El segundo trimestre del año ha dejado a Costa Rica con un saldo de exportaciones por valor de 5536 millones de dólares, según los datos oficiales revelados recientemente. Mientras algunos celebran este logro como una prueba del dinamismo y la competitividad de la economía costarricense en el mercado internacional, otros levantan la ceja ante lo que podría ser una peligrosa dependencia de sectores específicos, particularmente el de dispositivos médicos.
Un análisis detallado de las cifras proporciona un panorama mixto. En abril, las exportaciones alcanzaron 1784,10 millones de dólares, una cifra que creció en mayo a 1980,73 millones, solo para experimentar una ligera contracción en junio, con 1771,79 millones. Sin embargo, el acumulado del trimestre de 5536,62 millones parece robusto a simple vista, más aún cuando se lo compara con las importaciones, que totalizaron 6687,64 millones en el mismo período. Aunque el balance es negativo, lo cual podría preocupar a algunos economistas, el hecho de que las exportaciones se mantengan relativamente constantes es visto como un signo de resiliencia económica.
Lo que verdaderamente llama la atención no es solo el monto total exportado, sino la composición de estas exportaciones. Más del 25% de los ingresos por exportaciones provienen del sector de dispositivos médicos. En particular, los instrumentos y aparatos de uso médico (13,38%) y los jeringas, agujas, catéteres, cánulas y similares (11,70%) dominan la lista, superando con creces a productos tradicionales como las piñas frescas y los bananos. Estos productos agrícolas, que históricamente han sido la columna vertebral de la economía exportadora costarricense, ahora representan un porcentaje considerablemente menor del total: 6,14% y 4,73% respectivamente.
Esta realidad plantea preguntas incómodas sobre la sostenibilidad a largo plazo de esta estructura económica. Por un lado, la creciente especialización en dispositivos médicos puede verse como un signo de modernización y sofisticación de la economía costarricense. No obstante, también plantea riesgos significativos. La dependencia de un sector tan específico podría dejar a la economía vulnerable a fluctuaciones en la demanda global, cambios en las regulaciones internacionales o problemas en las cadenas de suministro. Basta con recordar lo que ocurrió durante la pandemia de COVID-19, cuando la disrupción de las cadenas de suministro dejó a muchos países y empresas en situaciones precarias.
Además, la concentración en estos productos sugiere una posible "primarización" de las exportaciones, en la que el país depende de un número limitado de bienes de alta tecnología, mientras otros sectores, potencialmente más diversificados y con mayor valor agregado, no reciben la atención ni el desarrollo necesario.
El gobierno y las empresas podrían estar tentados a ver estos números y asumir que el crecimiento en el sector de dispositivos médicos puede continuar indefinidamente. Sin embargo, esto sería un error estratégico. A largo plazo, una economía sana es aquella que puede adaptarse y diversificarse, no solo en términos de productos, sino también de mercados. Actualmente, la dependencia de un sector particular puede generar vulnerabilidades que podrían explotar en momentos de crisis económica global o ante cambios bruscos en la demanda de estos productos.
Por lo tanto, mientras Costa Rica celebra este aparente éxito exportador, es crucial que tanto el gobierno como el sector privado reflexionen sobre las implicaciones a largo plazo. La pregunta que deben hacerse no es solo cuánto se está exportando, sino también qué se está exportando y cómo se puede asegurar que este crecimiento sea sostenible y equilibrado. La historia económica está llena de ejemplos de países que, al enfocarse demasiado en un solo sector, vieron cómo su crecimiento se volvía insostenible cuando las condiciones externas cambiaron.
Las exportaciones costarricenses en el segundo trimestre de 2024 son un motivo de celebración, pero también de reflexión crítica.
Es un buen momento para que Costa Rica evalúe cómo puede seguir diversificando su economía y asegurarse de que este crecimiento no sea solo una racha afortunada, sino el comienzo de un futuro económico más estable y sostenible.
Un análisis detallado de las cifras proporciona un panorama mixto. En abril, las exportaciones alcanzaron 1784,10 millones de dólares, una cifra que creció en mayo a 1980,73 millones, solo para experimentar una ligera contracción en junio, con 1771,79 millones. Sin embargo, el acumulado del trimestre de 5536,62 millones parece robusto a simple vista, más aún cuando se lo compara con las importaciones, que totalizaron 6687,64 millones en el mismo período. Aunque el balance es negativo, lo cual podría preocupar a algunos economistas, el hecho de que las exportaciones se mantengan relativamente constantes es visto como un signo de resiliencia económica.
Lo que verdaderamente llama la atención no es solo el monto total exportado, sino la composición de estas exportaciones. Más del 25% de los ingresos por exportaciones provienen del sector de dispositivos médicos. En particular, los instrumentos y aparatos de uso médico (13,38%) y los jeringas, agujas, catéteres, cánulas y similares (11,70%) dominan la lista, superando con creces a productos tradicionales como las piñas frescas y los bananos. Estos productos agrícolas, que históricamente han sido la columna vertebral de la economía exportadora costarricense, ahora representan un porcentaje considerablemente menor del total: 6,14% y 4,73% respectivamente.
Esta realidad plantea preguntas incómodas sobre la sostenibilidad a largo plazo de esta estructura económica. Por un lado, la creciente especialización en dispositivos médicos puede verse como un signo de modernización y sofisticación de la economía costarricense. No obstante, también plantea riesgos significativos. La dependencia de un sector tan específico podría dejar a la economía vulnerable a fluctuaciones en la demanda global, cambios en las regulaciones internacionales o problemas en las cadenas de suministro. Basta con recordar lo que ocurrió durante la pandemia de COVID-19, cuando la disrupción de las cadenas de suministro dejó a muchos países y empresas en situaciones precarias.
Además, la concentración en estos productos sugiere una posible "primarización" de las exportaciones, en la que el país depende de un número limitado de bienes de alta tecnología, mientras otros sectores, potencialmente más diversificados y con mayor valor agregado, no reciben la atención ni el desarrollo necesario.
El gobierno y las empresas podrían estar tentados a ver estos números y asumir que el crecimiento en el sector de dispositivos médicos puede continuar indefinidamente. Sin embargo, esto sería un error estratégico. A largo plazo, una economía sana es aquella que puede adaptarse y diversificarse, no solo en términos de productos, sino también de mercados. Actualmente, la dependencia de un sector particular puede generar vulnerabilidades que podrían explotar en momentos de crisis económica global o ante cambios bruscos en la demanda de estos productos.
Por lo tanto, mientras Costa Rica celebra este aparente éxito exportador, es crucial que tanto el gobierno como el sector privado reflexionen sobre las implicaciones a largo plazo. La pregunta que deben hacerse no es solo cuánto se está exportando, sino también qué se está exportando y cómo se puede asegurar que este crecimiento sea sostenible y equilibrado. La historia económica está llena de ejemplos de países que, al enfocarse demasiado en un solo sector, vieron cómo su crecimiento se volvía insostenible cuando las condiciones externas cambiaron.
Las exportaciones costarricenses en el segundo trimestre de 2024 son un motivo de celebración, pero también de reflexión crítica.
Es un buen momento para que Costa Rica evalúe cómo puede seguir diversificando su economía y asegurarse de que este crecimiento no sea solo una racha afortunada, sino el comienzo de un futuro económico más estable y sostenible.
