a que la publicidad agresiva y las redes sociales juegan un papel fundamental en este fenómeno. Nos bombardean constantemente con mensajes que nos dicen que necesitamos ciertas cosas para ser felices, para tener éxito, para ser amados. Y caemos en la trampa, creyendo que si compramos esos productos, nuestra vida será perfecta. ¡Qué engaño! A ver, ¿quién nunca ha sentido la tentación de comprar algo que no necesita solo porque lo vio en Instagram?
Así que, mi gente, reflexionemos un poco sobre esto. ¿Estamos usando las compras como una forma de evadir nuestras emociones? ¿Nos identificamos con las marcas o con las posesiones materiales? ¿Estamos buscando la felicidad en lugares equivocados? Creo que es hora de hacer un alto, de mirarnos al espejo y preguntarnos: ¿qué es lo que realmente nos hace felices? ¿Realmente vale la pena endeudarse y vivir con estrés para tener lo último que sale? ¿Ustedes creen que estamos perdiendo el rumbo y priorizando las cosas materiales sobre las relaciones humanas y la salud mental?