Maes, les comento que pasó...
Resulta que mi adorada cuñada se quebró la pata. Como la mae vive sola, mi doña le ofreció quedarse con nosotros, ya que tenemos espacio y, como trabajamos remoto, podemos ayudarla con sus cosas.
La vara fue que ya había notado ciertas miraditas de la mae, sobre todo cuando vengo de entrenar, empapado de sudor. Siempre he querido con ella. La mae es gordibuena: pelo negro lacio, blanquita, con unas piernotas que terminan en unas nalgotas gordas, paradas y firmes. Tiene pancita, ya tiene varios chamacos y un buen par de tetas que, sin ser enormes, se dejan entretener.
Ya hace tres semanas que está con nosotros y este viernes pasado nos quedamos solos. Mi doña se fue a hacerse el combo de uñas y pelo.
Mi cuñada me pidió ayuda para salir del cuarto al patio, y que me le voy arrimando para ayudarla, cuando siento esas tetas rozándome y me pongo a mil.
Se me marca el paquete, cosa que ella nota y suelta:
—Dichosa mi hermana, debe estar bien atendida, ¿verdad, cuñis?
Yo le respondo: —Más bien soy yo el desatendido, deberías hablar con tu hermana para que se ponga las pilas.
Ella me dice:
—Cosita, si fuera yo, no me bajo.
Le contesto: —No tienes que desear, si quisieras, puedes montarte cuando quieras… si te atreves.
Y que me agarra la picha y me la empieza a sobar por encima del pantalón. Yo, ni corto ni perezoso, me la voy llevando al sillón, donde la siento y se la arrimo a la cara, cosa que ella agradece con una mamada de hambrienta. Yo ya tengo los huevos hinchados, me da morbo, me enferma saber que me estoy cogiendo la boquita de mi linda cuñada y que en unos minutos se la voy a meter.
Le termino de bajar el short como puedo y me le voy pegando a ese panochito tan gordo y mojado. Maes, tengo la cara empapada de jugo panochal y estoy en modo buzo de profundidad.
Me pongo de pie, me agarro el garrote y me lo sobo como amenazándola, cosa que la muy perra agradece abriéndose los labios vaginales, como para enseñarme bien y que no se me pierda ese huequito por donde hace años salieron mis sobrinos.
Le dejo ir el tronco, pero hasta la base de las bolas. La escucho pegar un gemido y apretar. Puedo sentir cómo se moja más, como si se estuviera orinando. Cuando me asomo a ver, el sofá está empapado de squirt.
Me dice: —Lo siento, tengo demasiado sin coger y necesitaba regarme.
La pongo en pie, le acomodo la pierna rota sobre una de las sillas en la sala mientras se la meto de espaldas contra la pared.
Se la estoy metiendo con gusto, diciéndole:
—Hace rato quería cogerte. Desde que nos presentaron me tienes mal, más desde esa vuelta de Semana Santa en la playa cuando te vi en ese bikini… ufff, tuve que sobármela en tu nombre. Lo peor fue que quedé tan templado que me cogí a tu hermana deseando que fueras tú, y aun así, quedé con ganas.
Ella me responde:
—Por dicha, ya no vas a tener que desear. Si prometes portarte bien, siempre vas a poder comer panochito… y cuando me recupere de la pierna, hasta culito.
Me dijo eso y fue como hacerme cosquillas en los huevos. Chorros y chorros de leche me empezaron a salir ya.
Ambos gemíamos por la descarga láctea mientras ella me decía:
—Sí, qué rico, lléname de tu lechita, préñame el mikito, papi...
Ya con los ánimos calmados, le digo vacilando y tanteando el nivel de loca:
—Si quieres que te preñe, no te va a costar mucho sacándome tanta leche.
Ella se ríe y me dice:
—Estoy operada desde hace rato, aunque me gustaría otro bebé. Ahora solo puedo practicar, pero tú sígueme llenando de leche.